En el libro, “En el nombre de la Rosa” de Humberto Eco, que leí hace mucho tiempo, hay un diálogo muy interesante que quiero compartir aquí:
El abad ciego pregunta al investigador William de Baskerville:
– ¿Qué anheláis verdaderamente?
Baskerville contesta:
– Quiero el libro griego, aquél que, según vosotros, jamás fue escrito. Un
libro que solo trata de la comedia, que odiáis tanto como a la risa. Se trata
probablemente del único ejemplar conservado de un libro de poesía de
Aristóteles. Existen muchos libros que tratan de la comedia. ¿Por qué este
libro es precisamente tan peligroso?
El abad contesta:
– Porque es de Aristóteles y va a hacer reír.
Baskerville replica:
– ¿Qué hay de inquietante en el hecho de que los hombres puedan reír?
El abad:
– La risa mata el miedo, y sin miedo no puede haber fe. Aquél que no teme
al Demonio no necesita más de Dios.

P. Gabriel Amorth, algo irreverente
Hoy encuentro una nota de su libro, “Memorias de un
exorcista”. Es entonces que puedo compartir con ustedes lo dicho allí:
¿El demonio bromea con usted?
No, no tiene sentido del humor, aunque alguna vez… Una vez yo diría que me
tomó el pelo. Estábamos exorcizando a una señora, a quien
había exorcizado en muchas ocasiones el padre Cándido. En mi opinión, es
uno de esos casos que nunca se liberarán; ha mejorado, eso sí, puede hacer vida
normal como madre de familia, pero nada de liberación total. Yo estaba con otro
exorcista, mejor alumno del padre Cándido que yo. Según creo, fue la única vez
que practicamos un exorcismo de cinco horas y media. Era el día de la
Inmaculada, un día sugestivo… Como he dicho, este exorcismo duró cinco horas y
media, y creímos que el demonio había salido. Al final, lágrimas de emoción,
abrazos, besos. Sin embargo, al cabo de una semana la situación volvió a ser la
de antes. El padre Cándido me dijo: «Ya lo ve usted, padre Amorth, hacer
exorcismos largos no sirve para nada». Por eso mis exorcismos duran media hora.
¿Cómo y por qué le tomó el pelo el demonio?
Le hice el siguiente reproche: «Dijiste que ibas a salir ese día y a esa
hora, pero no lo has hecho». Y él, con voz meliflua, me respondió: «¿No sabes
que soy un mentiroso? ¿No te lo han dicho? ¡Yo digo mentiras, soy un embustero!
¿No te lo han enseñado?». Me sentí humillado, hubiese querido que me tragara la
tierra.
Concluyo que, el diablo no tiene sentido del humor…, y
los demonios menos.
Eloy A González.
[30 de junio de 2025]




