“Cuba para Cristo” resume el
objetivo del fundamentalismo cristiano en nuestro país…, subvierte, en última
instancia, la máxima martiana en la que se inspira nuestra Carta Magna cuando
asegura que Cuba es un estado “organizado con todos y para el bien de todos”.
Dicen las autoras del artículo.
Un artículo con el título de: “Cuba para Cristo” no es con todos ni para el bien de todos”,
aparece publicado en el sitio
web de temas LGBTI en Cuba y en el sitio fanático-comunista: La Joven Cuba.
Ataca sin reservas a la comunidad evangélica cubana y cuestiona la frase,
asumida desde hace mucho tiempo por los evangélicos en Cuba: “Cuba para Cristo”.
La expresión “Cuba
para Cristo” no es nueva ni está acompañada de algún oscuro propósito,
viene desde las campañas evangelísticas en
los cincuentas. Acusar a la iglesia evangélica en Cuba de promover “el patriarcado colonizador, racista,
capitalista, misógino y homofóbico” es una torpe ataque a una iglesia que
nunca tuvo en los últimos 60 años, asidero alguno, con inclinación al derecho, como
para proclamar lo que hacen las iglesias de confesión cristiana: llevar el
mensaje salvífico. Esta es la dedicación desde hace siglos del Cristianismo y esto
lo seguirán haciendo.
Dicen ahora que la iglesia cubana de confesión
cristiano evangélica, “no empondera las poblaciones históricas, se niegan al
dialogo, al multiculturalismo” y su mensaje es “excluyente y condenatorio”… y siguen.
La iglesia que ha sufrido y aún sufre una sistemática
violación del derecho, que solo conoció del cierre de templos, las Unidades
Militares de Ayuda a la producción (UMAP), las depuraciones en las
Universidades, la cárcel y la discriminación; ahora es atacada por que dicen
que si hablan de “Cuba para Cristo”
esto no incluye el “con todos y para el
bien de todos” martiano. ¿Dónde estaban o están estos que hoy atacan a la
iglesia cuando toda la estructura libertaria y el derecho fueron excluidos
desde que se estableció la dictadura en Cuba? ¿Dónde estaban estos cuando el
totalitarismo marxista leninista excluyó las poblaciones históricas, descartaron
el dialogo y no admiten manifestaciones culturales que no sean apegadas a la
ideología comunista? Si están tan preocupados por una Cuba “con todos y para el bien de todos”,
empecemos por preocuparnos por eliminar a una dictadura totalitaria,
discriminatoria, violadora del derecho, explotadora y con una sórdida
dedicación a la criminalidad y la maldad. Todo esto lo hace y lo sigue haciendo
la dictadura Castrocomunista y a ésta nadie la cuestionó o la cuestiona aunque está muy
lejos de estar “con todos y para el bien
de todos”.
Como asumimos el
derecho a la información, sin cortapisas, incluimos en este blog el artículo en
cuestión de manera íntegra.
Por Susana Hernández Martín y Ángela Laksmi. *
Hace
varios meses algunas iglesias fundamentalistas repiten el eslogan “Cuba para Cristo” en sus templos, en las
calles y en las redes sociales. La frase define un objetivo que no es nuevo
pero que ha ganado fuerza desde que el movimiento fundamentalista cristiano en
el país, encabezado por varias denominaciones como la Iglesia Metodista y la
Liga Evangélica, iniciara su ofensiva contra el reconocimiento de los derechos
de las personas LGBTIQ+ en la nueva Constitución.
¿Cómo
es ese Cristo al que quieren consagrarle este país? ¿Quiénes integran la Cuba
de la que hablan? ¿Qué implicaciones tiene la frase y qué estrategias emplea el
movimiento que la usa de bandera?
Para
muchos de quienes seguimos el avance del fundamentalismo cristiano en nuestra
isla es evidente que el Cristo que promueven encarna el patriarcado
colonizador, racista, capitalista, misógino y homofóbico que rechaza cualquier
política que empodere a poblaciones históricamente sometidas por los dogmas
religiosos, y las convierte en el centro de sus ataques bajo la premisa de que
contradicen la moral y los valores bíblicos.
El
Cristo al que se refiere el eslogan rechaza el ecumenismo y se niega a
dialogar, incluso a reconocer a otras religiones y espiritualidades a las que
condena por herejes. Es un Cristo que cercena el multiculturalismo porque solo
reconoce luz y verdad en su propia palabra y que se impone desde una hegemonía
incuestionable.
En
sus perfiles de Facebook e Instagram, varios representantes de estas iglesias
se han pronunciado sobre el carácter “satánico”
de las religiones afrocubanas e incluso han convocado a personajes populares
como el humorista Limay Blanco, cuya reciente conversión al cristianismo fue
explotada en redes sociales para respaldar el discurso de descrédito a la
religión Yoruba.
También
en redes sociales hemos visto cómo en muchos de sus cultos, que parecen más
espectáculos que espacios espirituales, ocurren “sanaciones” milagrosas que confirman a quienes creen y seducen a
quienes dudan de que Dios esté en ESAS iglesias, y por tanto, en la agenda que
promueven.
Con
el propósito de propagar el mensaje de ese Cristo excluyente y condenatorio han
entregado Biblias en las calles, y han producido materiales comunicativos como
video clips que incitan al odio y la discriminación, revistas, libros y canales
de You Tube que colocan en el Paquete Semanal dirigidos sobre todo a un público
joven.
Se
han colado en espacios estatales con un mensaje explícitamente religioso, como
demuestra el caso reciente de los payasos evangélicos “Los Parchís”, quienes tras la fachada de un espectáculo infantil
escondían el proselitismo más fiero, en el que se construyen sistemas de
valores tan cerrados como el concepto de cristianismo de quienes lo ejercen.
