Estoy convencida de
que Dios no creó a los seres humanos para morir, los hizo a su imagen y
semejanza, por eso sentimos la gran necesidad de ser eternos. Aunque no
queremos morir, los creyentes no le tememos a la muerte, conocemos bien lo que
Jesús hizo con ella cuando en la cruz murió por redimirnos de nuestros
pecados, y luego resucitó dándole un
golpe contundente en la misma cabeza. Los cristianos sabemos que después de
esta vida, hay otra, espléndida y gloriosa, una existencia que no tiene fin, en
la que el sufrimiento de estos tiempos actuales queda atrás y de él nunca más
tendremos memoria. Por eso tengo la convicción plena de que Oswaldo Payá no está
muerto, es imposible morir si se tiene a Cristo en el corazón y si se ha
estado enlazado al Redentor desde este
mundo.
Cualquier agonía en el presente no podrá compararse con la gloria
venidera. El Apóstol Pablo dijo en la Segunda Carta a los Corintios 15:54, 55,
"…Sorbida es la muerte en victoria.
¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?"
La muerte ya ha sido derrotada por aquel que es el primogénito de los muertos,
el primero en levantarse del sepulcro, si así no lo creyese, vana sería mi fe.
Por eso no lamentaré la muerte de Payá, sino que daré loores por su vida, no
lloraré más su sepulcro, sino que alabaré a aquel que le ha acogido en su seno
para vida eterna. La muerte de este hombre formidable no marca el fin, para él
es el comienzo de lo perdurable.
Los que aun quedamos
acá, en este mundo lleno de aflicciones y conflictos, tenemos el legado de
libertad, justicia, democracia, y búsqueda incansable de los derechos plenos
para los ciudadanos de Cuba que nos dejó Payá, y que fueron heredados por él de
su consiervo y antecesor Félix Varela. El
ejemplo de hombres como Oswaldo Payá Sardiñas nos ayuda a vivir, nos da
fuerzas, nos alienta; y es que los grandes seres humanos dejan huellas
indelebles en la historia. Nadie podrá manchar la memoria de este héroe, de
este gigante de la fe y de la paz, de este humildísimo siervo que lo dio todo
por el prójimo, por su pueblo. Y que ha comenzado a vivir la plenitud, porque
para los hijos de Dios, no hay muerte después de la muerte.
*Profesora
en el Seminario Teológico Bautista Luis Manuel González Peña. Licenciada en
Ciencias de la Información por la Universidad de la Habana y Máster en Teología
por el Seminario Evangélico Los Pinos Nuevos y por la Facultad Latinoamericana
de Estudios Teológicos (FLET, hoy Laurel University).Apoya el trabajo profético
de su esposo el pastor Mario Félix Lleonart y ha publicado en diversos sitios
digitales tales como Conexión Cubana y Religión en Revolución.
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