Willy, el arzobispo de Camagüey se ha
pronunciado, ha dado su modesta opinión. Esta se ha centrado o al menos es lo que parece en el artículo 68
del proyecto de una Constitución que ya estableció de antemano una dictadura
que está en el poder hace casi 60 años. No sé si Willy sabe esto, debe de
saberlo. El articulo 68 sobre el matrimonio igualitario en Cuba será incluido
porque así lo decidió la princesa regente de la tiranía; si esta no fuera la
que establece la ideología de género en Cuba, este artículo no aparecería allí.
Willy se mete en derechos sociales en Cuba después
de dejar claro que el asunto es asumir el concepto de “parejas de hecho”, una
entelequia que algunos se han inventado. Pues bien, quiero saber si este u otro
de los opinantes tendrán de una vez y por toda la intención de reconocer que lo
importante es el derecho de todos los cubanos y no de una parte de ellos. A ver
si toman nota tantos opinantes de que aquí en esta declaración
(ONU, 1948) y los
pactos complementarios (ONU A. G., 1966) ; es que está la base
para la redacción y aprobación de una constitución para Cuba, esto de una vez y
por todas.
El Editor del Blog
Por Mons. Willy, Arzobispo de Camagüey.
Arquidiócesis
de Camagüey, Arzobispado, 24 de septiembre de 2018: Son muchas las personas que
están manifestando sus opiniones sobre los 224 artículos del Proyecto de
Constitución redactado por la Asamblea Nacional. Sin embargo, como señala un
escrito en el periódico Adelante del pasado sábado 22 de septiembre, el
artículo 68 “parece la parada obligatoria en los debates”. El motivo es el
cambio que hay con relación a la actual Constitución de 1976 que define al
matrimonio “como la unión voluntariamente
concertada de un hombre y una mujer con aptitud legal para ello, a fin de hacer
vida en común”. El Proyecto para la nueva Constitución que se debate
plantea un cambio sustancial en la definición de matrimonio que define como ‘la unión voluntariamente concertada entre
dos personas con aptitud legal para ella, a fin de hacer vida en común”.
El
artículo del Adelante brinda una estadística: de las 2,374 reuniones celebradas
hasta el amanecer del viernes 21, solo en 32 no hubo ninguna intervención sobre
el mencionado artículo 68. O sea que, del total de debates, el tema salió en
2,342 reuniones, nada menos que el 98.6 por ciento. Es, por tanto, algo que
preocupa y ocupa a nuestra población. Y son muchas las personas, de nuestras
comunidades y no, de nuestras familias o, simplemente, personas desconocidas
con las que uno se topa en la calle Maceo, en la barbería, a la entrada del
mercado Estrella Roja que, viendo el cuello de mi camisa sacerdotal y mi cruz
pectoral, me paran para preguntarme, como sagaces periodistas, cuál es la
opinión de la Iglesia sobre esta cuestión. He decidido, pues, poner por escrito
mi opinión y lo que contesto al que me pregunta.
Wilfredo Pino Estévez, Willy, Arzobispo Camaguey |
Por
principio me ha gustado que la gente esté expresando libremente sobre el
artículo en cuestión y sobre los demás. Creo que, como cristianos, hay muchas
cosas más en las que debiéramos dar nuestras opiniones, nuestros acuerdos,
desacuerdos y sugerencias. Noto a las personas expresar sin temor sus opiniones
sobre temas espinosos: el salario que no alcanza, la posibilidad de que los
padres escojan la educación que quisieran para sus hijos, etc. Que gran
conocimiento jurídico. También pienso que una buena parte de los Diputados de
la Asamblea Nacional no tiene el conocimiento jurídico mencionado. Reitero que
no soy especialista en cuestiones jurídicas, pero doy mi opinión.
Considero
que todo Estado, nuestro Estado, debe garantizar y hacer respetar los derechos
de todos sus ciudadanos. Y que la Constitución debe ir en esa línea, como ley
fundamental que es. Deben tener los mismos derechos blancos y negros, mujeres y
hombres, sanos y enfermos, de una religión o de otra, recién nacidos y
ancianos, de una provincia o de otra, cultos e incultos, heterosexuales y
homosexuales, etc.
Hablando
de estos últimos, quisiera mencionar algo: Conocí a dos personas del mismo sexo
que vivían en una misma casa. Personas mayores que brindaban a todos su respeto
y recibían cariño de todos sus vecinos. Nadie tenía quejas de estas personas.
Años después de pensar que habían nacido de los mismos padres fue que supe que
se trataba no de familiares, sino de “una
pareja”. Contada la anécdota, paso ahora a la reflexión: ¿Qué pasará el día
en que muera quien tiene la propiedad de la casa donde viven? ¿Cómo queda ante
la Ley la otra parte que aún vive? Es fácil contestar: Sin protección legal
alguna. Y si por casualidad aparece algún familiar de quien murió a reclamar
los bienes materiales, dejará sin nada a quien vivió a su lado muchos años. Se
llevará hasta los balances de la sala.
Es
allí donde, según mi humilde opinión, tendría que actuar la Asamblea Nacional y
averiguar qué se hace en otros lugares al respecto. Me han dicho que en otros
países (Colombia, México, etc.) existe el reconocimiento civil de las “parejas de hecho”. O sea, que las
personas de la anécdota contada pueden ir a una instancia jurídica o bufete de
abogados y formalizar su unión ante la Ley. Y con ello, ya las personas
homosexuales no quedarán desprotegidas. Incluso leí que en toda la Unión
Europea se reconocen una serie de derechos aun en caso de que la pareja no se
haya registrado ante ninguna administración.
