mayo 21, 2022

Propiciación y reencarnación: “Todos somos Fidel”

 

Por: Eloy A González.

Durante un ritual de sacrificio- ofrenda  se ofrece un regalo a la divinidad para establecer, mantener o restaurar la relación del ser humano con un orden sagrado que lo trasciende. El propósito original de todo sacrificio-ofertorio  es hacer un don a los dioses para asegurar su favor, su buena voluntad, o minimizar su hostilidad[1]. Fines específicos, que incluye técnicas para la propiciación; esto último es importante.

¿Por qué me adentró en tema tan complicado, con la nota anterior introductoria, cuando solo quiero referirme a dos fotografías? Si de complejo y de extrema erudición es el asunto; pues hay que seguir, aunque solo sea a la ligera.

Desde hace buen tiempo soy testigo de algunas consagraciones en Cuba, su pueblo y sobre todo sus dirigentes, a crear una narrativa que les favorezca y les permita hacer uso del extenso relato de la revolución, su líder y la situación actual. Todo esto, para crear un estado de coacción social en la población que los lleva a rituales y ofertorios que rayan en lo ridículo. Si no fuera por la seriedad del asunto, una prolongada carcajada nos ocuparía.

He visto de todo, pero esa idea que le han pergeñado los ideólogos de nuevo tipo es con mucho un acto de recuperación de una conciencia nacional descuartizada y anodina . Resulta que ahora todos “ somos Fidel” y por ahí empieza la cosa. De resulta de esto se establece un culto : amplio, sorprendente y revelado de reencarnación. Se da el acto reverente por el cual, Fidel ha reencarnado en todos los cubanos que hoy repiten como fanáticos de nuevo tipo que son hechura del Dios caído y sepultado.

El innombrable, la piedra, sus manos, sus lúcidas ideas y su presencia en cada uno de los cubanos es una nueva ideología que recuerda, más que nada, el paganismo y el empeño de los bufones. De pronto aparece una secta de fanáticos que hacen vigilias con pañuelos rojos ; otros pasean en una urna  una boina del Che por pueblos y ciudades. La secuencia de bufonadas y sainetes revolucionarios no paran .


He aquí que una visita de algún dirigente, o el intento de un acto de reafirmación revolucionaria en un remoto lugar de la Isla, donde el pensamiento siempre es insular, limitado por las aguas y torpe de origen; se salva con dos o tres fotos de una especie de ritual donde se ofrecen los frutos del campo al innombrable y su permanente y ridículo panteón donde descansa; que no es otra cosa que  un espantoso peñasco. Este no es el único ritual que he visto pero alcanzo a solo dos fotos.

En lugar perdido, quien sabe dónde,  en la alargada geográfica de la isla es un escenario de pobreza y abandono. Es ahí donde se instala un altar donde dos banderas, la roja y la bandera cubana, custodian una imitación del peñasco-tumba del innombrable que tiene detrás las fotos del dictador ya muerto  y del hermanísimo que aún no ha cantado el manisero. Encima de la piedra los frutos del campo que vienen escasos, pero en ofrenda: dos cocos secos, plátanos machos, una papaya, frutas, boniatos, y un pequeño mazo de habichuelas. Todos miran sobrecogido el altar y las ofrendas . No lejos , pero guardando la distancia, el busto de Martí parece como abandonado sobre un montón de piedras.


Es un ritual ofertorio de los frutos del campo. La actitud de veneración, el toque mágico de la bandera de la ideología y la nación. La copia distintiva del santuario – tumba de la deidad y las fotos de los dioses infernales , los dos principales.

No sé qué extraña relación encuentro entre el culto a las deidades, la reencarnación colectiva en una deidad infernal que ya nos gobernó en vida y que parece gobernarnos en la muerte; y finalmente ese vínculo de las ofrendas de los frutos de la tierra y la necesidad de garantizar y aumentar la producción de frutas y vegetales.

No es la única expresión de religiosidad post revolucionaria. Es la configuración de una religión tardocastrista donde el eje conductual es no olvidar la deidad que, habiendo acompañado a todo un pueblo a la autodestrucción; ahora nos sorprende con la expiación de los errores pareciéndonos y pensando como Él. Es como si los dioses de la culpa no solo se nos echaron encima por tantos años , sino que nos siguen acompañando como el resultado de una relación incestuosa y monstruosa en atributo. De lo que me queda solo citar al poeta:

Que trampa tan perfecta nos han hecho…/! Que trampa tan perfecta y adornada/con nuestro propio estilo contrahecho/[2]

 

 

 

 

 



[1] “Ofrenda a los Dioses: Sacrificio” en: https://repository.uaeh.edu.mx/revistas/index.php/prepa4/article/view/1999/5581

[2] Soneto. René Ariza .Prisión del Morro, Cuba. 1976

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