marzo 18, 2011

La posibilidad de que en Cuba se cree un nuevo partido político, desde la Iglesia católica, para apoyar al gobierno de partido único.

 ¿Una oposición fiel al gobierno?
Marianao, La Habana, 17 de marzo de 2011, (PD) Luego de releer el Dossier “Senderos de Esperanza. Acerca de la mediación de la Iglesia Católica en Cuba” publicado por la revista Espacio Laical en el número 4 -2010, he quedado convencido de que está a punto de forjarse algo nunca visto en política: la creación de un nuevo partido para apoyar al gobierno del partido único.
Puesto que los comunistas criollos, al cabo de 50 años de monopolio totalitario han liquidado de hecho a la sociedad, necesitan de ese auxilio: una claque de adulones que parezcan independientes, para ser capaces de re articular el consenso nacional.
Estos sedicentes caballeros católicos coinciden en su desvinculación con la disidencia interna, a la que, no obstante, algunos de ellos se sienten capacitados para juzgar y condenar, requisito este que parece condición impuesta para que puedan ejercer un muy menguado derecho a la libre expresión. Los autonomistas fueron más audaces respecto al integrismo colonial.
Me refiero específicamente a los criterios emitidos por los Sres. Lenier González y Roberto Veiga. Ambos parecen ser los portavoces escogidos por el Sr. Ortega para difundir su timorata doctrina.
Dice Veiga que, en la medida en que el gobierno “se inclinaba hacia un modelo comunista y se tensaban las relaciones con la Iglesia, ella fue despojada de muchas de sus posibilidades sociales y esto “aparentemente” debilitó su relación con la sociedad. Digo que fue solo “aparentemente” porque finalmente ese despojo y exclusión sirvió para aumentar la sensibilidad de la Iglesia para con el sentir del pueblo más sencillo. Lo que pudo ser un acto de hostigamiento, se convirtió, a su vez, en una purificación que la acercó mucho más a la sociedad cubana”.
De acuerdo con este criterio, la Iglesia, y los católicos cubanos, han de darle gracias a los comunistas, pues marginándolos y expulsándolos de estudios y de centros de trabajo, sólo estaban ayudándolos a sufrir, para acercarlos más al Señor. ¿Quién se lo hubiera dicho a los Testigos de Jehová enviados a Las UMAP y a los fusilados en los muros de La Cabaña? No en balde Veiga es también el autor de la innovación del perdón sin necesidad de arrepentimiento.
Eso se refiere al pasado, lo que sigue apunta hacia el futuro: “La Iglesia Católica reúne un conjunto de cualidades que la distinguen y le facilitan poder desempeñar una gestión efectiva en la búsqueda de la armonía necesaria para hacer posible la promoción de esa sociedad sabia y pujante como el logro del suficiente consenso nacional. Por supuesto que esto debe hacerlo desde su naturaleza institucional y sin intentar sustituir a dicha sociedad. Todo lo contrario, creando el espíritu para que cada día exista más y se encamine fraternalmente hacia el reto de actualizar el consenso comunitario.
Me parece que Veiga está predicándonos un masoquismo gozoso, aunque deja sin explicar cómo será posible que una sociedad cambie para mejor sin cambiar absolutamente nada, sino todo lo contrario. Es de un vuelo metafísico sobrenatural. Tras mucha meditación, deduzco que está diciéndonos que la Iglesia será desde ahora, algo así como el brazo espiritual del MININT: donde la fuerza falle, allí estará la Fe para “actualizar el consenso comunitario”.
Lenier es menos metafísico, experto en adjetivaciones suavizadoras. Así, a la brutal oleada de detenciones y desmesuradas condenas de la Primavera Negra del año 2003, la califica de “un delicado asunto” y los actos de repudio salvajes contra las Damas de Blanco le merecen el calificativo de “desagradables”. Corre a aclarar que “estas realidades no desestabilizaban en lo más mínimo el orden interno del país y mucho menos ponían en peligro la integridad del gobierno cubano, si constituían un serio obstáculo para la reinserción de Cuba a nivel internacional”.
Nótese como el predicador no osa criticar ni con un adverbio la conducta del gobierno cubano y que al final les concede con el sustantivo ‘Cuba’, toda la autenticidad de la que este blasona. Se esmera en ocultar que la indefensa columna de mujeres armadas de gladiolos estaba dándonos un ejemplo de valentía pública letal para el gobierno, que sólo acudió al colaboracionismo eclesial cuando las amenazas del DSE fracasaron.
Además de adular al gobierno, Lenier se atreve a condenar a la disidencia, y entonces no hace uso de la suavidad ni de la ponderación. Habla de “un intenso debate interno sobre los destinos de la Nación”, al que parecen haberlo invitado sólo a él y acusa a los disidentes de haberse “enajenado del mismo”. Es evidente que a este muchachón nunca le han impedido el acceso a ninguna parte los robustos muchachones con carnés verdes de la policía de Seguridad del Estado. Acaso lo consideran PC (personal de confianza). ¡Dios nos libre si consiguen re articular el consenso nacional!
Los criterios de Aurelio Alonso, consecuente con su marxismo de toda la vida, me merecen mayor respeto. Coincido con los planteamientos de Armando Chaguaceda. Lamento que no se haya convocado a participar en el debate a católicos tan relevantes como Eduardo Mesa y Dora Amador, quienes hubiesen aportado más equilibrio al excesivamente unánime debate.
*Poeta y periodista independiente. Reside en Marianao, ciudad de La Habana, Cuba. Colabora para Primavera digital.

1 comentario:

Unknown dijo...

Buen analisis. Gracias y saludos desde Toronto, Canada.