“EL VÍNCULO
PERFECTO”
El manual del fabricante, La Biblia, Palabra inspirada por Dios y útil
para enseñar, redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que
el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2ª
Timoteo 3:16,17), nos enseña que las cosas invisibles de Él –entiéndase de Dios-
su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas de modo que no tenemos
excusas. (Romanos 1:20).
Resulta inverosímil constatar que algo tan sencillo
se convierta en el talón de Aquiles del evangelio en Cuba.
Nos llamamos hermanos, hijos de Dios, herederos
y coherederos con Cristo, reyes y sacerdotes, linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, “embajadores en nombre de Cristo” y en
este caso le acomodamos el apellido: “embajadores de buena voluntad”, cuando en
realidad somos como una versión pacífica de guerra de pandillas.
Quizás suene, fríamente cruel, hacer tal
comparación. ¿Ha pensado como suena para el Padre ver a sus hijos peleándose
por sentarse a su diestra mientras de manera sutil apostatamos de la fe?
El Apóstol Pablo en su carta a los Efesios 4:1-6,
les rogaba a los cristianos que anduviesen como era digno de la vocación con la
que fueron, fuimos y seremos llamados:
ü con toda humildad y mansedumbre,
ü soportándoos con paciencia los unos a los otros,
ü SOLÍCITOS EN GUARDAR LA UNIDAD DEL ESPÍRITU EN EL VÍNCULO DE LA PAZ,
ü UN CUERPO,
ü Y UN ESPÍRITU,
ü como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra
vocación,
ü UN SEÑOR, UNA FE, UN BAUTISMO,
ü UN DIOS Y PADRE DE TODOS,
ü
EL CUAL ES SOBRE TODOS, Y POR
TODOS, Y EN TODOS…
Pregunto: ¿Acaso no resulta mucho más cruel e
indigno para la vocación a la que hemos sido llamados diseccionar el cuerpo de
Cristo cual esquirlas de una granada de fragmentación?
En Mateo 23:1-36, Marcos 12:38-40 y Lucas
11:39-52 y 20:45-47, encontramos las acusaciones del propio Señor Jesucristo
hacia los escribas, fariseos e intérpretes de la Ley que, en honor a la verdad,
hoy cobran vida en la cercenada iglesia cristiana en Cuba debido,
principalmente al divisionismo denominacional.
Pienso en aquel momento en que Jesús, lleno de
ira santa entró en el templo, volcó las mesas de los cambistas, les expulsó de
allí junto con sus palomas, ovejas, bueyes. Habían convertido el Templo en
cueva de ladrones y casa de mercado. ¿Acaso no le suena familiar?
El cuerpo humano, una obra de excelente
precisión, creado por el Creador y no como resultado de un proceso evolutivo
luego de una explosión al azar, consta de unos 206 huesos.
El hueso, es un órgano firme y duro que forma
parte del esqueleto de nosotros, los vertebrados. Tienen formas y cumplen
funciones muy variadas, poseen una estructura interna compleja y muy funcional
que determina su morfología.
Los huesos son tan vitales como el cerebro o
el corazón y tienen además la capacidad de regenerarse. Cada uno cumple una función
particular y a su vez de conjunto en relación a los otros huesos a los que está
articulado.
Como decimos en buen cubano: “¡aquí se trabó el paraguas!”, porque es
precisamente el punto donde nos perdemos. Se ha preguntado ¿Qué tan importante
es la articulación y que tan impostergable es mantenerse articulado?
Una articulación[1]
es la unión entre dos o más huesos
próximos. Las funciones más importantes de las articulaciones son de constituir
puntos de unión del esqueleto y producir movimientos mecánicos,
proporcionándole elasticidad y plasticidad al cuerpo, además de ser lugares de
crecimiento.
Sin la articulación, los huesos de un mismo
cuerpo permanecen separados. Este es el comienzo, le sigue la imposibilidad de
producir movimientos, proporcionar elasticidad, plasticidad y por ende impide
el crecimiento.
Su formación y mantenimiento está regulada por
las hormonas y los alimentos ingeridos, que aportan vitaminas de vital
importancia para su correcto funcionamiento.
Los huesos[2]
cumplen varias funciones en el organismo como por ejemplo:
ü Actúan como sostén: Los huesos forman un cuadro rígido, que se encarga
del sostén de los órganos y tejidos blandos.
ü Permiten el movimiento: Gracias a los músculos que se fijan
a los huesos a través de los tendones, y a sus contracciones sincronizadas, el
cuerpo se puede mover.
ü Protegen a los órganos: Los huesos forman diversas cavidades que
protegen a los órganos vitales de posibles traumatismos. Por ejemplo, el cráneo
o calota protege al cerebro de posibles golpes que pueda sufrir éste, y la caja
torácica (o sea, las costillas y el esternón), protegen a los pulmones y al
corazón.
