octubre 07, 2010

Ni apolíticos, ni políticos; politiqueros…, eso sí.

Año tras año cada veintisiete de septiembre un grupo de cubanos se reúne en lo que históricamente se ha llamado: “la fiesta de los Comités”. Recuerdo de niña entusiasmarme mucho con esa festividad, no conocía para nada en qué consistía aquella fecha, como tampoco sabía a ciencia cierta qué eran los Comités. Para mí la noche del veintisiete significaba dormir más tarde de lo acostumbrado y saborear la caldosa que se cocinaba en una caldera enorme colocada en el medio de un fuego gigantesco, escuchar música hasta pasada las doce en que llegaba la fecha señalada, el veintiocho, con esta fecha un aniversario más de los gloriosos comités. Pero, ¿qué tienen realmente de gloriosos los Comités de Defensa de La Revolución? ¿Para qué fueron creados? ¿Cuándo tomé yo conciencia de lo qué significaban aquellas fiestas y por qué dejé de asistir a ellas?
Durante mis años de estudiante universitaria tuve la suerte de estar alejada completamente de todos estos asuntos cederistas, no solo no participé en aquellas fiestas, sino que además no tenía que abonar la cuota mensual que cada cederista paga, para qué, eso tampoco he logrado conocerlo. Nunca participé en reunión alguna, ni realicé guardias nocturnas para vigilar el barrio, me desvinculé tanto de esta organización que por alguna razón cuando terminé los estudios y comencé a trabajar los vecinos del barrio donde vivo desde entonces solo me molestan para solicitarme el pago mensual de esa cuota misteriosa y jamás para convocarme a alguna reunión, guardia o fiesta. Y es que al analizar solamente las siglas de esta organización nos damos cuenta que más que masiva o popular es totalmente política, creada para defender, salvaguardar, velar lo intereses de la Revolución Cubana y con ella a su Partido Comunista y a la vez para comprometer y vincular a la mayor cantidad de personas con el proceso Fidelista. Los CDR no son solamente una comunidad de vecinos que en unanimidad deciden velar por la seguridad de los locales económicos, centros escolares, de recreación, viviendas, etc., ubicados en su barrio, más que eso es pura Revolución Socialista, es la respuesta a la convocatoria de Fidel Castro, es ayudar al sistema a mantener a todos controlados: es un sistema de vigilancia colectiva y dentro de este sistema, un subsistema de chivatería colectiva, donde cada ciudadano debe conocer y dominar lo que hace, dice, a dónde va el ciudadano de al lado, el del frente y también el de la esquina. En cada barrio un Comité, en cada cuadra Revolución, en cada casa un montón de delatores, de vigilantes, de pendencieros. El máximo objetivo de los CDR: lograr que La Revolución Cubana tenga muchas orejas, muchos ojos y muchas bocas.
Qué más han creado los Comités. Además de mantener a los cubanos deseosos de que llegue el veintisiete para fiestar un poco y romper la dura rutina de trabajo y nada más, de pensar qué llevaré al fogón o cómo reuniré un montón de chavitos para comprarle un jeans o un par de tenis al hijo o a la hija, o de mantener bien controlado el Registro de Direcciones, o sea, para dónde se mueve cada ciudadano, se han creado puestos de trabajo y para ellos se han destinado salarios. Hay oficinas que atienden los asuntos de los cederistas, que coordinan las actividades que celebrará la organización durante el año, las inútiles reuniones de vecinos para debatir cualquier asunto, ya sea el tema tratado en alguna Mesa Redonda transmitida y retransmitida en la televisión o las sacrosantas Reflexiones que pueden estar basadas en temas de actualidad o ser puros recuentos de cosas ya pasadas y que también son publicadas en los pocos órganos noticiosos, en los noticieros de televisión y de radio, debatidos en los matutinos laborales, estudiantiles, en fin, el caso es que esta organización tiene sus obreros a tiempo completo. Me pregunto si la cuota que debemos pagar cada mes sufraga en parte estos inútiles e improductivos salarios.
Cada año una noche de veintisiete con cuadras galardonadas y ataviadas con rústicos y muchas veces ridículos adornos: cadenetas de papel periódico, cepas de plátanos haciendo función de masetas sobre las cuales reposan pencas de palmas o gajos de matas con algunas flores. Los bordes de las aceras y las calles se pintan con cal y se colocan letreros (algunos luciendo faltas ortográficas) de ¡Viva Fidel!, ¡Viva La Revolución! En cada CDR se arma el fogón de leña donde se cocina la caldosa, un mejunje de viandas y trozos de carne de cerdo que luego es repartida a un plato por cada cederista y no falta quien resuelve la cervecita, el queicito y los panecitos con pasta. Antes de esta comelata se desarrolla el acto político, donde el Presidente del Comité lee un comunicado, casi nunca escrito por él mismo, en ese tono elocuente y conmovedor, un estilo de lectura que es típico en este tipo de gente y que los hace a todos los de su clase muy parecidos a la hora de expresarse. Hay bailes y mucho alboroto, risas y claro los chistes cubanos que van desde el más fino humor hasta el más grotesco. Es una noche de celebración, como si hubiera tantos motivos para celebrar.
