enero 15, 2014

La inaceptable complacencia de la Iglesia católica cubana.

Por: Mario Hechavarria Driggs.
Al cabo de veinte años la nueva Carta Pastoral firmada por los obispos católicos cubanos, ofrece sus puntos de vista sobre la situación nacional, en permanente crisis tras la desaparición de la URSS y sus satélites europeos. ¿Cantaremos aquel estribillo de Carlos Gardel que dice veinte años no es nada?
Exaspera la proverbial lentitud de nuestra iglesia mayor.  En 1993 dijeron “El amor todo lo espera”, ahora nos dicen “La esperanza no defrauda”. Esperar, esperanza, en tanto la improvisación gubernamental no parece tener fin; tampoco la miseria material y espiritual que embarga a los cubanos.
La última misiva episcopal reconoce los problemas planteados en el noventa y tres, todavía sin resolver:
•           Reformas tímidas, aun así hay marchas atrás.
•           La gente encuentra  como única salida irse a otro país, el propio no les sirve.
•           La vida no alcanza para realizar un proyecto sustentable, imposible de alcanzar por la mayoría de las familias.
Sin embargo, la Iglesia católica cubana sigue de plácemes con el gobierno. No conozco de sermón alguno pronunciado en nuestras parroquias, tomando partido por los que hoy enfrentan las injustas decisiones gubernamentales, ejemplo último, el cierre de los pequeños negocios detentados por miles de trabajadores cuentapropistas, que en desventajosas condiciones retaron exitosamente el monopolio estatal minorista sobre la comercialización de ropa y calzado.
En las calles, la seguridad del estado  impide por la fuerza cualquier pacífica manifestación antigubernamental, incluyendo a las Damas de Blanco, de quiénes se ufanó la jerarquía eclesiástica de haber conseguido el fin de su permanente represión. En este país se  encarcela y golpea a quienes muestren  públicamente una opinión diferente  de  los lineamientos del régimen.  Sin embargo en la Iglesia   prevalece el silencio y los oídos sordos.
La libertad de expresión está cuestionada para las instituciones eclesiásticas cubanas, sometidas a una censura de guante blanco que las máximas autoridades católicas aceptan con débiles reparos. Pasados dieciséis años de la primera visita papal,  no existe un espacio permanente para el catolicismo en el sistema mediático estatal cubano.
Las dos revistas de mayor impacto, mantenidas a duras penas por la diócesis de Pinar del Río y la arquidiócesis de La Habana, Vitral y Espacios, fueron obligadas a cambiar totalmente sus líneas temáticas, enfoques y contenidos, relanzadas ahora de forma tal que resultan “inofensivas” dentro del universo legal de la prensa circulante en Cuba.
En particular la antigua “Espacios” se transformó en “Espacio Laical”, antes criticando severamente asuntos muy terrenales, cotidianos, dolientes a los cubanos sencillos. Ahora es un panfleto teórico-filosófico que repite número a número a los mismos opinantes, gente en general muy erudita, pero cuyo lenguaje recuerda a los escolásticos medievales.
El Cardenal Ortega Alamino, con una dispensa del Vaticano para continuar ejerciendo su obispado preeminente más allá del tiempo determinado de su retiro, espera, otra espera adicional, por su personal jubileo. Su eminencia se reconforta repitiéndonos que la iglesia no es un partido político de la oposición. Sin embargo, el beato Juan Pablo II advirtió en Cuba: El servicio al hombre es el camino de la Iglesia.
Reclamado por las urgencias de la población, el Presidente cubano Raúl Castro reiteró en su último discurso antes del año nuevo, que avanza sin prisa, pero sin pausa, quejándose de quiénes le conminan al necesario pie en el acelerador, clamado por la vida que se nos va.
La Iglesia católica cubana, en alianza discreta, tácita, con los poderes constituidos, marcha a la zaga de los comunistas cubanos, temerosa de perder el magro espacio institucional ganado luego de largos años de discriminación comunista estatal.

De tanto temer, el catolicismo cubano está perdiendo otro espacio mayor, sus feligreses, cansados de tanto esperar, de tanta proclamada esperanza. Tal vez los curas, en sus claustros, puedan aceptar este letargo, el pueblo cubano NO.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo cierto es que la iglesia católica ha hecho un papel muy pobre e indigno en Cuba.