Claro
está, en los países mencionados, a estas uniones no se les llama “matrimonio” sino “parejas de hecho”, que no es lo mismo. El matrimonio se mantiene
definido como la unión de un hombre y una mujer, mientras que las “parejas de hecho” son las uniones entre
dos personas del mismo sexo.
Ojalá
que, para nuestra futura Constitución, no se modifique la definición actual de
matrimonio, sino que se estudie la posibilidad de implementar en ella las “parejas de hecho”. Así se respetarían
los derechos de todos.
Como
cubano y católico, no puedo olvidar aquel sabio consejo que nos dejó, en su
visita a Cuba, el hoy Papa Santo, San Juan Pablo II: “Cuba, cuida a tus familias para que conserves sano tu corazón”. Lo
cierto es que, lamentablemente, llevamos tiempo en Cuba atacando la familia:
Cuba fue el primer país de América Latina en aprobar la ley del divorcio, que
entró en vigor en julio de 1918 (hace exactamente 100 años). El aborto, por su
parte, es legal en Cuba desde 1936. Ahora se pretende cambiar el concepto de
matrimonio.
También
es cierto que en Cuba se han aprobado leyes que protegen a la familia: ¡Qué
bueno que en Cuba la mujer trabajadora goce de facilidades laborales en el
tiempo de su maternidad! ¡Qué bueno todo el esfuerzo que se realiza para
reducir al mínimo la mortalidad infantil! ¡Qué bueno que están garantizadas las
vacunas para todo niño al nacer! ¡Qué bueno que la ley establece la igualdad de
derechos entre el hombre y la mujer! ¡Qué bueno que nuestros niños tengan
escuela y atención médica gratuitas! ¡Qué bueno que nuestros abuelos tengan sus
Hogares de Ancianos, su Universidad del Adulto Mayor, sus Círculos de Abuelos,
sus ejercicios físicos! ¡Qué bueno que muchas escuelas ya están en las ciudades
donde los hijos podrán estar más cerca de la mirada de sus padres!
Pero
también… ¡Qué bueno sería que los padres tuvieran opción a la hora de escoger
el tipo de educación que quisieran para sus hijos! ¡Qué bueno sería que se
borrara de la mente de muchos cubanos la mentalidad antinatalista que tienen y
por la que llegan a llamar “loca” a la mujer embarazada! ¡Qué bueno sería que
el salario alcanzara al trabajador para que la familia pueda vivir dignamente y
sin tener que estar “inventando” o “resolviendo”! ¡Qué bueno sería que los
divorcios y los abortos disminuyeran, que los alimentos aumentaran y tuvieran
al alcance económico de todos! ¡Es duro que un granizado cueste ahora tres
pesos y un aguacate, quince o veinte! ¡Qué bueno sería que a nuestros jóvenes
no se les siga dando instrucción sexual, que eso es muy fácil, sino que se les
eduque para el sano amor entre un hombre y una mujer! ¡Qué bueno sería que cada
cubano, antes de tomar una opción que lo alejará de su familia por dos años o
más, se preguntara si eso podría hacerle daño a su familia, a su matrimonio, a
sus hijos, etc.! ¡Qué bueno sería que los matrimonios jóvenes pudiesen tener su
casita donde formar su propio hogar y no tener que vivir hacinados con otras
familias bajo un solo techo! ¡Qué bueno sería que el exilio no siga dividiendo
más a las familias cubanas! ¡Qué bueno sería que disminuyera la población penal
en Cuba para que se les aliviara el sufrimiento a tantas familias con
familiares presos! Y no por mencionarlo en último lugar, es porque sea lo menos
importante: ¡Qué bueno sería convencer a nuestros jóvenes de que el ron, la
cerveza y las drogas “inventadas” con
pastillas destruyen familias y van idiotizando a las personas!
Ojalá
que nos propongamos dar testimonio de lo que es el verdadero matrimonio. Ojalá
que tengamos un detalle de amor para con las familias en dificultad: Hay
personas que viven solas (¿por qué no invitarlas a comer con nuestra familia
uno de estos días?). Hay familias que están tratando de hacer una jabita para
llevarle al familiar que está preso (¿por qué no ayudarlas con algo?). Hay
matrimonios que están en “el pico del
aura” (¿por qué no dedicarles un tiempo para escucharlos y así poder
aconsejarlos y salvarlos?). Hay familias con dificultades económicas o incluso
materiales (¿podríamos hacer algo por aliviarles esa angustia?). Seguramente
que tenemos compañeros de trabajo o vecinos que sabemos no se llevan, no se
hablan, no se tratan (¡qué bueno sería hacer algo para reconciliarlos!).
No
quiero terminar estas ideas sin hablar de los que saben cuidar su familia: Las
madres y las abuelas que guardan el pedacito de pollo para inventar un
almuercito distinto el domingo y reunir a la familia alrededor de la misma
mesa… Los abuelos que saben mediar en los conflictos naturales que surgen entre
padres, hijos, yernos y nueras… Nuestros mayores, por su defensa de la familia,
por el ejemplo de haber tenido tantos hijos con muchos menos recursos de los
que se tienen hoy día.
Por
último, considero que cada uno de nosotros, los cubanos, debemos expresar
nuestra opinión en lo que se está debatiendo. Y cuando llegue el día de la
votación, votar SI o NO según le dicte su propia conciencia.
Fuente: COCC.
*Wilfredo
Pino Estévez más conocido como "Willy" (Camagüey, Cuba, 12 de octubre
de 1950) es un obispo católico cubano. Fue elegido por Benedicto XVI, el 27 de enero de 2007 como Obispo de Guantánamo-Baracoa. El papa Francisco lo nombró el 6 de diciembre 2016 como Arzobispo de Camagüey.