diciembre 08, 2005

La Navidad castrista y sus fanáticos



Uberto Mario

No se asombre si le cuento que nosotros los cubanos, fundamentalmente los que nacimos después de 1959, no hemos conocido lo que es una Navidad en la isla. Sí, esa Navidad donde hay regalos, reparación de las casas, visitas a otros países para despedir el año y reencuentro con familiares y amigos. Cuando Fidel Castro entró triunfal a La Habana el 8 de enero del año 1959, él y su caravana llegaron cargados de odio y de venganza. Eran cientos de miles de fanáticos que no adoraban nada ni a nadie. En el primer paquete de medidas aparece una orden que el pueblo cubano no le perdonará: desaparecer a la Iglesia católica, perseguir a los devotos de Cristo y convertir a los colegios cristianos en escuelas de marxismo-leninismo. Su fanatismo comunista lo llevó a adorar el color verde oliva de tal forma que en fábricas, oficinas, hospitales y escuelas había que vestirse como el comandante bajó de la Sierra Maestra.

Las calcomanías o placas con las imágenes de la Virgen de la Caridad del Cobre o Cristo Jesús en las puertas de las casas iban desapareciendo, pues los Comités de Defensa de la Revolución obligaban a sustituirlas por un letrero en metal con fondo rojo y negro que decía: "ésta es tu casa Fidel". Algunas tradiciones se mantuvieron escondidas, como la de los Reyes Magos, hasta que a inicios de los años setenta se comenzó a vender juguetes importados en las tiendas con la condición de que no se le dijera más a los niños cubanos que los Reyes Magos existían, pues Melchor, Gaspar y Baltasar no aparecían en los libros del socialismo que ya se adueñaban de los programas docentes-educativos en el país. ¿Y el arbolito de Navidad? Recuerdo que quienes lo ponían en sus casas lo hacían a puertas cerradas, pues el presidente del CDR no podía saberlo. Además, a nosotros los niños y jóvenes en edad escolar eso nos traería serios problemas en vista de que creer en Dios y poner el arbolito era un delito ideológico. El año de 1961 fue una etapa bien difícil para Castro y sus seguidores.

El domingo 17 de septiembre de ese año, el tirano, aprovechando la presencia en el puerto de La Habana del vapor español Covadonga, ordenó meter por la fuerza en esa embarcación a 132 sacerdotes, obispos y seminaristas que molestaban en Cuba, la mayoría de ellos nacidos en esa hermosa tierra. Desde el muro del malecón muchos cubanos lloraban y agitaban pañuelos. Se les iba la esperanza más allá del Atlántico. A sus sacerdotes Fidel los sacaba a punta de fusiles de la patria que los vio nacer. Pero pasó el tiempo, y desde hace pocos años, con la liberación del dólar, se venden arbolitos de Navidad y pesebres en las tiendas por divisas. Se puede ir a la iglesia, tomar la Primera Comunión y hasta bautizar a los hijos. Se puede recibir en la casa a los familiares de la comunidad (los cubanos que viven en Miami y traen dólares).

De un artículo aparecido en El Nacional, de Caracas: www.el-nacional.com

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1 comentario:

Anónimo dijo...

que orrible no pider festejar la navidad y ami que me re encanta(no por los regalos)pero ya se liberan eso debe se rmu cho mejor.