Aunque
las primeras celebraciones del Día de las Madres se remontan a la antigua
Grecia, donde se le rendían honores a Rea (madre de los dioses Zeus, Poseidón y
Hades); es una excelente oportunidad para compartir con la familia. Todos los
evangélicos, en algún momento, hemos renegado de esa celebración.
¿Quién
no recuerda aquella serie de predicaciones que ponía al descubierto el origen
pagano de esa y otras celebraciones? Eso
a mí me costó una profunda herida en el corazón de mi madre inconversa. Como
parte de la filosofía escapista se nos invitó a salir del mundo para no
contaminarnos.
Yo
terminé honrando a mi mamá todos los días del año, menos el segundo domingo de
mayo. El tamaño de mi hipocresía legalista era tal, que yo deshonraba a mi
madre el día que los mundanos escogieron para honrar las suyas... sólo por no
hacerme igual a ellos.
Todavía
repica en mi mente la ilustración que usó el Apóstol Bernardo en la recién
concluida Escuela "La Iglesia que Influencia la saciedad”: Para que la
levadura funcione tiene que mezclarse con la harina; así la iglesia tiene que
mezclarse con el mundo para poder cambiarlo. Si eso le parece una herejía véalo
en los labios de Cristo: Mateo 13:33; Lucas 13:21y Juan 17:15-26.
Mi
mensaje es simple: ¡Honre a su madre el segundo domingo de mayo también! (Éxodos 20:12)
Editor del Semanario Digital “Fuego y Dinámica)
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