En ocasión de la publicación de las propuestas
al Proyecto de Constitución por parte de un grupo de iglesias evangélicas
cubanas anotábamos lo siguiente: Con
estas propuestas se completa las opiniones de un variado grupo de
denominaciones evangélicas cubanas. Está pendiente un documento oficial y
completo de la Conferencia de Obispos católicos de Cuba (COCC). También se
espera que en algún momento el pro oficialista Consejo de Iglesias de Cuba
(CIC) se pronuncie. Pues bien, aquí tenemos a modo de mensaje pastoral la posición
de los Obispos Católicos de Cuba, un extenso documento que ofrecemos a los lectores.
Falta, sin lugar a dudas un documento oficial del pro oficialista Consejo de
Iglesias de Cuba que no se han pronunciado aun.
MENSAJE PASTORAL DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA
MENSAJE PASTORAL DE LOS OBISPOS CATÓLICOS DE CUBA con
ocasión del proceso de consulta del
Proyecto de Constitución de la República de Cuba
“…Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza. Que tenga autoridad sobre los peces del mar y sobre las aves del
cielo, sobre los animales del campo, las fieras salvajes y los reptiles que se
arrastran por el suelo. Y creó Dios al hombre a su imagen. A imagen de Dios los
creó. Hombre y mujer los creó” Génesis 1, 26-27
Queridos hermanos:
Hemos querido comenzar nuestro mensaje con el clásico
y hermoso pasaje sobre la creación del ser humano que se relata en el primer
libro de la Biblia: el Génesis. De manera poética y figurativa nos transmite
importantes verdades sobre nuestra naturaleza. El hombre y la mujer comparten
la misma naturaleza y son iguales en dignidad y derechos. Tienen el mandato de
procrear y poblar la tierra y, además, autoridad, derechos y deberes para
utilizar y administrar los bienes que les han sido dados para su provecho, el
de su familia y el de la sociedad. También tienen la obligación de cuidar la
tierra por su valor en sí misma y porque es reflejo de la belleza de Dios.
Estos principios constituyen un patrimonio adquirido por la humanidad, tanto
por los creyentes como por los no creyentes. Sirvan estas premisas como prólogo
de nuestro mensaje.
LA IMPORTANCIA Y ALCANCE DE UNA CONSTITUCIÓN
Nuestro pueblo ha sido convocado y está inmerso en un
proceso de consulta con el fin de que todos los ciudadanos aportemos criterios
y proposiciones que contribuyan a enriquecer la redacción de una nueva
Constitución de la República de Cuba. La misma será presentada, a todos los
cubanos, en referendo para ser aprobada o rechazada. El referendo popular será
la última palabra de todo nuestro pueblo sobre la Constitución. Por eso,
conviene resaltar la importancia del mismo como un acto en el que cada
ciudadano está llamado a expresarse con el ‘sí’ o el ‘no’ mediante su voto, o
absteniéndose de hacerlo.
Como pastores comprendemos, a partir de los procesos
que ha vivido nuestra Nación, a quienes piensan que su opinión no cuenta. Sin
embargo, queremos invitar a todos nuestros compatriotas a optar por una
participación consciente y responsable. De igual forma solicitamos a las
autoridades que guían el siguiente proceso que las opiniones y aportes
recogidos sean tenidos en cuenta.
Es sabido que los diferentes temas presentes en el
texto son motivo de frecuente conversación y toma de posiciones que han generado
muchos intercambios de opiniones y debates, manifestando diferentes posturas:
unos participando con sus aportes, otros con cierta reserva y también quienes
consideran que ya todo está decidido. Es lógico que sea así, pues es signo de
la pluralidad de posturas, de interés y de preocupación, ya que sabemos que la
Constitución de un país debe reflejar las características de la sociedad y
determina, de muchas maneras, la vida de los ciudadanos y su futuro, también la
convivencia entre ellos, la participación en la toma de decisiones que afectan
sus vidas y las relaciones de los mismos con el Estado y la sociedad.
De modos diversos y en reiteradas ocasiones, muchos
nos preguntan acerca del parecer de la Iglesia sobre determinados aspectos
contemplados en el proyecto constitucional que está siendo debatido. Por tales
motivos, como obispos, queremos dirigirnos a ustedes, miembros de nuestras
comunidades, y a todas aquellas personas que también han expresado su deseo de
conocer nuestro pensamiento. Nos mueve y fundamenta la fe en Jesucristo
Salvador de todos los hombres, la fuerza de su Palabra que nos inspira y
sostiene, el amor y la búsqueda del bien para nuestro pueblo.