ü Homeostasis Mineral: El tejido óseo se encarga del abastecimiento de
diversos minerales, principalmente el fósforo y el calcio, que son muy
importantes en funciones que realiza el organismo como la contracción muscular,
lo cual es el caso del calcio. Cuando uno de éstos minerales es necesario, los
huesos lo liberan en el torrente
sanguíneo, y éste lo distribuye por el organismo.
ü Contribuyen a la formación de células sanguíneas: La médula ósea o roja, que se encuentra en
el tejido esponjoso de los huesos largos (como por ejemplo la pelvis, las
vértebras, etc.), se encarga de la formación de glóbulos rojos o eritrocitos.
Este proceso se denomina hematopoyesis.
ü Sirven como reserva energética: La médula ósea amarilla que es el
tejido adiposo que se encuentra en los canales medulares de los huesos largos,
es una gran reserva de energía.
¿Acaso aún resulta difícil de entender el por
qué el Señor nos exhorta a que nos mantengamos solícitos –diligentes,
cuidadosos- en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz, un cuerpo
y un Espíritu…?
Salto unos versículos más adelante en este
mismo capítulo del libro de Efesios, a partir del versículo 15, la Escritura
que no ha perdido inspiración ni autoridad divina y mucho menos caducado su
efectividad de ser útil para enseñar, redargüir, para corregir, para instruir
en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado
para toda buena obra, indica el camino a seguir:
“…sino que
siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto
es, Cristo, de quien todo el cuerpo bien concertado y unido entre sí por las
coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro,
recibe su crecimiento para ir edificándose en amor”. Juan, el Apóstol sentenció: “el que
dice que permanece en Él, debe andar como Él anduvo” Jesús hablando de si mismo dijo: “el que no es conmigo,
contra mí es, y el que conmigo no recoge, desparrama”… (Mateo 12:30, Lucas 11:23).
Amado hermano, una cosa es cierta, Dios nos ha
llamado a que nos amemos unos a otros, es de hecho la acción, el efecto
práctico de una causa teórica, “Y el
segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No
hay otro mandamiento mayor que estos (Marcos 12:31).
Incumplir este mandamiento inhabilita poder
cumplir con el primer y más grande mandamiento de: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus
fuerzas” (Marcos 12:30).
Es
imposible que amemos a Dios que no vemos y podamos andar, en realidad, fajados
como perros y gatos entre nosotros, por ser quien más convertidos y más
bautizados tiene, más iglesias y más casas-células tiene a lo largo de la llave
del golfo, y al final, menos frutos.
Usted y yo tenemos un nombre y dos apellidos,
es cierto, sólo que en este caso le invito a que renunciemos al segundo, mi
nombre es Alejandro, un pecador sí, pero redimido
y convertido en hijo –salvado, redimido, regenerado, justificado y en
camino a la santificación- del Dios Viviente.
No tengo porque añadirme ningún otro apellido,
y no quiero decir con esto ni ser malinterpretado con que estoy en contra de
los Concilios, con lo que estoy en total desacuerdo es en convertir a los
Concilios en las suntuosas murallas Jericoenses como sucede hoy, haciendo de
ellos, el Dios de la iglesia.
Al igual que Jericó, la ciudad antiguo-testamentaria
que se creía inexpugnable, cada Concilio se ha amurallado detrás del dogma
divisionista, segregacionista y diabólico de la denominación, primando más los
dogmas nacidos de sabiduría humana, por demás terrenal y diabólica, que por los
propios preceptos y mandamientos divinos (Santiago 3:13-18).
Hoy necesitamos derribar las murallas
denominacionales, sin que ello conlleve a perder la función que cada uno
desempeña como un hueso en el cuerpo de Cristo, porque,
ciertamente cada denominación realiza una función diferente y agrupa a un grupo
determinado de personas.
Huesos, sólo eso somos, metal que resuena,
huesos secos, dispersos por doquier, címbalo que retiñe, más preocupados en
maestrías y doctorados teológicos provenientes de universidades y seminarios
foráneos que ocupados en que “todas vuestras (nuestras) cosas sean hechas con
amor” (1ª Corintios 16:14) “para que sean consolados sus (nuestros)
corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno
entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo”(Colosenses
2:2)
Y es precisamente esto lo que nos falta, el
amor como el vínculo perfecto, la articulación que nos debe mantener unidos
como lo que somos realmente, el cuerpo de Cristo.
Permítame exhortarle a que, depongamos las
armas de la división denominacional y levantemos la bandera de la unidad,
poniendo los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe y que por sobre
todas estas cosas nos vistamos de amor, que es el vínculo perfecto.
Dios le continúe bendiciendo.
Alejandro Hernández
Pastor.
PD: Todas las citas bíblicas son tomadas de la
Reina-Valera 1960
El vínculo perfecto. Por Alejandro Hernández.
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