El sepelio de Juan Wilfredo Soto García se realizó a pie por todo el largo trecho que separa la Funeraria de la calle Camacho del Cementerio de la ciudad de Santa Clara donde fueron sepultados sus restos. El sol era fuerte y el calor abrazaba, pero aquellos hombres y mujeres, familiares, amigos o compañeros de lucha quisieron hacer testigos al resto de la ciudad del dolor que sentían por la pérdida. Mientras ellos caminaban, a paso lento y en elocuente silencio, yo que les veía desde el final de la fúnebre marcha, me preguntaba: ¿quién irá a llevar la palabra de aliento, de consuelo, de esperanza, la palabra sanadora que solo viene de Jesús en su más amplia condición salvífica a estas personas evidentemente sufridas, muchas veces maltratados, encarcelados, golpeados, discriminados, satanizados y hasta traicionados en incontables ocasiones? Un frío leve recorrió mi cuerpo, me sucede cuando veo que Dios me introduce en asuntos de los que yo humanamente trato de escapar, Dios quiere que a diferencia de esta sociedad que trata de sepultarlos, nosotros le llevemos el pan de vida, les amemos y les acompañemos en medio de sus reclamos por el reconocimiento de sus derechos mancillados. Comprendí también que hay algo que me une a ellos y es que me siento ciudadana del Reino de los cielos, pero también soy ciudadana de esta tierra, de esta Cuba tan mía como tan de ellos y los derechos ciudadanos que reclaman, son también los míos.
(Foto a la derecha. Guillermo Fariñas despide el duelo en el funeral de Soto Garcia, a su lado la sobrina Madelin Soto quien ahora cuestiona las causas de muerte de su tio presionada por las autoridades).
Me conmovió enormemente el trayecto final, cuando los hombres cargaron en hombros el féretro, precedido por la bandera cubana, símbolo de todos los habitantes de esta tierra y el resto levantó hacia el cielo incontables ofrendas florales. En todo el paso de la marcha por la ciudad muchas personas se asomaban a las puertas de sus casas para mirar, otras se detenían en las aceras, también sucedió así en las cercanías al Cementerio. No había ardor, ni rencor en los rostros de quienes vi presenciar el cortejo fúnebre, eran caras de respeto, el silencio de ellos lo insinuaba, quiero pensar y creer que ese es el verdadero pueblo cubano, respetuoso del dolor ajeno, incapaz de juzgar a sus hermanos por sus ideales, incapaz de golpear a otros solo porque políticamente piensan diferente, incapaz de herir, injuriar, maltratar a sus conciudadanos.
Las palabras finales en el Cementerio las expuso el premio Sajarov Guillermo Fariñas, el dolor era evidente en su rostro, sus palabras: “Nosotros nada podemos hacer en este momento para lograr que los verdaderos culpables de esta muerte sean procesados”, me llevó a entender que también estaban marginados de este derecho de justicia, los culpables se negarán a hacer de este un proceso limpio y transparente, pero su determinación a no quedar callado ante la muerte y ante la injusticia, me hizo verle como a un paradigma de la dignidad y el valor humanos. Una de sus últimas palabras retumbaron en mi corazón y me uní a ellas: “Dios bendiga a Cuba”, dije: ¡Amén!, porque también es mi deseo que el Dios de justicia bendiga a nuestra patria.
El Estudiante, como le llamaban, ya no está entre nosotros, su cuerpo no ha sido enterrado, su cuerpo es una semilla sembrada en buena tierra que germinará, es un ejemplo más para todos los cubanos de valor. Esperemos que los acontecimientos que suscitaron su muerte sean esclarecidos totalmente. Hay otros que aun viven, hombres y mujeres arriesgados a todo tipo de peligros por alcanzar la libertad de Cuba, por ellos también murió Jesús y a ellos también Dios quiere alcanzar para Salvación. ¿Quién irá a alcanzarles?, ¿quién sanará sus innumerables heridas y humedecerá sus labios sedientos con el agua que brota de la fuente de vida eterna? Ya sé que es un llamado difícil y riesgoso, ya sé que es un reto que muchos quisieran obviar, pero Dios quiere oír una respuesta positiva a este llamado: Yo iré.
*Licenciada en Información Científico Técnica y Bibliotecología y Máster en Estudios Teológicos por FLET. Desempeña sus labores en la Iglesia Bautista de Taguayabón en Villa Clara Cuba junto a su esposo el Pbro. Mario Felix Lleonart.
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