Estamos pagando
el precio del colapso de la cultura burguesa del país.
Por: Amy Wax y Larry
Alexander. **
Extractos del artículo *
“Muy
pocos estadounidenses están calificados para los trabajos disponibles. La
participación masculina en edad laboral en la fuerza de trabajo total de
nuestro país se encuentra en mínimos desde la época de la Gran Depresión. El
abuso de opioides está generalizado. La violencia homicida afecta a las
ciudades del interior. Casi la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio, y
aún más son criados por madres solteras. Muchos estudiantes universitarios
carecen de las habilidades básicas, y los estudiantes de secundaria están por
debajo de los de dos docenas de otros países. Las causas de estos fenómenos son
múltiples y complejas, pero está implicada en esta y otras enfermedades la
ruptura de la cultura burguesa del país”.
“La
cultura burguesa estableció un guion que se suponía que todos debíamos seguir:
casarse antes de tener hijos y esforzarse por permanecer casados por el bien de
los niños. Obtener la educación necesaria para conseguir un empleo remunerado,
trabajar duro y evitar la inactividad. Hacer un esfuerzo adicional para la
empresa o los clientes. Ser patriotas, estar listos para servir al país. Ser
amables, cívicos y caritativos. Evitar el lenguaje grosero en público. Ser
respetuoso de la autoridad. Evitar el abuso de drogas y alejarse del crimen”.
“Estos
preceptos culturales básicos reinaron desde finales de los años cuarenta hasta
mediados de los sesenta. Podían ser seguidos por personas de todos los orígenes
y habilidades, especialmente cuando están respaldados por un apoyo casi
universal. La adherencia generalizada a esos principios contribuyó de una forma
importante a la productividad, las ganancias educativas y la cohesión social de
ese período”.
“¿Todo
fue perfecto durante el período de la hegemonía cultural burguesa? Por supuesto
que no. Hubo discriminación racial, roles sexuales limitados y bolsas de
antisemitismo. Sin embargo, las mejoras constantes para las mujeres y las
minorías estaban en marcha (…) Desterrar la discriminación y ampliar las
oportunidades no requiere la desaparición de la cultura burguesa. Todo lo
contrario: la pérdida de los hábitos burgueses impidió seriamente el progreso
de los grupos sociales más desfavorecidos. Esa tendencia también aceleró las
consecuencias destructivas del crecimiento del Estado de bienestar, que, al
hacerse cargo del apoyo financiero de las familias, redujo la necesidad de dos
padres. Una fuerte norma a favor del matrimonio podría haber mitigado este
efecto. En cambio, el número de padres solteros creció astronómicamente,
produciendo niños más propensos al Amy Wax y Larry Alexander. “Este paradigma
cultural comenzó a romperse a finales de la década de los sesenta. Se produjo
una importante combinación de factores – la prosperidad económica, la píldora,
la expansión de la educación superior y las dudas en torno a la guerra de
Vietnam- que alentaron un ideal antiautoritario, adolescente y de realización
de deseos: sexo, drogas y rock and roll, algo que era indigno e impracticable
para una sociedad adulta madura y próspera. Así se produjo en esta era el
comienzo de una política de identidad que convirtió las aspiraciones de los
líderes de los derechos civiles, como el reverendo Martin Luther King Jr., en
obsesiones sobre la raza, la etnia, el género y, en estos momentos, por la
preferencia sexual”.
“Y
aquellos adultos con influencia sobre la cultura, por una variedad de razones,
abandonaron su papel como defensores de la respetabilidad, la cortesía y los
valores. Como consecuencia de esto, la contracultura avanzó mucho,
particularmente entre los escritores, artistas, actores y periodistas, que
disfrutaban de la liberación de las limitaciones convencionales, convertían a
Estados Unidos en una condena y consiguieron que revisar los crímenes del país
fuera un marcador de clase de virtud y sofisticación”.
“Todas
las culturas no son iguales. O al menos no son iguales en la preparación de las
personas para ser productivas en una economía avanzada. La cultura de los
indios de las llanuras se diseñó para los cazadores nómadas, pero no es
adecuada para un país del primer mundo, del siglo XXI. Tampoco son adecuados
los hábitos monoparentales y antisociales que prevalecen entre algunos blancos
de clase trabajadora; la cultura del rap “anti-blancos” de los negros del
centro de las ciudades; las ideas anti-asimilación ganan terreno entre algunos
inmigrantes hispanos. Estas orientaciones culturales no solo son incompatibles
con lo que requiere una economía de libre mercado avanzada y una democracia
viable, sino que también son destructivas para la solidaridad y reciprocidad
entre los estadounidenses. Si el guion cultural burgués – que la clase
media-alta todavía sigue en gran medida, aunque vacila en predicarlo – no puede
ser ampliamente restablecido, es muy probable que las cosas empeoren para todos
nosotros”.
“¿La
reincorporación de las normas burguesas por parte de los estadounidenses
comunes y corrientes que los abandonaron reduciría significativamente las
patologías de la sociedad? Hay muchas razones para creerlo. Entre aquellos que
actualmente siguen los viejos preceptos, independientemente de su nivel de
educación o afluencia, la tasa de homicidios es pequeña, la adicción a los
opiáceos es rara y las tasas de pobreza son bajas. Aquellos que viven según las
simples reglas que la mayoría de la gente solía aceptar, pueden no terminar
siendo ricos o tener trabajos de elite, pero sus vidas irán mejor o mucho mejor
de lo que lo hacen ahora. Todas las escuelas y vecindarios serían mucho más
seguros y agradables. Más estudiantes de todos los ámbitos de la vida serían
educados para el empleo constructivo y la participación democrática”.
“Pero
restaurar la hegemonía de la cultura burguesa requerirá que los árbitros de la
cultura -los académicos, los medios y Hollywood- renuncien a las polémicas de
agravios multiculturales y a su pretensión de defender a los oprimidos. En
lugar de atacar la cultura burguesa, deberían volver a la postura de su
celebración, como sucedía en la década de 1950”.
Para
leer el artículo completo en Ingles:
*El artículo periodístico
que ha conmocionado al mundo cultural en EEUU: “Estamos pagando el precio del
colapso de la cultura burguesa nacida en los 50”
Hace
unos meses, los profesores norteamericanos Amy Wax y Larry Alexander (en la foto) , docentes
de Derecho en las universidades de Pensilvania y San Diego, respectivamente,
publicaban un artículo en “The Inquirer” titulado “Paying the price for
breakdown of the country’s bourgeois culture” (“Estamos pagando el precio del
colapso de la cultura burguesa del país”).
El texto
ha provocado una profunda conmoción en los círculos culturales por las
reacciones incendiarias que ha suscitado entre la extrema-izquierda intelectual
que domina los campus norteamericanos (así como los europeos). Los autores del
ensayo han recibido miles de correos electrónicos cargados de insultos y
amenazas, se ha solicitado su expulsión de las cátedras, grupos de estudiantes
han pedido su cabeza, han sido vetados en decenas de medios de comunicación,
han sido objeto de ataques físicos y se ven imposibilitados de dar conferencias
con un mínimo de seguridad…
**Amy Wax is the Robert Mundheim
professor at the University of Pennsylvania Law School. awax@law.upenn.edu
Larry Alexander is the Warren
distinguished professor at the University of San Diego School of Law. larrya@sandiego.edu