Las recientes declaraciones del presidente del Concilio Mundial de Iglesias en Cuba, afirmando que en el país se ha desarrollado una teología autóctona, me han dejado con algunas inquietudes que deseo compartir. Mi encuentro con esta teología que el Dr. Olav Fykse( Foto abajo a la derecha) , de confesión luterana, ha valorizado, comenzó a partir de la lectura de Religión en Revolución del teólogo presbiteriano Sergio Arce, así como los artículos aparecidos en la revista del Centro de Estudios del Consejo de Iglesias de Cuba.
Uno de los problemas fundamentales que presenta esta teología es su pretensión de resolver el evidente conflicto entre un Estado cuya filosofía oficial ha estado siendo el materialismo histórico y la doctrina cristiana de las iglesias, entendiéndolo en los términos de una tesis existencialista mal aplicada: la que afirma que Dios no puede reducirse a un concepto.
En este sentido y por solo citar un aspecto; el Dr. Sergio Arce expuso en Teología en Revolución que negar la idea de la existencia de Dios equivale a decir que Dios no es una idea. De ser así, bastaría reconocer la supuesta irracionalidad (solo posible dentro de cierto forzado concepto de razón) de la existencia de Dios para pasar inmediatamente a la fe en su existencia. El ateo no lo es tal sino por carecer de la fe en Dios aunque coincida con el creyente en afirmar que no se puede probar su existencia.
Sin embargo, el Estado cubano parece haber abandonado el conflicto que originó esta teología autóctona que ha merecido el aprecio del actual secretario del Concilio Mundial de Iglesias. Se reconoció a las iglesias y sus credos ser parte de la nación en el pasado congreso del PCC. Dicho reconocimiento implicaría el abandono del materialismo histórico como filosofía oficial del Estado, la que se enseña en las universidades con el fin de crear en los estudiantes una concepción científica del mundo: como si las asignaturas de las diferentes ciencias no bastaran para lograr esto y pese a ser pensadas desde el mismo materialismo histórico. ¿Quién no recuerda el preámbulo de los libros de biología donde se hablaba de la vida como forma de existencia de la materia y en el de física de las distintas formas del movimiento?
Difícilmente la teología autóctona que obvia el problema arriba anotado pueda tener resonancia fuera de los círculos estrechos del propio Consejo de iglesias de Cuba. Por otra parte no toma en cuenta la transformación del panorama religioso cubano, donde el ateísmo de corte marxista ha vuelto a ser minoritario, en los últimos veinte años.
Y aquí entraríamos en otro aspecto del problema: no hay teología autóctona posible, toda teología cristiana es universal porque universal ha sido el mensaje del cristianismo. Y es difícil lograr la credibilidad de una teología que haga causa común con un nacionalismo de corte totalitario.
La voluntad del PCC de construir el socialismo no lo singulariza frente al resto de las naciones. Toda teología autóctona debía cuestionar la exaltación nacionalista (donde el socialismo cubano aparece como un modelo y esperanza de las naciones) de la ideología oficial cubana con el mismo énfasis en que cuestiona el embargo norteamericano por un lado y la distorsión de los valores que en teoría, comparte una comunidad nacional de raíz cristiana.
Nota del Autor: Arce pretende que su idea es “existencialista”. Vayamos al padre de dicha corriente filosófica el teólogo Soren Kierkegaard. Para él la fe es paradoja, es absurdo, es la única forma de superar la limitación humana de no poder concebir a Dios y necesitarlo para tener una esperanza de eternidad. El marxista sin embargo, acude a la dialéctica, a la unidad de los contrarios. Nada más ajeno al existencialismo que el marxismo.
Nota del Autor: Arce pretende que su idea es “existencialista”. Vayamos al padre de dicha corriente filosófica el teólogo Soren Kierkegaard. Para él la fe es paradoja, es absurdo, es la única forma de superar la limitación humana de no poder concebir a Dios y necesitarlo para tener una esperanza de eternidad. El marxista sin embargo, acude a la dialéctica, a la unidad de los contrarios. Nada más ajeno al existencialismo que el marxismo.
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