Lobas de una misma camada. 👇
No sé por qué,- pero sé-, que me vino a la mente esta información que aquí comparto sobre una obispo anglicana, esta cubana, y lo que hoy es tendencia [hashtag] en las redes sociales el rifirrafe ente la Obispo anglicana Mariann Edgar Budde y el reciente estrenado Presidente de los Estados Unidos, Donald J Trump. Esto es por lo ocurrido en el servicio de oración en la Catedral Nacional de Washington ayer martes. Es la misma obispo que atacó a Trump en aquel incidente de violencia, por salvar su histórica iglesia episcopal de ser quemada hasta los cimientos después de que los liberales que odian a Trump la prendieran fuego.
En #CubaEstadoTerrorista hemos tenido y también tenemos estas lobas —que no pastores— de la misma camada. En Cuba, con tales “Pastores” no necesitamos de lobos. Nerva Cot al lado del también líder anglicano y esposo de esta, Juan Ramón de la Paz, fervorosos portavoces del Castro comunismo y ambos †† y sustituidos por su hija. Información 👇
Una loba a cargo del rebaño
Por Vicente Echerri

El nombramiento de una obispa sufragánea para la Diócesis Episcopal de Cuba es noticia que acaso merezca un nicho en el Libro de Récords Guinness: se trata de la primera mujer que asciende a esta histórica jerarquía en eso que llamamos tercer mundo. En la lucha en pro de la igualdad de la mujer habrá, sin duda, quien cite este nombramiento como un hito.
Tal es la buena nueva que nos llega de Cuba. La mala es que esta mujer sobre quien recae la venerable investidura, Nerva Cot Aguilera, ha sido, durante muchos años, al igual que su marid

o y actual deán de la catedral episcopal de La Habana, Juan Ramón de La Paz, fervorosos portavoces del castrismo más abyecto, vehementes propagandistas del régimen personal que más ha agredido a la nación cubana --con la secuela de insólitos niveles de envilecimiento y dispersión-- y que por mayor tiempo haya oprimido a pueblo alguno de este continente. Juzgado desde este punto de vista, el nombramiento de Cot Aguilera es un deservicio a la feligresía episcopal de Cuba en particular y a todo el pueblo --creyentes o no-- de ese país en general. Lejos de ser la voz que los oprimidos y marginados en Cuba podrían esperar para denunciar el oprobio en que viven, la nueva obispa se valdrá de su rango para respaldar uno de los discursos más canallescos de la historia contemporánea: la justificación de un absolutismo criminal con la retórica del Evangelio.
En esta vergonzosa tradición, compartida por varios líderes del protestantismo cubano, Cot Aguilera se inició hace mucho cuando, a la sombra de su marido, se empeñó en identificar desde el principio a la tiranía castrista --que se afianzaba con espurios tribunales de sangre, confiscaciones masivas y la conversión del país entero en una cárcel gigantesca-- con el advenimiento de un tiempo nuevo que ya era anuncio del reinado de Cristo. Ni que decir que si el sistema monstruoso que se les impuso a los cubanos, con sus cuantiosos fracasos y desmanes, fuera --en jerga de algunos de estos teólogos de pacotilla-- ''las primicias del reino'', uno podría optar sin remordimientos por la perdición eterna.
Lo que hace peores a estos propagandistas del castrismo --peores que los funcionarios y portavoces oficiales del régimen-- es precisamente su condición de clérigos, la respetabilidad que aún les acompaña y la deferencia y atención que aún reciben de sus colegas en muchos foros internacionales, donde la ignorancia y la malicia se juntan para perpetuar una imagen idílica de la revolución cubana que nunca fue otra cosa que una tiranía brutal. Cuando quien lleva el alzacuello es obispo, y además mujer, como es el caso ahora, las probabilidades de que ese mensaje insidioso y falaz se difunda y se acepte se hacen exponenciales. La imagen de esta abuelita de 69 años con roquete episcopal hablando amablemente de ''reconciliación'' puede favorecer más a un régimen decrépito --por encontrar más eco y público más predispuesto a escucharla-- que cualquier cosa que diga un funcionario de ese régimen.
Ahora, la izquierda que se sienta en los santuarios y en las naves de muchos templos en Estados Unidos querrá ver y escuchar, con renovado entusiasmo, a esta obispa del tercer mundo que será ungida en olor de castrismo, y lloverán las invitaciones para que venga con sus nuevos trapos y sus untuosos ademanes de siempre a reciclar las viejas monsergas que justifican el horror. Los que hemos sido víctimas de ese horror y conocemos la mendacidad de esta clase de expositores, debemos movilizarnos desde ahora para que las autoridades norteamericanas le cierren las puertas a la obispa Cot cuando quiera venir a cambiar sus mentiras por dólares.
©Echerri 2007