Este caso enciende la alarma sobre situaciones similares que pueden estar
ocurriendo en el país sin que lo sepamos.
En
los últimos meses hemos vivido la cruzada de este movimiento contra las teorías
feministas y de género, a las que denominan “ideología de género” con el propósito explícito de restarle
credibilidad e impacto, y definir un “enemigo”
contra el que unirse por encima de diferencias doctrinales.
Atacan
a los feminismos, reforzando con toda intención el error de que estos
constituyen una categoría igual de excluyente y violenta que el machismo. Desde
esa perspectiva, la posibilidad de mujeres empoderadas amenaza de manera
directa al estereotipo de familia que sustenta el patriarcado.
Por
ejemplo, aunque creíamos que el aborto, como un derecho de las mujeres a
decidir sobre sus cuerpos, era una garantía incuestionable en Cuba –anterior
incluso a 1959–, hoy el fundamentalismo cristiano promueve el mismo discurso “próvida” que en otros países de la
región ya ha coartado efectivamente la autonomía de las mujeres en este
sentido.
Desde
que inició el debate del Proyecto de Constitución, en el que se reconocían los
derechos de las personas LGBTIQ+, nuestros colectivos han estado en el centro
de su ofensiva. Durante este tiempo se han encargado de “demonizarnos” a través
de diferentes estrategias.
Han
dirigido recursos a difundir una lectura bíblica que condena las identidades y
expresiones que se apartan de la cis-heteronorma, a mostrar la homosexualidad
como una desviación moral y una perversión que solo produce caos en la sociedad
y a ridiculizar las disímiles expresiones de la diversidad sexual y de género.
Niegan
los avances científicos que muestran al género como una categoría construida
socialmente y a las sexualidades e identidades diversas como expresiones válidas,
y mienten sobre los propósitos de una educación integral de la sexualidad
basada en el respeto a la diversidad humana.
Eso
explica por qué han sido activistas por los derechos sexuales quienes han
asumido con frecuencia los procesos de denuncia, sobre todo en redes sociales,
a los excesos de las iglesias fundamentalistas, incluso cuando no es tan
evidente la amenaza a las personas LGBTIQ+.
Este
Cristo al que quieren ofrendarle Cuba no dice “cree” sino “ve”. Provee
de alimentos, contribuye a edificar viviendas, hace aparecer polvo de oro en
las manos de la feligresía, divierte a los niños y les da de comer, sana
mágicamente a quienes sufren y promete que esa buena fortuna seguirá siempre
que abracen su mandato. Utiliza el trabajo comunitario como una fachada para
enmascarar –apenas– su labor proselitista, su “pesca de almas”, y no responde a un fin humanitario sino
utilitario: este es un Cristo que exige una obediencia incondicional y acrítica
a cambio de beneficios materiales.
Este
Cristo al que quieren ofrendarle Cuba no dice “cree” sino “ve” y
utiliza el trabajo comunitario como una fachada para enmascarar –apenas– su
labor proselitista.
La
estrategia de “pesca de almas” en las
comunidades ha sido exitosa para la denominación Metodista, que cuenta con
iglesias o misiones en cada municipio del país y suma una feligresía de 50.000
personas, según informan a través de su página web.
Esta
cifra es solo una parte del movimiento fundamentalista cristiano, compuesto
además por otras denominaciones que durante el contexto de reforma
constitucional se unieron en varias declaraciones para rechazar el
reconocimiento de derechos de las personas LGBTIQ+, llegando a sumar más de 20
en Cuba.
La
membresía que reúnen constituye una fuerza de choque con serias capacidades
para frenar cualquier avance en materia de justicia social e impulsar la agenda
política de quienes lideran el frente fundamentalista, una agenda que incluye,
junto a la exclusión de las personas LGBTIQ+ del proyecto de país, educación
privada, acceso a los medios de comunicación y condiciones legales para su
crecimiento patrimonial y económico.
Además
de trabajar para crecer en número, el pasado 11 de junio dieron un paso
importante para cohesionar al movimiento en Cuba y articularse con el frente
regional que ya ha tenido tenido excelentes resultados en países como Brasil y
Bolivia. Crearon la Alianza de Iglesias Evangélicas de Cuba (AIEC), conformada
en el momento de su fundación por siete denominaciones: la Iglesia Metodista en
Cuba, la Liga Evangélica de Cuba, las convenciones Bautista Oriental y
Occidental, la Iglesia Evangélica Pentecostal Asamblea de Dios, la Iglesia
Buenas Nuevas y la Iglesia Evangélica Betel.
“Cuba para Cristo” resume el objetivo del
fundamentalismo cristiano en nuestro país, que pretende revocar el principio
constitucional de que Cuba es un estado laico, desdibujando por completo los
límites entre los ámbitos religioso y secular, y subordinando toda la vida del
país a los principios y la moral fundamentalista cristiana. Subvierte, en
última instancia, la máxima martiana en la que se inspira nuestra Carta Magna
cuando asegura que Cuba es un estado “organizado
con todos y para el bien de todos”.
*Susana Hernández
Martin. Directora en Q de Cuir, Periodista
en Proyecto Abriendo Brechas de Colores - LGTBI. Estudió Periodismo en UCLV
Marta Abreu. Reside en La Habana
*Angela Laksmi. Trabaja en Q de
Cuir. Coordinadora en Proyecto Abriendo Brechas de Colores – LGTBI. Trabajó en
CENESEX. Estudió Psicología en Universidad de La Habana. Reside en La Habana.