Este articulo trata un tema muy controversial dentro del escenario religioso
en Cuba. Sobre todo en las diversas denominaciones evangélicas. En Cuba, la ostentación
por parte de las iglesias evangélicas ha
sido y es motivo de cuestionamientos a veces injustos y
desproporcionados. Siempre las iglesias evangélicas han contado con un apoyo
primero discreto y negociado con el régimen para obtener del extranjero recursos
económicos; esto se acentuó durante el Periodo
Especial. Esto les ha permitido sobrevivir y recatar los templos semidestruidos
y a punto de caer. Todo esto ha sido utilizado, en ocasiones, para especular y enriquecer a unos pocos,
lejos de las necesidades de la feligresía. El punto mas importante de esta información
es que, en tanto que denominaciones e iglesias se les permite construir o reconstruir sus templos a
otras NO. Es claro que el gobierno manipula, acorde con sus intereses, y
determina quién y cómo construye o reconstruye un templo. Lo mismo aprueba (como
pueden ver en las fotos) una reconstrucción capital que destruye con ensañamiento
un templo levantado con escases de recursos y tesón por los feligreses. ¿Por
qué?
Iglesias que apuestan por la ostentación más que por
la modestia y el ejercicio humanitario desinteresado.
Por: Ernesto Pérez Chang.*
LA HABANA, Cuba.- Hace apenas un año, cuando Leonardo levantó la iglesia
Bautista en lo que fuera una cochiquera en el patio trasero de su pequeña
vivienda, apenas contaba con veinte feligreses, la mayoría vecinos de su barrio
de Santa Amalia, en Arroyo Naranjo. Hoy cuenta con una cofradía que reúne cerca
de doscientas personas, a pesar de que Leonardo jamás recibió preparación como
pastor.
Según cuenta, cierto día, al regresar de uno de sus viajes a México, de
donde importaba mercancías que luego revendía en La Habana, de repente abandonó
su negocio para dedicarse a predicar aun cuando la decisión a muchos pareciera
una locura.
“Vendí los puercos y con el dinero que había reunido compré un poco de
madera, bloques y con eso comenzamos el culto en el patio de la casa (…) cuando
llovía era tremendo pero Dios nos ayudó a construir esto”, comenta Leonardo
mientras me invita a observar la edificación de dos plantas que, valorada por
él mismo en unos 30 mil dólares, logró alzar con la contribución de los
miembros de su hermandad.
La relativa majestuosidad contrasta
con la pobreza del entorno.
Imposible
no hacernos preguntas (foto Ernesto P. Chang)
Aunque al principio tuvo algunos encontronazos con las autoridades de la
localidad, por no contar con un “permiso” para realizar reuniones religiosas,
actualmente no siente la misma presión que antes, aunque confiesa que ha debido
hacer algunas “gestiones” (¿sobornos?) para poder justificar los materiales usados
en la construcción, la mayor parte adquiridos en el mercado negro, así como
para agilizar los trámites para la licencia.
Una experiencia similar a la de Leonardo es la que nos cuenta Esteban,
otro pastor de una congregación evangelista independiente.
Cuando inauguró su casa-templo hace dos años, en el Reparto Eléctrico,
apenas contaba con una pequeña salita con asientos de ómnibus donde se reunían
escasamente unas veinte personas.
Hoy en día ha logrado alzar una edificación que alberga varias habitaciones
para actividades de culto y estudios bíblicos, así como una sala principal
enorme, totalmente enchapada con lozas de mármol y adornada con finas labores
de herrería, un trabajo constructivo que confiesa haberle costado solo “la
ayuda de los hermanos” pero que, tras un cálculo superficial, pudiera ascender
a más de 10 mil dólares.
Pareciera un verdadero milagro lo sucedido, mucho más en barrios como
los mencionados, donde los niveles de pobreza, altísimos, son fácilmente
verificables en la depauperación del entorno y de las personas que conviven en
él.
