diciembre 28, 2022

Cuba: “Dios permanece gritándonos al corazón que no es la muerte, ni la mentira, ni el odio sino la vida, la verdad y el amor las que tienen la última palabra”.

 

Homilía Misa del Gallo 2022. IGLESIA DE NTRA. SRA. DE FÁTIMA. Varadero. Cuba

Padre Jesús Marcoleta

Queridos hermanos y hermanas:

En esta noche santa y buena quiero comenzar deseándoles muchas felicidades a todos ustedes que han venido a escuchar este concierto de Nuestra América y a celebrar la santa Misa porque hoy es Navidad. Les deseo muchas felicidades a todos ustedes y a los que quedaron en sus casas.

Feliz Navidad les deseo a los enfermos, a los que están próximos a ver a Dios cara a cara, a los que hoy les toca estar de guardia en los hospitales, en la seguridad de las calles, en las fronteras, en las emisoras de radio y televisión.

Feliz Navidad les deseo a los presos, no importa hoy el delito, porque la Navidad no es día de juicio sino jornada de amor y libertad.

Feliz Navidad a los viejos que no saben qué hacer con sus lágrimas, porque los han dejado solos sus hijos, sus nietos; porque sus hijos, sus nietos se han ido cruzando fronteras y mares y ya llegaron, o no han llegado o nunca más llegarán.

Feliz Navidad para los que no creen en Jesús, para los que negaron a Jesús y su Navidad y sus fiestas, y sus luces, y sus regalos, y sus dulces, y su comida en familia y hoy se asombran de que los jóvenes, los más jóvenes prefieran vivir Halloween porque ya no saben, no hubo quien les mostrara el camino de la Navidad.

Padre Jesus Marcoleta.

Aquí en Varadero, ciudad cosmopolita y abierta al mundo, quizás nos resulte difícil entender que la Navidad de Jesús, aquel primer llanto y aquella primera sonrisa del Rey, haya tenido lugar en un rincón escondido, fuera de los itinerarios turísticos del mundo.

Pero todo sucedió en el silencio, todo se abrió paso en el recogimiento del misterio. Dios hizo su entrada en el mundo de los hombres al abrigo de una casa tranquila. Dios no buscó un gran palacio ni el templo inmenso construido por manos humanas, sino a María-casa-de-Dios. Ella se turbó ante el ángel. Ella ofreció el silencio de su virginidad para que se escuchara la luz de la Palabra. Ella, sí, ella humilde sierva, la madre del Rey eterno.

María acepta, obedece y se rinde en fe a Dios y el fruto de Dios irá creciendo en su interior hasta que la Navidad brote para que pueda Dios poner su morada entre pequeños y humildes, y en su opción de paz y de justicia nos bañe a todos de alegría.

Estar ante el pesebre, decía el papa santo Pablo VI, es siempre cordialmente estupendo y siempre nos fascina. Uno se puede detener ante él como un niño y pasar tiempo y tiempo, contemplándolo todo, mirándolo todo, preguntándolo todo.

Pero la Navidad exige un paso más, exige preguntarse por su significado aquél y por su querer decir hoy, por su valor y el valor de sus detalles para que no se nos quede en oropeles y comida.

He invitado mucho este año a celebrar la Noche Buena porque la pienso como una necesidad de vida ante el hundimiento en la tristeza. He invitado a celebrarla como antídoto, para encender los horizontes donde Dios permanece gritándonos al corazón que no es la muerte, ni la mentira, ni el odio sino la vida, la verdad y el amor las que tienen la última palabra.

¡Qué año tan duro, Dios mío! Este ha sido el año del hotel Saratoga y de la base de super tanqueros; el año del ciclón sobre Pinar del Río y el de los interminables apagones. Este ha sido el tiempo en que, por primera vez, en más de quinientos años de tradición jurídica, a los padres cubanos le diluyeron la patria potestad sobre sus hijos en un extraño concepto de responsabilidad parental. Un año escaso en alimentos, en medicamentos y en insumos hospitalarios.

Pero sobre todo  lacera y duele que tantos hombres y mujeres buenos, que tantos niños, adolescentes y jóvenes buenos, que tantos negros y blancos buenos se hayan marchado, se estén marchando, se van a marchar porque, como expresan “aquí ya no hay quien viva”. Y ellos son “la dulce esperanza de la patria” en el bien decir del padre Félix Varela.

Se han ido los brazos jóvenes, los médicos, los maestros, los ingenieros, nosotros los pastores, los artistas, los escritores, los deportistas, los militares. Se van lo que vivían su vida tranquila y los que vivían delatando. Los pacíficos y los que vivían machucando a los demás. Los confiados y los temerosos de pagar con su libertad el expresar su pensamiento discordante.

Ruego me perdonen los que no quieren escuchar hoy y aquí estas cosas, o los que no quisieran escucharlas nunca; pero es que nunca desearía se repita aquella sentencia terrible del siglo XIX, pronunciada con apoyaturas en la realidad de que la religión es el opio de los pueblos.

Hoy se nos cuenta la genealogía de Jesucristo para decirnos que el Mesías, cuya Navidad celebramos, representa el fruto de un trabajo oculto, en el que Dios escribe derecho entre renglones torcidos, y en el que lleva adelante su proyecto de salvación haciendo de nosotros los colaboradores de una obra que nos supera.

Hoy quiero pedirte, Señor y Dios mío, que nos abramos todos al regalo, al don de tu amor. Que no tengamos miedo de abrir las puertas de nuestros corazones y de toda Cuba a Cristo, como hace veinticinco años nos urgió a hacerlo san Juan Pablo II.

Que al abrirte las puertas nos alcance la libertad de los hijos de Dios en nuestras metas, en nuestros emprendimientos, en la expresión de nuestros pensamientos y en la posibilidad de asociarnos para alcanzar los bienes comunes.

Que al contar también las genealogías propias las pueda soñar, realizar en fe y en esperanza en mi propia tierra, porque ya no tenga que mirar la historia como el eterno retorno de las fatalidades antiguas, sino como la misteriosa avanzada del designio del amor de Dios.

A todos: ¡Feliz Navidad!

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