En el año 2008 se conmemoró el sesenta aniversario de la fundación del Concilio Mundial de Iglesias, organización que agrupa a la mayoría de las iglesias protestantes. El acontecimiento fue recordado en todo el mundo, sin embargo, pocos en Cuba aún conocen que los antecedentes de dicha organización deben su origen a la obra de un laico metodista: John R. Mott. El tema adquiere actualidad, tres años después, con la reciente visita de su actual presidente a Cuba y el panorama del ecumenismo en nuestra nación. ( Foto abajo a la derecha)
¿Quién era este metodista? ¿Qué lo llevó a aunar esfuerzos para crear una organización mundial de iglesias? La obra de Mott comienza en 1895 cuando funda la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos, que agrupaba a estudiantes de varias denominaciones. En aquel entonces era un joven estudiante norteamericano que había pretendido estudiar la carrera de Ciencias Políticas cuando fue llamado a convertirse en misionero.
En 1900, junto con D. S. Moody, organiza el Concilio Misionero Mundial. La visión de Mott era lograr que las iglesias superaran sus divisiones para poder cumplir mejor la función de predicar el evangelio a todas las naciones. Como parte de este proyecto convoca a la Conferencia Misionera Mundial celebrada en Edimburgo, Reino Unido, en 1910. Fue este el núcleo del movimiento que es conocido en la actualidad como ecumenismo. No debe pasarse por alto que el origen del movimiento estuvo orientado hacia la evangelización.
Serían dos movimientos los que finalmente darían lugar a la creación del Concilio Mundial de Iglesias en 1948: el denominado Vida y Acción, que buscaba la cooperación de las iglesias en materia social, así como Fe y Constitución que buscaba identificar coincidencias en el terreno teológico.
En Utrech, Holanda, en 1938 estos dos movimientos se fusionaron para crear el Consejo Ecuménico de las Iglesias, aunque su establecimiento se retrasaría diez años a causa de la guerra mundial que asolara Europa.
El organismo ecuménico misionero creado por Mott, sin embargo, no se integró en el Concilio Mundial de Iglesias hasta 1961.
Mott durante la segunda guerra mundial se trasladó a Cuba para organizar la Conferencia Misionera Cubana en abril de 1940. Esta conferencia que agrupó a líderes metodistas, bautistas, episcopales, presbiterianos, cuáqueros y la iglesia de Dios daría paso a un Comité Gestor que formaría un año más tarde el Concilio de Iglesias Evangélicas de Cuba. Como puede verse la obra de Mott sería determinante en la aparición de la primera gran organización dirigida a aunar esfuerzos entre las denominaciones protestantes para alcanzar la sociedad cubana. El obispo metodista S. A. Neblett – entonces director de El Evangelista Cubano - sería elegido presidente del Comité Gestor de la Conferencia Misionera Cubana y luego sería el primer presidente del Concilio de Iglesias Evangélicas de Cuba.
El Consejo Mundial de Iglesias se definiría como una comunidad de iglesias que confiesan al Señor Jesucristo como Dios y Salvador, según el testimonio de las Escrituras, y procuran responder juntas a su vocación común, para gloria del Dios único, Padre, Hijo y Espíritu Santo con el objetivo de ofrecer un espacio donde las iglesias puedan exhortarse unas a otras a alcanzar la unidad visible en una sola fe y una sola comunión eucarística.
La constitución del Concilio Mundial de Iglesias el 23 de agosto de 1948 sería saludada por El Evangelista Cubano que dirigía entonces el reverendo Miguel Soto como un hecho que daba a las iglesias por primera vez en la historia desde que Lutero fijara su tesis en la catedral de Witemberg, un instrumento permanente para la acción cooperativa en escala mundial. (1)
Sin embargo, desde entonces el movimiento ecuménico ha tenido que enfrentar grandes retos. La tendencia hacia una teología secularizada fue ganando espacio, de tal manera que puede decirse que el cuadro actual de varias de las actividades de esta organización dista mucho del propósito original planteado en la conferencia de Edimburgo de 1910 y de la de Utrech de 1938.
Es por esto que puede decirse que el objetivo de alcanzar la unidad visible en una sola fe y una sola comunión eucarística se encuentra obstaculizado por la aparición en determinadas iglesias del rechazo a valores morales básicos del Evangelio así como la presencia de una teología que subordina la evangelización y el testimonio al diálogo y la cooperación con el mundo.
