septiembre 03, 2018

Del emperador Nerón a la princesa Mariela Castro: “Matrimonio” homosexual guste o no. Primera parte.


“En relación con el matrimonio, se modifica la actual concepción de que solo es posible “entre un hombre y una mujer” y se define que es entre dos personas”. (Proyecto de Constitución de la República de Cuba. Análisis/…).
El emperador Nerón, loco como una cafetera y depravado como algunos gobernantes actuales seguros de que todo les está permitido, se casó con un soldado de su guardia y hasta le hizo amputar sus partes viriles. Pero no decretó que se generalizara ese tipo de actos legales.
La hija del general que manda en Cuba, que no parece loca, lo impone a la nación por la autoridad que le ha sido conferida por su nacimiento. No sin simulacro de referéndum.
No gusta a la mayoría; pero nos guste o no y votemos o no, todos sabemos el caso que hacen de nuestros votos: La sexóloga en jefe hará “constitucional” para Cuba, el mal llamado “matrimonio” homosexual.
Mal llamado, porque “matrimonio” viene de “madre”, es la unión legal entre un hombre y una mujer y otra cosa no es matrimonio, se empeñe quien se empeñe.
Mariela Castro
Ya Mariela Castro Espín, inconstitucionalmente, casó homosexuales por simple voluntarismo: Jorobarle el debilucho brazo a la Ley, que en Cuba ni es ciega, ni independiente, ni puede decir “no” a una persona del abolengo “Castro de Birán”.
Su sencillo expediente para torcer la Ley, fue hacer inscribir como de “sexo femenino” en el Registro de Direcciones, a los hombres operados quirúrgicamente a expensas del Estado (tan escaso de recursos para el sistema de atención médica a la población como escaso escasez de cirujanos; pues los exporta en alquiler).
Operados para castrarlos, fabricarles algo que recuerde la vulva, los pechos, etc., arruinarles la salud y hacerlos dependientes de por vida de consumir las hormonas masculinas que producían naturalmente las glándulas que les amputaron (medicación a cuenta del Estado, tan escaso en recursos para vender medicinas a la población y surtir de ellas a los hospitales).
Predicadora de que la homosexualidad, es “una preferencia”, opinión no aceptada por la comunidad médica, lleva años dedicada a una campaña muy agresiva en T.V. y programas escolares, propagandizando la homosexualidad con el pretexto de combatir la homofobia, lo cual si sería correcto.
La hija del General, no tiene la última palabra, ¡sino la única! sobre el tema sexual, sin permitir al público acceso a opiniones médicas en contradicción con las que ella predica.  El pueblo ignora que existen otros puntos de vista profesionales con diferente enfoque sobre el tema.
Y de tantos derechos violados en Cuba, únicamente preocupa a su dictadura legislar los derechos “de la cintura para abajo” y ello únicamente en lo contra natura.
No el derecho de los matrimonios a un salario digno que les permita fundar y sostener su familia en vez de depender del abortismo, práctica estatal maltusiana, y convivir varias generaciones hacinadas; por la carencia de viviendas. Con un promedio de siete dólares de salario mensuales, una pobre canastilla les cuesta unos cuatrocientos dólares: y el Estado, es quien fija omnipotentemente los salarios, los precios y facilita los abortos. 
Jamás legislará a favor de los derechos a pensar y a expresar pensamientos sin ser encarcelado ni marginado laboral y socialmente. Ni contra el que peguen o arrastren a las Damas de Blanco y acosen a los niños de los opositores en las escuelas. Derechos tan despreciables para la cúpula, como apreciable les parece el dar espacio a la homosexualidad.
Baja nupcialidad y crisis del matrimonio en Cuba.
Cuando era posible vivir de un salario a pesar de las escaseces, durante los años de la década del 1980, sectores sociales que históricamente se vinculaban mediante el concubinato acudieron al matrimonio por varios incentivos.
Que incluían dos días en un hotel, derechos a comprar alguna ropa y una caja de cerveza y otros pocos “lujos” similares, a precios asequibles y según el racionamiento.
Desde 1990 ocurre al revés, la nupcialidad es bajísima, sectores sociales que tradicionalmente fundaban familia sobre el vínculo del matrimonio, ahora se unen en concubinato; por la carencia de economía, la intención de emigrar y el peligro de  tener que compartir el derecho a la vivienda, en caso de divorcio.
Decididos a romper su relación cuando a uno de los dos se le presente la oportunidad de abandonar el País.
En los 2000, las pocas veces que vemos una boda, casi siempre se trata de “un pepe” (extranjero, casi siempre español) que se casa con una cubana, casi siempre negra o mestiza y casi siempre “jinetera” (prostituta con extranjeros). Medio para emigrar que encuentran unas y, también, reclutamiento de cubanas para prostituirlas en Europa. Ese es el clima en que “el socialismo de derecho” legalizará como matrimonios las uniones homosexuales.
Los derechos nunca pueden entrar en conflicto unos con otros.
