Por: Eloy A González.*
He leído con impaciencia e inusitada rapidez, lo que ciertamente no recomienda el autor, el libro: “Y vimos Su Gloria” del pastor bautista cubano, Alberto I. González. El autor, de conocida trayectoria dentro de la Obra Bautista en Cuba y virtuosos escritor, antes nos proporcionó un libro testimonial sobre la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) que en su momento resultó muy revelador.
Ahora el investigador nos brinda una obra que como toda obra de indagación histórica no es completa en si misma. Resulta eso sí, significativa y está enriquecida con testimonios, datos y documentos que antes inaccesibles, ahora se hacen parte de una historia escrita con entrega y buen tino.
Alberto González trata de llevarnos de la mano en su obra como él mismo señala, a modo de un desafío: para que podamos encontrar los propósitos de Dios en los caminos difíciles. Esos caminos difíciles que fueron recorridos y aún recorren tantos en la Cuba maltratada por una dictadura cerril y prolongada.
Es historia testimonial lo que aquí se narra; es también acceso a informaciones que han permanecido por mucho tiempo sustraídas de un análisis sincero y desapasionado. En las líneas de este libro hay claridad, como hay exaltación. El autor no pretende limar asperezas, porque ya es muy tarde; como tampoco pretende hurgar en las heridas porque esto a nada conduce.
Recomienda el autor que el libro debe leerse con paciencia. No la he tenido. Tengo esa rara virtud de ser un lector rápido y regreso al texto si hay datos que anotar. Pero debo de reconocer que una sensación de sobrecogimiento me ha acompañado desde que cerré el libro ayer. Vuelvo sobre las palabras que escribí hace unos meses en mi artículo: “Los dudosos caminos de la historia”; estas palabra que me hicieron preguntarme: ¿qué extraños lances me han alcanzado, para que en medio de tal frágil soledad, me vea sumergido en un entramado de opiniones en torno a acontecimientos que no están pronto a aparecer y que para mi nada significan? Lo interesante de todo esto es que algunos acontecimientos, tal vez de los más importantes señalados en el libro que nos ocupa, fueron parte de mi vida. No fui solo un pasajero eventual de esa historia sino alguien que tuvo una participación nada desdeñable.
Desde los días de mi adolescencia allá en mi pueblo natal, asistía a la Iglesia Bautista, pero fue terminando mis estudios de Pre-Universitario y dando los primeros pasos para entrar a la Universidad, que tuve una sincera e intensa experiencia de conversión. Esto fue el año 1968.
Entre los años 1968 y 1975 fui testigo y parte de la historia contada por el autor. Los eventos ocurridos entre estos años no me fueron ajenos. Hasta mi salida de Cuba al Exilio en el 1999 guardé muchos documentos que aclaran algunos de los eventos que hoy cuenta el autor en su libro.
Todo indica que los sucesos que allí se narran en ese periodo y por extensión en los años siguientes, me son conocidos y puedo dar fe de muchos de ellos en los aciertos o imprecisiones que pueda haber tenido el autor.
Muchas de las experiencias vividas en esos años tan intensos de juventud, me fueron recurrentes, aunque no me lo proponía. Hoy con la lectura del libro, vuelven a hacerse recurrentes y asombran.
He sido como muchos de esos que se han cruzado en el camino de la Historia, de esa historia de ímpetu y cóleras. Patria y Fe he visto confundidas y una sincera dedicación a los principios que me ha ocasionado un dolor infinito que todavía me acompaña. Más de una vez en este Exilio aciago, he recordado aquellas palabras escritas en Cuba:
Plenamente convencido del desconocimiento y menosprecio de los Derechos Humanos en mí Patria, los cuales no son protegidos por un régimen de Derecho que garantice la observancia de estos. Testigo de las frecuentes violaciones de estos derechos a los que se suma el deterioro y la peligrosa perdida de valores de nuestra propia identidad nacional.
Sobre la premisa de los principios axiomáticos fundamentales de la prédica y acción de Jesús de Nazaret: lo sagrado de la vida y la personalidad humana, así como, la solidaridad espiritual de los hombres y la práctica del amor al prójimo, asumo mis responsabilidades y riesgos.
Hoy sólo asumo que he olvidado mis documentos allá en La Habana, que puedo y debo escribir sobre ese tiempo donde fui parte de acontecimientos hoy narrados en un libro , que el autor sin ánimo contencioso alguno impele a leer con generosidad y amor. ¿Donde hallar los documentos?.., y si no es así… ¿debo confiar sólo en la memoria?
Admiro a los que saben crear, como admiro a los que saben amar. La historia esta hechas de muchos propósitos, adentrémonos en ella. En ésta el señorío de Dios es incuestionable.
©2008-07-15
* Columnista. Panorama de Nuevos Horizontes, Hispanic Newspaper, Fort Worth, TX. E-mail: eloy_gnzlz@yahoo.com.
Foto: Salón principal de la Iglesia Bautista “El Calvario” , La Habana, Cuba.