Partimos de una frase martiana que expresa el sentido
y valor que él le daba a la Carta Magna de una nación: “Una Constitución es una
ley viva y práctica que no puede construirse con elementos ideológicos” [1]. La
Constitución es la ley fundamental de una nación que fija la organización de la
sociedad y los derechos, deberes y garantías de los ciudadanos. De ahí que deba
reflejar “los principios y valores esenciales y mínimos, lo que implica no
abarcar y expresar en detalle todos los ámbitos de la vida política, económica
y social” [2]. También es legítimo afirmar que la Constitución no se puede
subordinar a leyes, decretos, resoluciones, partidos políticos, ideologías,
disposiciones o sentencias judiciales, ya que una Carta Magna prevalece por
encima de todos ellos. Es oportuno recordar que “la soberanía reside
intransferiblemente en el pueblo, del cual dimana todo el poder del Estado” [3].
Además, la Constitución en cuanto Ley Fundamental, se aplica por igual a todos
los ciudadanos e instituciones sin importar la índole de los mismos. “El hombre
no manda a otro hombre; la ley los manda a todos” [4]
Así mismo, por la importancia de la Constitución como
referencia última de la legalidad en la Nación y dada su supremacía sobre
cualquier interés particular, como expusimos anteriormente, consideramos no
solo aconsejable sino necesario, que la misma Constitución disponga la creación
de un Tribunal de Garantías Constitucionales con la finalidad de salvaguardar
los derechos que en ella se refrendan.
Resaltamos que la persona humana es, por su intrínseca
libertad y dignidad, el sujeto y centro de todos los derechos y deberes que
garantiza una Constitución, que siempre debe estar en beneficio de la persona
para así sustentar la convivencia de todos.
LA DIGNIDAD DEL HOMBRE Y DE LA
MUJER
Esta afirmación, mirada desde nuestra fe, expresa que
cada ser humano, por ser criatura de Dios, posee una dignidad particular que lo
pone por encima de todo lo creado. Esta constatación hizo exclamar al autor del
Salmo 8 (5.7) de la Biblia, lleno de admiración y agradecimiento:
“(Señor), ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él/el
ser humano para darle poder?...
Lo coronaste de gloria y dignidad, /le diste el mando
sobre las obras de tus manos, /todo lo sometiste bajo sus pies”.
Estas verdades sobre la persona humana fueron también
expresadas por nuestro José Martí cuando afirmó: “…dígase hombre, y ya se dicen
todos los derechos…” [5], para indicar que cada persona viene a este mundo con
la dignidad y los derechos que pertenecen exclusivamente a su condición humana.
A lo largo de la Historia, por el mal uso de la
libertad que Dios le dio al hombre, los seres humanos no nos hemos tratado con
el respeto que merece nuestra dignidad. A través de los siglos han sido muchas
las guerras, tiranías, violencias, discriminaciones, injusticias y muchos
desastres más, por lo que no es de extrañar que, terminado el horror de la
Segunda Guerra Mundial, las naciones sintieran la necesidad urgente de poner
por escrito y ratificar públicamente los derechos que todo ser humano tiene por
la simple razón de serlo. Nuestro país tuvo mucho que ver en este empeño que se
materializó en los 30 artículos de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos del 10 de diciembre de 1948, aprobada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas.
RESPETO A LOS DERECHOS HUMANOS
Visto lo anterior, apreciamos que el proyecto
constitucional (art.39) haya querido tener en cuenta el respeto y la aplicación
de los derechos humanos reconocidos en diversos tratados internacionales de los
cuales Cuba es signataria. Igualmente valoramos la declaración de que las
personas son iguales en su dignidad, en sus deberes y derechos, sin
discriminación alguna [6]. Al mismo tiempo lamentamos la ausencia del
reconocimiento a la diversidad de opinión política (cf. art 40), así como
también sería necesario explicitar que el derecho a la vida (cf. art. 43) debe
respetarse desde el momento de la concepción del individuo hasta la muerte
natural y, a su vez, sería de desear que abarque la exclusión de la pena de
muerte.
Del mismo modo se requiere un mayor esclarecimiento
sobre el derecho a la objeción de conciencia (art 59), de manera que la
preservación del derecho de unos no implique violentar el derecho y la
conciencia de otros. También se deben clarificar las causas, el alcance, los
medios y límites en relación al art. 3 relacionado con la defensa de la Patria,
para proteger la integridad y el ejercicio del derecho de las personas. El uso
de la fuerza es un recurso extremo, solo justificado en determinadas
circunstancias y en condiciones excepcionales y debe ser proporcional a las
causas que lo provocan. La Iglesia siempre ha valorado el diálogo y el respeto
mutuo como el mejor medio para superar los conflictos.