Equiparar la unión entre homosexuales al matrimonio verdadero entre un hombre y una mujer, no es asunto privado de los homosexuales, como ocurre con sus relaciones personales no vinculadas legalmente (y discretas, no exhibicionistas).Lesiona los derechos de muchos: Desprestigia a los ya bastante destruidos matrimonio y familia, que padecen la falta de condiciones sociales y de economía para sostenerse y funcionar.
Los casados tienen derecho a que el matrimonio no sea degradado a “unión entre dos personas”, a que su matrimonio no sea equiparado legal y moralmente a una relación contraria a la naturaleza (por más que acumulen sofismas para afirmar que es “normal”, es verdad de Perogrullo que la carencia de los órganos sexuales opuestos impide considerarlo natural).
El derecho de los homosexuales no es otro que el que tiene todo ser humano a no ser agredido y acosado y al respeto según su conducta personal, laboral, social, unido al deber de respetar los derechos de otros.
Y el público, más que rechazar a los homosexuales, rechaza la promiscuidad, la provocación a transeúntes no homosexuales con miradas y palabras libidinosas y el exhibicionismo de muchos de ellos. Consecuencias de la promoción de la Princesa.
Los “espacios” para los homosexuales, no deben privar de espacio al resto de la gente ni exponerlos a solicitaciones sexuales no deseadas, si transitan por ahí. Se trata de conductas que provocan justo rechazo, también, cuando las ejecutan heterosexuales.
Semejante clima, aun sin el “matrimonio”, confunde a los niños sobre el sexo y la sexualidad normales, va contra el derecho de los niños a la educación y de los padres a educarlos sin injerencia del Estado en la moral (palabra tabú, “anticientífica” para psicólogos populistas).
Va contra los derechos de los cristianos a ejercer su Fe, y de éstos y de los no cristianos, a transmitir enseñanzas morales a sus hijos sin que la infancia sea bombardeada en la escuela y la televisión  con propagandas estatales opuestas a esa moral; porque tal sea el capricho de una persona en el poder.
O, como ocurre hoy día, que en el ómnibus se besen en la boca y toqueteen a la vista de los niños y de todos, lesbianas, homosexuales y hasta adolescentes en uniforme escolar. También es contra el derecho de empleados de notaría o de diversas oficinas civiles, cristianos o no, quienes contra su conciencia deberán legalizar “matrimonios” homosexuales. El Gobierno no les reconocerá la objeción de conciencia.
Silencio cómplice de la Iglesia
Y la Iglesia, ¿Qué dice a su rebaño…? Jamás dice nada que recuerde a los fieles que son ciudadanos con deberes cívicos, que no pueden votar contra la Ley de Dios y contra su conciencia y por conveniencia o temor admitir una depravación en silencio y votando a favor.
El cristiano, no puede prescindir de su conciencia, como prescindieron hace rato los profesionales de la Fe, particularmente los que prefieren imitar a los primeros cristianos, no en el martirio ni en la denuncia del pecado, sino en ponerse cosas raras sobre la cabeza. Al incluirlos a todos, personas bien intencionadas me censurarán por generalizar.
En todo grupo profesional hay “buenos, malos y regulares”; pero me niego a escribir diplomáticamente “la mayoría” y generalizo “todos”, porque “los buenos y regulares”, marchan en el mismo equipo que “los malos” al no denunciarlos y aun obedecerlos:
Escudados en la disciplina, la obediencia, el “no juzgar”, “no dar escándalo· “que dirán los del mundo”, “comprometería la Obra” y otras coartadas del no hacer lo que manda Dios, sin sentirse responsables personalmente: porque la responsabilidad moral personal se diluye en la multitud o la asume la jefatura de la institución:
“¡Qué bueno!, obro contra mi conciencia y contra la Ley de Dios, y así no me busco problemas, no me sancionarán ni botarán de mi empleo pastoral; pero no soy responsable, no peco, pienso lo contrario porque soy bueno; pero hay “razones de estado” y otros asumen por mí, mi pecado. Mi deber es predicar o dar misa, sin meterme en líos, como si fuera un proyeccionista de cine, no soy responsable por la película, les doy entretenimiento y mañana me iré derecho al Cielo y, entretanto, me premiarán con su equivalente terrenal: Viajes a predicar al “Primer Mundo” y una congregación mejor”.
Sin injusticia acuso a los clericales “yo no soy, ¿qué puedo hacer yo?, no se puede” y afirmo sobre el Cristo cubano: “Todos pusieron su mano en él”.
Las raras excepciones, que duran poco por el acoso de sus propios superiores y colegas, lejos de ofenderse me  darán la razón en que el mejor de “los buenos” es incapaz de decir una Palabra de Dios, que roce al Cesar, ni con el pétalo de una rosa. Excepto en algún cortés paripé de cartita de queja. (Continuará)
*Periodista independiente cubano. Ha colaborado con la agencia de prensa independiente Hablemos Press y sus notas aparecen en distintos sitios de internet sobre temas cubano. Reside en la Ciudad de la Habana.

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