Entre los puntos que definieron la constitución del Concilio Mundial de Iglesias estaba el que a continuación se expone, referido a las relaciones entre las iglesias que formaran parte del mismo.
- La iglesia reconoce la presencia y la actividad de Cristo y del Espíritu Santo fuera de sus propios límites y ora por que Dios conceda el don de su sabiduría a todos, consciente de que otras iglesias miembros creen también en la Santa Trinidad y en la gracia salvífica de Dios.
Visto así, dicho punto no ofrecería obstáculo para lograr que las iglesias que integraran la organización ecuménica estuvieran libres de desviaciones teológicas y morales pero es obvio que reconocer la presencia y la actividad de Cristo y del Espíritu Santo en el resto de las iglesias implica que éstas rechacen las prácticas que el mundo de hoy no condena – como la inmoralidad sexual y las prácticas fetichistas, que deberían resultar tan alienantes como otras realidades que los “teólogos” liberales critican. (2)
En 1968, a raíz de la conferencia de Upsala, el Concilio Mundial acepta la presencia de teólogos católicos en las sesiones de Fe y Constitución. Esta sección del C.M.I ha logrado un documento muy importante: Bautismo, Eucaristía, Ministerio redactado en la conferencia de Lima en 1982 donde busca los puntos teológicos comunes referentes al bautismo, la eucaristía o santa cena y el ministerio. Gracias a este documento se ha entendido mejor la importancia de que exista un solo bautismo para todos los creyentes y se ha dado espacio a aspectos que han dividido históricamente a las iglesias como la presencia real de Cristo en la Santa Cena. (3)
Es importante subrayar que el diálogo no puede comprometer el objetivo fundamental de la Iglesia que la hace ser evangélica o transmisora de la buena noticia de salvación. El desafío actual del Concilio Mundial es incluso mayor pues existe en sus filas una fuerte presencia de cierta teología que sostiene la necesidad del diálogo interreligioso, que va más allá de la cooperación entre diferentes religiones en materia social sino que pretende una falsa unidad entre las religiones no cristianas y el cristianismo, una evidente manifestación herética. Es interesante recordar que Mott al dictar una conferencia en la Universidad de La Habana a fines de abril de 1940 manifestara que Jesucristo tiene y nos ofrece el único programa adecuado para los males que sufrimos (4): nada más alejado de la “teología” del diálogo interreligioso que se ha convertido en el programa del Consejo de Iglesias de Cuba , a tono con el favoritismo gubernamental hacia las prácticas sincréticas, sin tener en cuenta la amenaza que esto representa para la identidad del protestantismo cubano.
El tema es realmente complejo y no puede agotarse en unas líneas. El origen del movimiento ecuménico arraigado en el espíritu misionero debe volver a plantearnos el problema de cómo podemos los cristianos – los que reconocemos a Jesús como Señor no sólo de labios sino de obra – dar testimonio al mundo de ser miembros de un solo cuerpo con Cristo como “cabeza”- es decir, como guía.
Notas:
(1) Primera Asamblea del Concilio Mundial de Iglesias (s. a) en El Evangelista Cubano Octubre 20 de 1948. pág. 2.
(2) Los documentos relativos a la Constitución del C.M.I así como los referidos al documento de Lima están disponibles en la dirección electrónica www.oikoumene.org/es/home.
(3) Aspectos esenciales de la “teología del diálogo inter-religioso” aparecen en la obra de Gulio Girardi: El ahora de Cuba: tras el derrumbe del comunismo y tras la visita del Papa. Editorial Nueva Utopia. Madrid (s.a) Págs. 273-290.
(4) La visita del Dr. Juan R. Mott en El Evangelista Cubano mayo 1º de 1940. pág. 24.
*Ariel Perez Lazo. La Habana, 1977. Licenciado en Filosofia Marxista y Master en Historia contemporanea por la Universidad de La Habana. Profesor de Histporia de la Filosofia en dicha universidad desde 2005 hasta 2010. Investigador de la Casa de Altos Estudios Don Fernando Ortiz de dicha universidad de 2007 a 2010. Profesor de Historia Universal en el Seminario Evangelico Metodista. Redactor de El Evangelista Cubano de 20078 a 2010. Resido en Miami desde 2010. He colaborado en publicaciones como Espacio Laical, Cubaencuentro y el Blog de Emilio Ichikawa.
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