Por: Pr. Manuel Morejón Soler.*
San Miguel del Padrón, La Habana, agosto 27 de 2009 (SDP) Oró un pueblo sufrido: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí y pleito y contienda se levantan, por lo cual la ley es debilitada y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia”. (Hebreos 1:2).
La respuesta del Señor: “¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde y no dándole el salario de su trabajo!”
Dice en Jeremías 22: “Mas tus ojos y tu corazón no son sino para tu avaricia, y para derramar sangre inocente, y para opresión y para hacer agravio. Por tanto, así ha dicho Jehová acerca del rey injusto y avaro: no lo llorarán diciendo ¡ay, hermano mío! ¡ay, hermana! Ni lo lamentarán diciendo: ¡Ay señor! ¡Ay, su grandeza! En sepultura de asno será enterrado, arrastrándole y echándole fuera de las puertas”.
¡Ay del rey que no remunera al obrero conforme a su trabajo! ¡Ay del que cree haber edificado solo para él! ¡Ay del que por avaricia de su corazón ha derramado sangre inocente! ¡Ay de quien destierra indolentemente! ¡Ay del que oprime y agravia!
¡No lo llorarán!
El Señor con su propia mano escribió para los reyes soberbios: “Mene, tekel, uparsin.” Esta es su interpretación. Mene: Contó Dios su reino y le ha puesto fin. Tekel: Pesado has sido en balanza y fuiste hallado falto. Peres: Tu reino ha sido roto.
“No puede el hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo. (Juan 3:27).
“El hombre no puede escoger el lugar de su nacimiento, este vino del Señor.” (Mateo 2: 4-5).
Toda abundancia de bienes está por debajo de la tristeza insoportable de vivir distante del lugar en el que uno nació. Nada puede sustituir los recuerdos de su origen, la añoranza de su corazón.
Pero el momento de volver está cerca.
“…Y a la puesta del sol, salió un pregón por el campamento diciendo: ¡cada uno a su ciudad y cada cual a su tierra! Murió pues el rey…” (Pasajes relacionados Deuteronomio 5 25-28 y Reyes 22).
*Colaborador del Semanario Digital Primavera, desde Ciudad de la Habana, Cuba. E-mail: imorejon@yahoo.es
Foto del autor.
San Miguel del Padrón, La Habana, agosto 27 de 2009 (SDP) Oró un pueblo sufrido: “¿Hasta cuándo, oh Jehová, clamaré y no oirás; y daré voces a ti a causa de la violencia y no salvarás? ¿Por qué me haces ver iniquidad y haces que vea molestia? Destrucción y violencia están delante de mí y pleito y contienda se levantan, por lo cual la ley es debilitada y el juicio no sale según la verdad; por cuanto el impío asedia al justo, por eso sale torcida la justicia”. (Hebreos 1:2).
La respuesta del Señor: “¡Ay del que edifica su casa sin justicia y sus salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde y no dándole el salario de su trabajo!”
Dice en Jeremías 22: “Mas tus ojos y tu corazón no son sino para tu avaricia, y para derramar sangre inocente, y para opresión y para hacer agravio. Por tanto, así ha dicho Jehová acerca del rey injusto y avaro: no lo llorarán diciendo ¡ay, hermano mío! ¡ay, hermana! Ni lo lamentarán diciendo: ¡Ay señor! ¡Ay, su grandeza! En sepultura de asno será enterrado, arrastrándole y echándole fuera de las puertas”.
¡Ay del rey que no remunera al obrero conforme a su trabajo! ¡Ay del que cree haber edificado solo para él! ¡Ay del que por avaricia de su corazón ha derramado sangre inocente! ¡Ay de quien destierra indolentemente! ¡Ay del que oprime y agravia!
¡No lo llorarán!
El Señor con su propia mano escribió para los reyes soberbios: “Mene, tekel, uparsin.” Esta es su interpretación. Mene: Contó Dios su reino y le ha puesto fin. Tekel: Pesado has sido en balanza y fuiste hallado falto. Peres: Tu reino ha sido roto.
“No puede el hombre recibir nada si no le fuere dado del cielo. (Juan 3:27).
“El hombre no puede escoger el lugar de su nacimiento, este vino del Señor.” (Mateo 2: 4-5).
Toda abundancia de bienes está por debajo de la tristeza insoportable de vivir distante del lugar en el que uno nació. Nada puede sustituir los recuerdos de su origen, la añoranza de su corazón.
Pero el momento de volver está cerca.
“…Y a la puesta del sol, salió un pregón por el campamento diciendo: ¡cada uno a su ciudad y cada cual a su tierra! Murió pues el rey…” (Pasajes relacionados Deuteronomio 5 25-28 y Reyes 22).
*Colaborador del Semanario Digital Primavera, desde Ciudad de la Habana, Cuba. E-mail: imorejon@yahoo.es
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