También resaltamos que, el art. 40 añade a la
Constitución vigente otras tres categorías como sujetos de derecho: “género,
orientación sexual e identidad de género” que provienen de una evidente
influencia de la llamada “ideología de género”, las cuales son innecesarias,
porque bastaría con la categoría “sexo” para que queden comprendidos todos los
miembros de la sociedad, tal como se reconoce en el art. 45: “la mujer y el
hombre gozan de iguales derechos y responsabilidades…”.
El sexo viene dado por la naturaleza y no es una
construcción cultural adquirida, como propone equivocadamente la referida
ideología de género, que se caracteriza por un fuerte subjetivismo, que lleva
al individuo a decidir por sí mismo lo que es bueno y lo que es malo. De tal
manera que, dicha ideología, sostiene entre sus postulados principales que cada
persona elige su propia identidad sexual. Esta corriente ideológica ha venido
introduciéndose en Cuba, entre otros, por algunos medios oficiales y por la
influencia del mundo exterior.
Así mismo, en el Proyecto de Constitución se reconoce
a los ciudadanos “el derecho a profesar o no creencias religiosas, a cambiarlas
y a practicar la de su preferencia, con el debido respeto a otros credos y de
conformidad con la ley” [7]. Según lo anterior, y en correspondencia a lo que
debe ser un Estado laico moderno, los obispos cubanos reafirmamos que la
libertad de practicar la religión propia no es la simple libertad de tener
creencias religiosas, sino la libertad de cada persona de vivir conforme a los
valores de la fe que profesa, de expresarlos públicamente, teniendo por límite
el respeto al otro. En nuestro caso concreto, esta libertad implica, además, el
reconocimiento jurídico de la Iglesia y de su identidad y misión propias, lo
que incluye la posibilidad de dar a conocer su enseñanza moral de acuerdo al
Evangelio, de acceder de modo sistemático a los medios de comunicación, la libertad
de enseñanza y de evangelización, de construir edificios y de adquirir y poseer
bienes adecuados para su actividad; y la libertad de asociarse para fines no
solo estrictamente religiosos sino también educativos, culturales, de salud y
caritativos.
LA FAMILIA
La Iglesia siempre ha considerado esencial el derecho
y responsabilidad de la familia en la educación de sus hijos. Esto coincide con
la Declaración de los Derechos Humanos, cuando dice: “Los padres tendrán
derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus
hijos” [8]. Este principio se expresa en el Magisterio de la Iglesia de la
siguiente manera: “La familia tiene una función original e insustituible en la
educación de los hijos…” [9] “Los padres tienen el derecho y el deber de impartir
una educación religiosa y una formación moral a sus hijos” [10]: “derecho que
no debe ser cancelado por el Estado, antes bien debe ser respetado y promovido.
Es un deber primario que la familia no puede descuidar o delegar” [11]
Es oportuno recordar lo expresado por el Papa San Juan
Pablo II en Santa Clara: “¡Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano
tu corazón!”[12], por esto apreciamos el papel que el proyecto constitucional
le otorga a la familia, y la disposición para que ésta cumpla su misión como
célula básica de la sociedad, tal como está formulado en el art. 67. Sin
embargo, en lo referente a la educación, los principios básicos señalados en el
párrafo anterior no están suficientemente expresados, pues, como se afirma en
el art. 95b “la enseñanza es función del Estado…” y, a su vez, en los art. 72 y
84 es de señalar que la contribución atribuida a la familia aparece enumerada
en último lugar, posteriormente al papel asignado al Estado y a la sociedad.
Entendemos que ni el Estado ni ninguna otra institución deben apropiarse esta
delicada misión.
Los obispos consideramos mal fundado y erróneo que
aparezca en el proyecto constitucional (art. 68) una definición del matrimonio
como “la unión de dos personas con aptitud para ello, a fin de hacer vida
común”. Al expresar este criterio no pretendemos desconocer, y en modo alguno
menospreciar, la dignidad de ninguna persona, pues, a todas se les debe
respetar su condición y su participación social. La enseñanza de la Iglesia
siempre ha sido clara: el amor recíproco y complementario entre el hombre y la
mujer fundamenta la vocación al matrimonio y a la familia, estableciendo una
unidad que no puede equipararse a ninguna otra. Distinción no significa
discriminación.
Los obispos, también, apreciamos lo expresado en el
proyecto constitucional sobre los derechos de la familia para alcanzar su pleno
desarrollo y bienestar. Para satisfacer estos derechos y lógicos deseos es
necesario que la Constitución brinde las posibilidades para que cada ciudadano
tenga un salario que realmente satisfaga sus necesidades e, igualmente, han de
garantizarse las prestaciones sociales necesarias para equilibrar la vida
familiar, de modo que sea posible y alcanzable por todos sus miembros una vida
estable y vivienda digna, hasta después de la vida laboral de los mismos. Por
ello, nos permitimos recordar lo expuesto en nuestro mensaje “La Esperanza no
defrauda”: “Cualquier proyecto social debe abrir espacios para los proyectos de
vida personal y familiar de los ciudadanos y deben armonizarse mutuamente ...
