Esta es una Reflexión que no ha enviado el Muy Reverendo Obispo Luterano de Cuba. Algo extensa aun más extensa que las de Coma-Andante. Aquí la incluimos.
¿A qué viene Jesucristo, del Reino de los Cielos al Reino de Dios y su Justicia?
Todos hemos predicado mucho sobre los dos reinos, el de los cielos y el de Dios y su justicia, pero lo más probable es que no le hayamos buscado la diferencia y es la que en esta oportunidad quiero compartir con cada uno de Uds. No es por gusto que vengo hace tiempo compartiendo la idea de rescatar el cristianismo primitivo, todo está en base a esa diferencia.
1. El Reino de los Cielos, es el lugar que concebimos fuera del tiempo, es donde nos imaginamos a Dios Padre Reinando, lugar santo y de poder divino.
2. El Reino de Dios y su Justicia, ya definido por Juan el Bautista cuando comienza su ministerio con la predicación llamando al arrepentimiento, esperando un reino político y terrenal y nos anunció en Mateo 3:2, cito: “…el reino de los cielos se ha acercado”, fin de la cita. Jesús, al recibir noticias de Juan el Bautista con las interrogantes en, Mateo 11:3 “… ¿eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?, ante esa interrogante, Jesús le manda a decir, según el evangelio de Mateo 11:5, cito: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio;” fin de la cita. Teniendo bien clara las ideas, nos damos cuenta para que se creó la iglesia como institución, su objetivo principal es la de predicar el evangelio del Reino y su Justicia; la iglesia es el instrumento y custodio del Reino de la tierra. El Reino es el medio que tenemos para la salvación; la iglesia es el medio donde podemos practicar la comunión, del testimonio y el goce de las bendiciones del Reino de Dios y su Justicia. ¿Hemos realmente interiorizado la pregunta; alguna vez hemos pensado seriamente en la gran responsabilidad que tenemos cuando nos queremos identificar con la obra redentora de Jesucristo?, pues ahora tenemos la oportunidad de tomar o dejar de caminar por sus pisadas.
La iglesia es un pueblo llamado y convocado, ahora viene la pregunta, ¿convocado para qué?, hermanos, la iglesia nos convoca para seguir paso a paso el camino recorrido por Cristo y sus apóstoles seguidos éstos por todos sus discípulos. La iglesia nos convoca para que no miremos el precio que hay que pagar para lograr implantar la Justicia, la iglesia nos convoca para enterrar el mal y resucitar el bien.
En nuestro tiempo tenemos que conocer muy bien donde está el bien y donde el mal. El bien se caracteriza por ser beneficioso o favorable para todos y todas; palabra que contiene en sí misma la perfección y está formada por todo lo considerado moralmente bueno, por lo que no nos es posible buscar otra cosa diferente en Cristo.
El mal se caracteriza por ser contrario a la norma moral, a la virtud o al bien, por lo que el cristiano debe luchar contra él de una forma profesional, con ética.
Si analizamos esos dos conceptos nos damos cuenta que no podemos parcializarnos a la hora de decidir, lo primero que tenemos que hacer es buscar la razón y la verdad y ponerla por encima de los intereses mezquinos a los cuales la mayoría de los seres humanos somos proclives. Tener a bien todas las normas de conducta que se requiere de un buen ciudadano, es estar a la altura de la fe que decimos profesar cuando hablamos de Cristo y nos llamamos sus seguidores.
