Juan González Febles *
La Habana, Cuba – marzo 2006 - El Islam llegó a La Habana. Jóvenes agraciados, mestizos en su gran mayoría, afluyen llenos de entusiasmo a la fe del profeta. El primer punto de contacto es en la Unión Árabe de Cuba, en la calle Prado. Allí, los agraciados jóvenes cubanos son valorados con sabiduría por sabios hombres de fe. Por personas conocedoras de la ley islámica.
Luego de los primeros contactos, a la mezquita situada en los altos del restaurante Al Medina, en la Habana colonial de Leal. Allí rezan y observan los ritos sagrados del Islam. Aprenden a preservarse de la hembra perturbadora -de dientes para afuera- y se preparan para viajar, nada menos que a Irán.
Los jóvenes cubanos no aspiran a mudarse al paraíso coránico de huríes y delicias. Ellos son mucho más modestos. Digamos que, en su inmensa mayoría, aspiran a salirse del infierno de Fidel Castro. La embajada de Irán en La Habana abrió una brecha, que está siendo muy bien aprovechada por un entusiasta grupo de mulaticos.
Los recién conversos serán los futuros imanes, santones y eruditos del Islam cubano. Parece que los promotores de la idea depositan grandes expectativas en estos pichones del chiísmo en el nuevo mundo.
De acuerdo con las observaciones preliminares, quizás estamos a las puertas de un Islam de nuevo cuño amante del ron, el tabaco, la guaracha y la hembra perturbadora. Quizás sea una nueva versión de trabajadores sociales de la fe. Existen muchos puntos comunes entre el origen de los trabajadores sociales y los nuevos islamitas.
Ambos, los trabajadores sociales del Comandante y los nuevos islamitas provienen de las calles. Están imbuidos del mismo deseo de vivir y ser útiles a sí mismos. Para ello quizás da lo mismo servir al Comandante que a los ayatolá del Irán. Doy fe de que la vida en Cuba es un excelente entrenamiento para cualquier cosa.
Los hebreos se convencieron a sí mismos de que eran el pueblo elegido de Dios. Alguien con no menos sabiduría afirmó que los cubanos son el pueblo escogido por sí mismo.
La nueva confesión habanera es una novedad que se inscribe en un viejo más de lo mismo. Quizás la misión divina de nuestros agraciados mulaticos sea renovar el Islam. Hasta donde se sabe, Mahoma creó un estilo de vida afín con las expectativas de muchos varones jóvenes desheredados por la fortuna en nuestra amada Habana. Se casó con una viuda acaudalada y ya sin preocupaciones materiales, se consagró a crear el Islam. Ahí está el quid del asunto.
Si bien crear una nueva religión no está en la mira de nuestros muchachos, la viuda no vendría mal. Bienvenida sea si llega de Madrid, Londres o Teherán, con turbante o con pamela. Alá es Dios y Mahoma su profeta.
No habrá objeciones de conciencia. Orula es tolerante y compasivo. Haciendo santo y poniendo la obra que hay que poner al pie de la Ceiba, Cachita ayuda y se llega. No digo yo si es así. A Teherán o hasta el Polo Norte. Los hijos de los Orishas pasean cualquier mezquita. Maferefún Alá.
* Periodista Independiente cubano.
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