Estoy convencida que la mayoría de los cubanos y cubanas pertenecen a esta Organización masiva solo por conveniencias. Para comenzar a estudiar en cualquier centro de altos estudios una carrera universitaria, para lograr cualquier empleo, en especial “los buenos empleos en el sector turístico” se debe tener el aval, la recomendación, el visto bueno del Comité y para ello se debe ser cederista, aunque como yo solo se pague la cuota de cada mes y se esté ausente del resto. Un número significativo de cederistas lo son pensando que pertenecer a esta Organización de Masas es obligatorio, en teoría no lo es, aunque todos sabemos que no pertenecer es una marca, como la que se logra obtener cuando no se va a ejercer el voto en las no menos ridículas elecciones de los delegados de las circunscripciones. Votar tampoco es obligatorio, sin embargo los slogans comunistas dicen: El voto un deber y un derecho de cada cubano. Ser cederista probablemente también sea visto como un deber de cada cubano.
Hay otros cederistas que sí se toman muy en serio este papel, son quienes convocan a los trabajos voluntarios en la cuadra que consisten en ese día limpiar los alrededores del vecindario, aunque el resto del año la basura y la mala hierba nos ahoguen. Distribuyen las guardias y van colocando el cartelito de: esta casa está de guardia hoy, al domicilio que le corresponda, recogen las finanzas, llevan el Registro del CDR donde se asientan los nombres y demás datos de los miembros del Comité, redactan o llenan avales para quienes necesitan presentarlos en sus respectivos centros laborales, son los primeros en los preparativos de fiestas, (que como ya dije son escasas), reuniones, mítines. Dan información acerca de los vecinos a cualquier entidad o autoridad que se lo solicite, etc. O sea, a mi muy modestísima opinión hasta el momento existen dos tipos de cederistas: el pasivo, en el primer grupo que expliqué y el activo en el segundo; pero en esta última fiesta de veintisiete descubrí a un nuevo tipo de cederistas de quienes quisiera hablar en estas próximas líneas.
El cristiano cederista, de este último lo primero que debemos descubrir es su real posición con respecto a la política, y es que conozco a un grupo de creyentes que en más de una ocasión han expresado su desacuerdo total con aquellos que siguiendo los caminos de Jesús emiten críticas o criterios contrarios al Régimen Comunista Cubano, para ellos es un pecado capital criticar al régimen porque esto es meterse en la política y así lo han manifestado en disímiles ocasiones. Solo que en esta Fiesta de veintisiete descubrí que la única forma de política que a ellos les preocupa es la que alerta al mundo de la situación verídica que vivimos, la que marcha en contra de la corriente, la que denuncia las injusticias sociales, la que se niega a discriminar a los disidentes, la que ora abiertamente a Dios para que dé término a tantos años de pobreza material y espiritual, la que ruega a Dios por la libertad de los cubanos.
Esos creyentes no dejan de ser políticos a la hora de participar en una organización de masas cuyos vítores son para la Revolución Cubana con todo lo que de política esta tiene. No dejan de serlo cuando prestan sus casas para cooperar en la organización del festejo, pelando viandas y otros ingredientes para la famosa caldosa. Cuando pintan carteles o letreros con consignas comunistas que cuelgan en las calles a la vista de todos. Cuando enseñan a los niños canciones lemas del Comité, y las ensayan en sus casas (menos mal que estos hermanos nuestros no usan a estos niños por el hecho de entusiasmarles a cantar: En cada cuadra un Comité, en cada barrio Revolución…). El domingo entonan al frente de los infantes: el capitán de mi barco es Cristo… y el veintisiete: el capitán de mi barco es Fidel y ese barco es el Comité y la Religión de ese Comité es el Partido Comunista… Resulta interesante descubrir cuánto de política hay en estos creyentes, pero, ¿será política o pura politiquería barata? ¿No será más bien que al tomarse el protagonismo en esta pasada fiesta solo intentaron expresar: yo asisto a la iglesia bautista, pero que quede bien claro que no coincido con lo que piensa el Pastor?, o mejor, al colaborar tanto, al punto de parecer más comunistas que los mismos comunistas, están a la defensiva, temerosos de perder sus trabajos y su tranquilidad entre comillas.
El caso es que en esta espera de la llegada del Cincuenta Aniversario de los Comités de Defensa de la Revolución se reveló o salió a la luz este nuevo engendro de creyente-cederista-apolítico, aunque estoy más que convencida, que ese engendro o enredo solo puede explicarse de la siguiente forma: ni apolíticos, ni políticos; politiqueros a conveniencia, eso sí.
* Licenciada en Información Científico Técnica y Bibliotecología y Máster en Estudios Teológicos por FLET. Es la esposa del pastor Mari Félix Lleonart quien ha colaborado en este Blog.
Foto : Una fiesta de los CDR

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