Es
decir, no fueron Fidel Castro y su equipo quienes quisieron “que esto fuera
así”. Fue Dios.
Dios
quien encerró a más de 22 mil hombres inocentes entre cercas con 25 pelos de
alambre de púas, más cinco de anti fugas. Dios quien determinó que estos
hombres, mal comidos, trabajaran de sol a sol rodeados por sus verdugos
armados.
No
fue Fidel Castro, sino Dios quien quiso ponerlos a prueba enviándoles en trenes
de carga, sin siquiera agua e inodoros, en autobuses con las mismas carencias,
hacia un destino que los implicados desconocían.
Dios
quien llevó a tantos confinados UMAP a auto mutilarse severamente con tal de
evadir la inclemente jornada en el surco y el duro encierro.
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