Cientos de interrogantes surgen cuando se observan los contrastes entre
la relativa majestuosidad de los templos levantados en un abrir y cerrar de
ojos y las viviendas maltrechas donde habitan quienes acuden a la congregación
ya movidos por la fe, ya como medio de consuelo frente a los embates de la vida
y la miseria.
Lupe, esposa del pastor de una iglesia bautista en el municipio Diez de
Octubre, cuya sala de culto cuenta con climatización centralizada y un sistema
de iluminación sofisticado, explica que no todo el dinero lo reciben de quienes
asisten al culto, así como no todas las personas contribuyen con la misma
cantidad.
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La modestia inicial de algunos templos
a veces se transforma con el
tiempo (Foto Ernesto P. Chang)
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“Se reciben muchas donaciones de iglesias y organizaciones de todo el
mundo, a veces en dinero pero otras en ropa, comida, muebles, libros, de eso
una parte es para el mantenimiento del templo, pagar los gastos de electricidad
y esas cosas (…). Hay gente que tiene familia afuera y también hace sus
donaciones pero a nadie se le dice que es obligado dar algo”, dice Lupe pero
más tarde no acepta que tomemos fotos del lugar, después de negarse a responder
qué porciento del dinero recibido mediante donaciones es destinado a paliar las
necesidades de los miembros más pobres de la cofradía.
Gisela Hernández, practicante y trabajadora de una congregación
evangelista en el mismo municipio, afirma que la mayor parte de las donaciones
y el dinero recaudado entre los asistentes al culto no era destinada a resolver
problemas de las personas más necesitadas sino en gastos individuales del
pastor y su familia.
“Se compraron puertas de cristal, cajas y cajas de azulejos de esas de
20 dólares el metro, splits, televisores de 50 pulgadas, de todo (…), cuando
aquello, todos los años viajaban a Ecuador y traían bultos y bultos de ropa, yo
no sabía si yo estaba en una tienda o una iglesia (…), allí no se vendía pero
salían bultos para todos lados (…). Me pagaban un dólar diario por limpiar tres
baños, la cocina y el salón; y dos dólares adicionales cuando limpiaba los tres
cuartos y lavaba la ropa”, afirma Gisela.
Manuel, pastor con más de veinte años de servicio en una modesta
congregación de Bautistas Libres, en la localidad de Boyeros, reconoce que,
aunque no es la norma por la cual se deba juzgar la totalidad de los cultos
cristianos en Cuba, en los últimos tiempos han aflorado personajes
inescrupulosos que usan la fe para lucrar, con lo cual empañan la imagen de
quienes realmente ejercen la labor pastoral por vocación.
“Usan la iglesia como fachada, incluso son un puente para el lavado de
dinero de otros negocios fuera de Cuba. (…) aquí cerca hubo un caso de un
pastor que se dedicaba a sacar gente para Estados Unidos por Ecuador y Panamá
(…). Cuando la cosa se puso mala él mismo terminó yéndose para Ecuador y
después supe que se casó con un tipo, y aquí siempre la emprendía contra los
homosexuales”, afirma Manuel.
Más allá de lo que pudiera haber en el trasfondo de cada caso en
particular, no deja de causar preocupación que, en un país tan devastado económicamente
como Cuba, donde el gobierno destina la mayor parte de los recursos a
desarrollar obras que poco o nada benefician al ciudadano de a pie, y donde
miles de personas aún están a la espera de ayuda para superar las pérdidas
sufridas por el azote de huracanes, tanto recientes como ya olvidados por la
historia, algunas de nuestras iglesias y templos, sin importar denominaciones o
filiaciones, apuesten por la ostentación más que por la modestia y el ejercicio
humanitario desinteresado.
*Ernesto Pérez Chang (El Cerro, La Habana, 15 de junio
de 1971). Escritor. Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana.
Cursó estudios de Lengua y Cultura Gallegas en la Universidad de Santiago de
Compostela. Ha trabajado como editor para numerosas instituciones culturales
cubanas como la Casa de las Américas (1997-2008), Editorial Arte y Literatura,
el Centro de Investigaciones y Desarrollo de la Música Cubana. Fue Jefe de
Redacción de la revista Unión (2008-2011).