Mis hermanos, no pretendo dar una clase de ética porque cada uno de los que me leen ya la tienen formada, pero, si algún objetivo persigo es que, nos haría mucho bien a todos y todas tomar el camino por donde transita la vida para salvar vidas. Muchas veces, a la hora de definir el evangelio, todos decimos: El evangelio es sinónimo de Buenas Nuevas o Verdad indiscutible, si es así, y nos llamamos cristianos, tenemos que ir a lo que Cristo nos legó y no a lo que los poderes económicos y financieros internacionales nos quieren imponer a través de sus mentiras. Hoy el mundo está en manos de cinco naciones con poder y estas deciden quién debe o no desarrollar el uranio enriquecido con fines pacíficos, para el desarrollo de plantas nucleares y a través de ellas poner en marcha el desarrollo de los países que han logrado obtenerla. En tiempos de paz, se discutieron sus aplicaciones en la Conferencia Internacional sobre la Utilización Pacífica de la Energía Atómica de 1955, 1958 y 1964, celebradas en Ginebra (Suiza). Para que se tenga una idea de las ventajas para el desarrollo de cualquier país, una planta nuclear de 60.000 Kw sólo requiere 7 kg de uranio 235 por mes. En esa lucha se encuentra Irán y ya se le ha sancionado en el Consejo de Seguridad por no detener la fabricación. ¿Quiénes sancionan?, los mismos de siempre, los poderosos, los que no piensan en el bienestar de los pueblos, sino en el poder terrenal para dominar y destruir a quienes no lo obedecen, contra esa política, nuestra iglesia se manifiesta, condenándola moralmente. Como cristiano y, abogando por la justicia, nos declaramos contrario a la injusta medida contra Irán. Los pueblos tenemos derecho a buscar pacíficamente nuestras vías de desarrollo para el bien de la comunidad internacional. Los cristianos como instituciones tenemos poder, no sólo de persuasión, sino poder de masividad que mueve conciencia, es deber de los cristianos pronunciarnos activamente a favor de la paz y el desarrollo nuclear con fines pacíficos y no cruzarnos de brazo porque los señores del dinero dicen que el cristiano es apolítico, esa posición no existe se es o no se es, de uno o de otro lado se está. Nosotros como iglesia soberana estamos con los pueblos que luchan por su libertad y soberanía.
Mis hermanos, amigos y compañeros, cuando estamos predicando sobre el rescate del cristianismo primitivo, lo hacemos con la esperanza de la unidad en la diversidad, para poder, entre todos, lograr hacer realidad los acuerdos en el Primer Foro Social Mundial de Porto Alegre, Brasil, en 2001, acuerdos por los que la humanidad consciente de la injusticias e inequidades que el mundo viene sufriendo –guerras, hambre, violencia contra las mujeres y los niños, acoso sexual, en sentido general, violación a los Derechos Humanos-, por lo que entendemos que se hace necesario construir otro mundo, con otra ética, con otros valores, que no sean los del dinero y los mercados, así llegaremos a otro mundo que si es posible. Y es necesario.
Ahora sí, para que ese otro mundo sea posible hay que cuestionar y rechazar a la idea del Dios predicado, legitimado y sostenido por quienes han construido este mundo lleno de tanta injusticia y que venimos sufriendo desde el año 313 cuando se oscureció con la traición, la esperanza de un mundo diferente al que estaban viviendo en aquella época, en honor a la verdad, no tiene nada de diferente al de ahora, la diferencia está en las armas de exterminio masivo fabricada, administrada y controlada por los grandes poderes industriales, militares, económicos y financieros internacionales. Es urgente hallar en el mensaje de Jesús de Nazaret, los rasgos del Dios que necesitamos para transformar el mundo. Para lograr vivir fuera del área de influencia del Dios que no nos ayuda a crecer y a hacernos responsables de nuestra vida y de nuestro mundo, por eso es que queremos recuperar la originalidad del mensaje de Jesús y cuestionar los dogmas, los ritos, las tradiciones y la historia que lo han escondido y distorsionado. Esa es la tarea que hoy la cristiandad tiene por delante.
Foto: El Obispo…, reflexionando.
*Obispo presidente. Iglesia Evangélica de Confesión Luterana de Cuba. E-mail: mailto:ieclcij@enet.cu
1 comentario:
Segun él somos sus " hermanos, amigos y compañeros"; habla de derechos humanos y defiende a los ayatolas de Iran, quienes violan sistematicamente todos los derechos humanos y quieren desaparecer a Israel del mapa del mundo. Este "compañero" habla de derechos y no es capaz de mencionar los que se han violado durante 51 años delante de sus narices.
Pobre Cuba, si esos son sus lideres religiosos, perdidos en sus discursillos retoricos-marxistas usando el Evangelio.
ARG.
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