He leído con impaciencia e inusitada rapidez, lo que ciertamente no recomienda el autor, el libro: “Y vimos Su Gloria” del pastor bautista cubano, Alberto I. González. El autor, de conocida trayectoria dentro de la Obra Bautista en Cuba y virtuosos escritor, antes nos proporcionó un libro testimonial sobre la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción) que en su momento resultó muy revelador.
Ahora el investigador nos brinda una obra que como toda obra de indagación histórica no es completa en si misma. Resulta eso sí, significativa y está enriquecida con testimonios, datos y documentos que antes inaccesibles, ahora se hacen parte de una historia escrita con entrega y buen tino.
Alberto González trata de llevarnos de la mano en su obra como él mismo señala, a modo de un desafío: para que podamos encontrar los propósitos de Dios en los caminos difíciles. Esos caminos difíciles que fueron recorridos y aún recorren tantos en la Cuba maltratada por una dictadura cerril y prolongada.
Es historia testimonial lo que aquí se narra; es también acceso a informaciones que han permanecido por mucho tiempo sustraídas de un análisis sincero y desapasionado. En las líneas de este libro hay claridad, como hay exaltación. El autor no pretende limar asperezas, porque ya es muy tarde; como tampoco pretende hurgar en las heridas porque esto a nada conduce.
Recomienda el autor que el libro debe leerse con paciencia. No la he tenido. Tengo esa rara virtud de ser un lector rápido y regreso al texto si hay datos que anotar. Pero debo de reconocer que una sensación de sobrecogimiento me ha acompañado desde que cerré el libro ayer. Vuelvo sobre las palabras que escribí hace unos meses en mi artículo: “Los dudosos caminos de la historia”; estas palabra que me hicieron preguntarme: ¿qué extraños lances me han alcanzado, para que en medio de tal frágil soledad, me vea sumergido en un entramado de opiniones en torno a acontecimientos que no están pronto a aparecer y que para mi nada significan? Lo interesante de todo esto es que algunos acontecimientos, tal vez de los más importantes señalados en el libro que nos ocupa, fueron parte de mi vida. No fui solo un pasajero eventual de esa historia sino alguien que tuvo una participación nada desdeñable.
Desde los días de mi adolescencia allá en mi pueblo natal, asistía a la Iglesia Bautista, pero fue terminando mis estudios de Pre-Universitario y dando los primeros pasos para entrar a la Universidad, que tuve una sincera e intensa experiencia de conversión. Esto fue el año 1968.
Entre los años 1968 y 1975 fui testigo y parte de la historia contada por el autor. Los eventos ocurridos entre estos años no me fueron ajenos. Hasta mi salida de Cuba al Exilio en el 1999 guardé muchos documentos que aclaran algunos de los eventos que hoy cuenta el autor en su libro.
Todo indica que los sucesos que allí se narran en ese periodo y por extensión en los años siguientes, me son conocidos y puedo dar fe de muchos de ellos en los aciertos o imprecisiones que pueda haber tenido el autor.
Muchas de las experiencias vividas en esos años tan intensos de juventud, me fueron recurrentes, aunque no me lo proponía. Hoy con la lectura del libro, vuelven a hacerse recurrentes y asombran.
He sido como muchos de esos que se han cruzado en el camino de la Historia, de esa historia de ímpetu y cóleras. Patria y Fe he visto confundidas y una sincera dedicación a los principios que me ha ocasionado un dolor infinito que todavía me acompaña. Más de una vez en este Exilio aciago, he recordado aquellas palabras escritas en Cuba:
Plenamente convencido del desconocimiento y menosprecio de los Derechos Humanos en mí Patria, los cuales no son protegidos por un régimen de Derecho que garantice la observancia de estos. Testigo de las frecuentes violaciones de estos derechos a los que se suma el deterioro y la peligrosa perdida de valores de nuestra propia identidad nacional.
Sobre la premisa de los principios axiomáticos fundamentales de la prédica y acción de Jesús de Nazaret: lo sagrado de la vida y la personalidad humana, así como, la solidaridad espiritual de los hombres y la práctica del amor al prójimo, asumo mis responsabilidades y riesgos.
Hoy sólo asumo que he olvidado mis documentos allá en La Habana, que puedo y debo escribir sobre ese tiempo donde fui parte de acontecimientos hoy narrados en un libro , que el autor sin ánimo contencioso alguno impele a leer con generosidad y amor. ¿Donde hallar los documentos?.., y si no es así… ¿debo confiar sólo en la memoria?
Admiro a los que saben crear, como admiro a los que saben amar. La historia esta hechas de muchos propósitos, adentrémonos en ella. En ésta el señorío de Dios es incuestionable.
©2008-07-15
* Columnista. Panorama de Nuevos Horizontes, Hispanic Newspaper, Fort Worth, TX. E-mail: eloy_gnzlz@yahoo.com.
Foto: Salón principal de la Iglesia Bautista “El Calvario” , La Habana, Cuba.
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