Ataques a la Iglesia
Por: Adrián Martínez Cádiz. *
Los ataques a la Iglesia Católica siempre han estado
ahí. No se esconden lo suficiente, de hecho, no quieren esconderse. Tienen
órdenes de ser detectados con el objetivo de decirte: “te estamos vigilando”
Con la homilía del 18 de octubre del año pasado, donde
el Padre Jorge Luis Pérez Soto iluminara a sus feligreses con un sermón sacado
de la Doctrina Social de La Iglesia se despertaron, visiblemente, las alarmas
para las ciberclarias dedicadas a seguir las publicaciones religiosas.
Varios perfiles desde entonces han procurado atacar de
manera directa e indirecta a los Obispos, Sacerdotes y Laicos que enseñan la
verdad del Evangelio. No faltó tiempo para mentir e intentar crear malestar
entre el pueblo y la iglesia.
Los perfiles que crean estas publicaciones son
ciberclarias. No tienen su rostro real, ni datos, ni nombre verdadero. Son
personas a las que se les paga por desacreditar, mentir y atacar a la Iglesia,
no sé si me equivoco, pero para mí son MERCENARIOS.
Perfiles como Rafael Acosta, Luis Otero, Carlos
Labrada, Richard Cabrera, Isabela MP, Amir León, Carla Álvarez, Luis Toledo,
Elpidio Valdés, Arthur Gonzalez, entre otros.
Este último escribe para un blog llamado “Heraldo Cubano” donde,
entre otras cosas, ha llamado hipócritas a los Obispos y ha atacado a la
Iglesia pidiendo que se meta en sus asuntos y no en política.
Arthur Gonzáles tiene un fiel seguidor de sus
escritos, un seguidor que suele compartir muchos sus publicaciones en su perfil
de Facebook. Hablo de Rober Noa, segundo encargado de la Oficina de Asuntos
Religiosos del Partido Comunista de Cuba. No solo es seguidor de Arthur, sino
que también es amigo en Facebook de la mayoría de estos perfiles falsos que
atacan a la Iglesia. ¿Casualidad o causalidad?
Luego de pasar por difamaciones, memes, burlas, tildar
de mercenarios, e incluso llegar a inventar sobre el financiamiento de posibles
atentados, llega el turno de la estrategia de publicar cartas de supuestos
católicos en contra de los sacerdotes que se han pronunciado recientemente.
Cartas que salen de perfiles falsos y que nunca están
firmadas, porque los supuestos autores temen a la “represión de la iglesia”.
Sin duda cree el ladrón que todos son de su condición. ¿Represalias? Por favor.
También intentan sembrar entre católicos la idea de
que estos laicos y sacerdotes que se pronuncian atentan contra la comunión de
la Iglesia con ese falso discurso de unidad donde solo puedes callar y acatar
las órdenes de los de arriba sin tan siquiera dar tu opinión.
Perdonen, mi Iglesia no es así.
He tenido la oportunidad, en reiteradas ocasiones, de
conversar con el Cardenal Juan de La Caridad García, mi obispo, sobre diversos
temas pastorales y sociales y siempre he
podido expresarme con total confianza.
Lo que no pueden entender los detractores de la
Iglesia es que aun cuando en algunas cosas accidentales no todos pensemos
igual, entre nosotros podemos dialogar, discutir, entendernos, ceder,
perdonarnos, abrazarnos y continuar amándonos y defendiéndonos en nuestras
diferencias y en nuestras coincidencias. Porque la unidad de la Iglesia viene
de la fe común y la vivencia de la caridad fraterna y no de una falsa uniformidad de pensamientos.
Otro intento de ataque para dividirnos es intentar
persuadir al pueblo y a católicos de que la Iglesia no se debe meter en
Política, opinión que solo puede tener aquel que ignora sobre la Iglesia, su
misión y su Doctrina Social.
Es por ello por lo que comparto este fragmento de la
DSI donde deja claro el tema.
«La
Iglesia tiene el derecho de ser para el hombre maestra de la verdad de fe; no
sólo de la verdad del dogma, sino también de la verdad moral que brota de la
misma naturaleza humana y del Evangelio.
El anuncio
del Evangelio, en efecto, no es sólo para escucharlo, sino también para ponerlo
en práctica: la coherencia del comportamiento manifiesta la adhesión del
creyente y no se circunscribe al ámbito estrictamente eclesial y espiritual,
puesto que abarca al hombre en toda su vida y según todas sus
responsabilidades. Aunque sean seculares, éstas tienen como sujeto al hombre,
es decir, a aquel que Dios llama, mediante la Iglesia, a participar de su don
salvífico.
Al don de
la salvación, el hombre debe corresponder no sólo con una adhesión parcial,
abstracta o de palabra, sino con toda su vida, según todas las relaciones que
la connotan, en modo de no abandonar nada a un ámbito profano y mundano,
irrelevante o extraño a la salvación.
Por esto
la doctrina social no es para la Iglesia un privilegio, una digresión, una
ventaja o una injerencia: es su derecho a evangelizar el ámbito social, es
decir, a hacer resonar la palabra liberadora del Evangelio en el complejo mundo
de la producción, del trabajo, de la empresa, de la finanza, del comercio, de
la política, de la jurisprudencia, de la cultura, de las comunicaciones
sociales, en el que el hombre vive.
Este
derecho es al mismo tiempo un deber, porque la Iglesia no puede renunciar a él
sin negarse a sí misma y su fidelidad a Cristo: «¡Ay de mí si no predicara el
Evangelio!» (1 Co 9,16).
Por la
relevancia pública del Evangelio y de la fe y por los efectos perversos de la
injusticia, es decir del pecado, la Iglesia no puede permanecer indiferente
ante las vicisitudes sociales: es tarea de la Iglesia anunciar siempre y en
todas partes los principios morales acerca del orden social, así como
pronunciar un juicio sobre cualquier realidad humana, en cuanto lo exijan los
derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas». (Compendio
de la Doctrina Social de la Iglesia nn. 70 - 71)
Por tanto, es parte de nuestra misión iluminar las
conciencias y predicar el evangelio; denunciar lo que está en contra de las
leyes de Dios y aquello que lesiona al ser humano en su dignidad.
Juntos con nuestra diversidad de posturas,
pensamientos, carismas y formas de expresar la fe, somos y formamos una sola
Iglesia: la Iglesia de Cristo.
Eso nos hace fuertes y nos hace vivir el amor, no solo
entre nosotros, sino también hacia quienes nos persiguen. Por ellos no dejamos
de orar y de pedirle al Señor que ilumine sus vidas, que se arrepientan y crean
en el Evangelio, para que puedan salvar sus almas y entrar en el Reino de los
cielos.
Fuente: Areópago
Cubano: Pensamiento Social de Inspiración Cristiana
* Realizador Audiovisual y Cinematográfico Independiente.
Responsable de Comunicaciones en Pastoral Juvenil de La Habana. Trabaja en
SIGNIS-Cuba. Trabajó como Realizador Audiovisual, director de Fotografía y
Editor. en WajirosFilms. Estudió en República del Paraguay. Estudió Diplomado
en Medios de Comunicación Social en Universidad Pontificia Comillas