agosto 23, 2010

Del otro lado de la brecha.

Uno de esos días en que burlé lo estipulado y tuve la osadía de navegar por internet, me emocioné mucho al encontrar que la web de la Diócesis Episcopal de Arizona, en su ventana Rapidísimas del 1 de abril 2010 a cargo de Onell A. Soto (Episcopal News Service), donde hacía referencia a la mesurada intervención que realicé en Agua de Vida el pasado 24 de marzo:
Mario Lleonart, pastor de la Iglesia Bautista de Taguayabón en la Provincia de Villa Clara, condenó la muerte del prisionero de conciencia Orlando Zapata y la negativa del gobierno a las demandas de Guillermo Fariñas que se encuentra en delicado estado de salud por estar en huelga de hambre desde el 24 de febrero. Fariñas pide respeto a los derechos humanos y la excarcelación de 26 prisioneros de conciencia que están enfermos. La reunión celebrada en La Habana fue patrocinada por la Alianza Mundial Bautista que tiene su sede en Londres y agrupa a 100 millones de fieles”.
(Foto de abajo a la izquierda, autografo de Ernesto Cardenal para el autor del artículo).
Pero lo que más me impactó no fue que un acto tan ínfimo, al lado del deber tantas veces incumplido y postergado por parte de la iglesia cubana, hallara eco en los medios de prensa de una Diócesis aparentemente tan distante; sino que justo después de dicha nota pasara a referirse que "el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, antiguo ministro del gobierno sandinista, dijo en Alemania recientemente que "en Nicaragua hay una dictadura. Yo estoy contra el gobierno actual de Nicaragua, pero no puedo decir más porque tengo que regresar al país y allí no hay libertad".
Encontrarnos tan cerca Cardenal y yo, en un mismo medio y en noticias tan cercanas en espacio y contenido, me resulta un privilegio que no soñé jamás. Desde que hago uso de razón he leído con deleite su prolífera obra, desde sus poemas hasta su excelente autobiografía: "Vida perdida”, que constituye actualmente uno de mis libros de cabecera. Respecto a sus palabras citadas en la web no esperaba menos de mi admirado escritor, no menos del apasionado discípulo de Thomas Merton. En cada verso suyo se resuma por doquier la savia inconforme del Evangelio del Reino proclamado por Jesús de Nazaret. Su beneficiosa participación como Ministro de Cultura en el Gobierno Sandinista de Nicaragua a partir de 1979 solo puede explicarse luego de una dictadura de la calaña de Somoza, ante cuyas flagrantes violaciones a los Derechos Humanos su pasión cristiana le impidió quedar callado, como en aquella ocasión de 1976 cuando ante el Tribunal Russell, reunido en Roma, levantó su voz para condenar tanta injusticia. Fungiendo ya como Ministro declaró: “Ser Ministro es para mí una cruz. Yo no soy un político, soy revolucionario, soy un monje y un poeta” (En entrevista concedida a Teófilo Cabestrero en 1983 y publicada bajo el título Ministros de Dios, ministros del pueblo).
Ya en una de sus Reflexiones Fidel Castro tuvo que admitir, no sin sorpresa, que Ernesto Cardenal se encontraba en la oposición a Daniel Ortega en Nicaragua, como mismo Frei Betto se oponía a Lula en el Brasil. ¿De qué extrañar entonces que un cristiano en Cuba, en nombre de los principios del mismo Evangelio, se encuentre también del otro lado de la brecha señalando con el dedo al dictador, aún cuando otros profetas, al estilo de la época bíblica de Jeremías, siempre ha sido así, le den vítores?
(Foto de la derecha, el autor del articulo y Frai Betto intercambiando en una Feria del Libro en La  Habana).
Subrayando las palabras de Castro, en efecto, el caso de Frei Betto, de cuya literatura también he sido asiduo lector, es parecido al de Ernesto Cardenal. Dos años como asesor especial de Lula y como coordinador de movilización social del programa Hambre Cero bastaron para que constatara también que aquel no era su lugar. A fines de 2004 abandonó el cargo por discrepar y como consecuencia nació su libro "Mosca azul", excelente reflexión sobre el poder al que considera "la mayor de las tentaciones humanas". En él admite que el Partido de los Trabajadores, que él mismo contribuyó a fundar, llegó a ser un mero instrumento de acceso al poder. El tema central del libro es "cómo evitar el veneno de la mosca azul e injertar valores en la estructura de poder". Confiesa que no tiene respuestas a las preguntas más acuciantes: "¿Por qué en el poder las personas tienden a despersonalizarse, prefiriendo encarnar más la función que ocupan que las personas que de hecho son? ¿Qué enfermedad es esa que lleva a las personas a quedar embelesadas con el poder, en una tendencia de auto divinización por ocupar una instancia de poder?". Quizá una de las tesis más interesantes de Betto consiste en la necesidad de que un contrapoder vigile y controle al poder estatal, como forma de evitar abusos. En entrevista al Jornal do Brasil fue tajante: "No creo en los cambios de arriba hacia abajo, sino de abajo hacia arriba. Aprendí en Planalto (sede del gobierno) que un gobierno sólo funciona bajo presión." Ojalá Frei Betto comprendiera que el gobierno de Cuba, que al parecer él sorprendentemente idealiza todavía, no constituye la excepción de esta regla, y que al igual que a su gobierno, el único ideal que actualmente le mueve es mantenerse en el poder a toda costa.
No sé si, lamentablemente igual que el dominico brasileño, Ernesto Cardenal guarde todavía simpatías por el gobierno cubano. Ojalá pronto lleguen noticias de que la misma decepción que han tenido con sus gobiernos la hayan llegado a tener con el mío; sana y nunca tardía decepción, y que me concedan entonces a mí también el valioso derecho que ahora mismo y tan positivamente ellos ejercen.
Por el momento, y conociendo al menos que en sus propios contextos mis tan admirados escritores se comportan como verdaderos profetas, y celebrando al coincidir por ello con Ernesto Cardenal en noticias tan cercanas en el Episcopal News Service, me place terminar como mismo lo hace allí el editor Onell A. Soto: ¡El Señor ha resucitado! ¡Aleluya!
*Pastor bautista, de la Convención bautista de Cuba Occidental. Desempeña su ministerio en la Iglesia Bautista de Taguayabón, en Villaclara, Cuba.

1 comentario:

ARG dijo...

Sus amigos Cardenales, Frei Betto, Las Diócesis, que mezcolanza y que astuto es el diablo para confundir aun a los que buscan el Evangelio.
Por eso lo mejor es dedicar más tiempo a leer la Biblia desde el Génesis hasta el Apocalipsis y no las obras del tuerto diabólico F. Betto, y el ciego Cardenal sandinista revolucionario.