Las aspiraciones de superación personal deben ser alentadas para lograr así una
sociedad civil vigorosa que será siempre un bien necesario para todo país que
aspire a una sana prosperidad social y económica, sostenida por sólidos pilares
morales y espirituales” [13].
LA ECONOMÍA AL SERVICIO DEL BIEN COMÚN
Como principio, la Doctrina Social de la Iglesia
reconoce el destino universal de los bienes y la función social de la propiedad
para lograr el desarrollo integral de la persona, la familia y el bien común.
Por ello, nos complace que el Proyecto de Constitución también reconozca la
propiedad privada, aunque siempre se deberá tener en cuenta que los límites de
cualquier propiedad deben estar solamente condicionados por el principio
descrito anteriormente. En este campo, consideramos que lo expuesto en el art.
28 en relación a la inversión extranjera, debe ser extendido al ciudadano
cubano en virtud a lo refrendado en el art. 40 sobre “la igualdad de todos los
cubanos en sus derechos, deberes y oportunidades sin discriminación alguna”.
CONCLUSIÓN
Al concluir este mensaje queremos reconocer y valorar
que, un buen número de cubanos, está ejerciendo su derecho a opinar y esto, en
sí mismo, es un ejercicio beneficioso para las personas y la sociedad.
Nosotros, como obispos y pastores de la Iglesia Católica en Cuba, no hemos
pretendido hacer una exposición exhaustiva de todos los contenidos del proyecto
constitucional, sino que deseamos iluminar aquellos aspectos que más nos han
sido reclamados en orden al discernimiento y posterior decisión que cada uno
deberá tomar según su conciencia y libertad.
Pedimos a Dios que nos ayude a encontrar los caminos
que favorezcan el crecimiento del respeto mutuo y el reconocimiento de la
dignidad de cada persona. Sólo así se hará realidad el sueño de nuestros
próceres, proclamado por Martí al desear que Cuba fuera una República “con
todos y para el bien de todos” [14]. A nuestra Madre, la Virgen de la Caridad
del Cobre, le pedimos que continúe acompañando la vida de nuestro pueblo. ¡La
Caridad nos une!
La Habana, 24 de octubre de 2018.
Fiesta de San Antonio María Claret
+ Dionisio García Ibáñez, Arzobispo de Santiago de Cuba,+
Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de La Habana, + Wilfredo Pino Estévez,
Arzobispo de Camagüey
+ Emilio Aranguren Echeverría, Obispo de Holguín,
Presidente de la COCC, + Arturo González Amador, Obispo de Santa Clara,
Vicepresidente de la COCC, + Manuel Hilario de Céspedes y García-Menocal,
Obispo de Matanzas, + Jorge Enrique Serpa Pérez, Obispo de Pinar del Río
+ Álvaro Beyra Luarca, Obispo de Bayamo-Manzanillo,+
Domingo Oropesa Lorente, Obispo de Cienfuegos, + Juan Gabriel Díaz Ruiz, Obispo
de Ciego de Ávila, + Silvano Pedroso Montalvo, Obispo de Guantánamo-Baracoa,+
Juan de Dios Hernández Ruiz SJ, Obispo Auxiliar de La Habana, Secretario
General de la COCC
_______________________________________________________________________
[1] José
Martí, Carta de New York, 23 de mayo de 1882, Obras Completas, Tomo IX, páginas
307 y 308.
[2]
Proyecto de Constitución, Introducción al Análisis del Proyecto -
Consideraciones finales, párrafo 3.
[3]
Proyecto de Constitución, art. 10
[4] P. Félix Varela. Cátedra de Constitución,
Observación Segunda. Cita tomada del Libro “Escritos políticos”. Ed. Ciencias
Sociales, 1977.
[5] José
Martí. “Mi raza”, periódico “Patria”, Nueva York, 16 de abril de 1893. Obras
Completas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1976, Tomo 2, páginas 298 a
300.
[6]
Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 2
[7] Proyecto de Constitución de la República,
art. 62
[8] Declaración Universal de los Derechos
Humanos, art. 26.3
[9] Concilio Vaticano II, Declaración Gravissimum
Educationis n. 3
[10]
Concilio Vaticano II, Declaración Dignitatis Humanae n.5
[11]
Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia n. 239
[12] San
Juan Pablo II, Homilía en Santa Clara, 22 de enero de 1998.
[13]
Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Carta Pastoral “La Esperanza no
defrauda”, 8 de septiembre de 2013, nn. 29-30
[14] José Martí, Discurso “Con todos y para el
bien de todos”, Liceo cubano de Tampa, EEUU, 26 de noviembre de 1891