Por: E. A. González.
Artemio
fue aquel hombre ya andando en años y cargando no pocos pesares,- me refiero a esos que se
nutren de las enfermedades y los sobresaltos-,
que vimos llegar los domingos a la iglesia y que compartía sus vivencias,
recuerdos y sapiencias con los que allí estábamos. Sus nobles maneras y el
cuidado que ponía en la relaciones con los otros mostraba, al punto, que
estábamos frente a un hombre cuya presencia despertaba admiración y noble
prestancia. Pero estos tiempos nos hacen tan mezquinos que solemos desdeñar la
virtud y el fomento del buen ánimo. Era para decirlo, uno más con el cual se
intercambiaban palabras y se compartía un tiempo, el de la iglesia de domingo,
que en nada se aproxima a la recalada de la virtud y la cimentación de la amistad.
Fue
así que en los últimos años cuando nuestra relación con el sincero amigo, una y
otra vez nos peguntamos sobre todo lo ajena que se nos hace la virtud, como las
penas se nos avecinaban y como toda una
vida de recuerdos e intensas experiencias podían ser compartidas y
consideradas. Se trataba ni más ni menos de algo que suele llamarse conversación, ese hablar sin grandes pretensiones
dejando surgir las palabras, las evocaciones o las anécdotas de ocasión; las opiniones
agiles sin cortapisas. Es darle una oportunidad a la convivencia, la plática y
las creencias valóricas; estas últimas
si llegan. Porque a fin de cuentas
cuando comienza a establecerse una
amistad la gravedad e intensidad de lo que
se piensa no es algo necesario ni absoluto. La conversación y el necesario trato
que quiero mencionar aquí es la del empleo de palabras simples, superación de
esquemas manidos y el desprendimiento de la arrogancia; es ejercer la sencillez. Es así que una amistad comienza con una amable
conversación y una taza de café de por
medio.
Aquí
y allá, en dos ocasiones de la semana, Artemio era la compañía necesaria para
atender a las palabras, después vendría el
respeto y el compañerismo, la
tolerancia y el compartir ideas desprejuiciadas; permitir y convocar a pensamientos
que se hacen comunes. Esto es amistad dicen
algunos y para aquellos que participan, son o se hacen amigos…,
Sorprendido
por la amistad que llegaba, cuando compartíamos las primeras conversaciones di
a leer a Artemio un artículo que había escrito hacia tres años atrás..., su título
es desgarrador y emblemático de un concepto que nos era común, nos fue común.
Se trata de un corto artículo de opinión titulado: Los escasos amigos del vencido, allí decía con sensibles palabras
lo siguiente:
En bueno preguntarse si viendo acortase el tiempo,
superada las expectativas y sorprendido por la enfermedad y la muerte, tiene
sentido una amistad. En tanto que los
amigos suelen llegar cuando todos se han ido… ¿es el momento de darles
la bienvenida?
¡No, no es cierto que la separación despierte la
amistad! ¡La acaba! Por fin en estas nuevas vivencias, tal vez de forma tan
tardía y sin nutrirse, la amistad resiste como una planta raquítica que apenas
sobre vive en un terreno estéril, su fruto es más peligroso que el mismo odio.
Y
terminaba diciendo….,
En cuanto a dar la bienvenida a los nuevos amigos o
amigas. Ya se hace tarde; se ha acortado demasiado el tiempo. Al vencido le
faltan los amigos, si estos vienen, solo les digo que no se demoren.
Nunca
comentamos sobre estos u otros
conceptos, sabíamos que no había tiempo. Artemio fue el amigo que llegó, no
hubo demoras. Llego una y otra vez con una palabra amable, con un gesto desinteresado,
con una intención de servir; se hacía todo preocupación y compresión. Fue la
persona que llegó una y otra vez a la casa con un ramo de flores o un dulce
para las niñas, ponía especial cuidado en las relaciones y medía sus palabras
de afecto. Había una dedicación especial para el cariño y la ternura. Era la
persona bienvenida…, y al irse tal vez
nunca llegó a saber todo el bien que nos
hizo.
Cuando
Artemio cumplió sus 70 años fuimos invitamos mi esposa y yo a la celebración de
su cumpleaños, allí le recordé aquellas palabras que ya señalé:
Artemio, dicen que los amigos suelen llegar tarde...,
no, no llegan tarde; cuando llegan
siempre son oportunos.
Y
es que Artemio era sin lugar a dudas el amigo que había llegado. Alguien dijo
que: Un verdadero amigo es aquel que
entra cuando el resto del mundo sale…, y miren que todos se habían ido, que
tropel, que desesperanza, ya no quedaba nadie como para voltear el rosto y preguntarse
solo una vez ¿aun aquí? Y entonces
aparece una persona que en nada pretende encontrar un amigo, sino solo dar
lugar a una amable conversación y un café. Era todo… y fue suficiente.
Pero
Artemio entendió muy bien eso de que comprender al amigo es meterse en la propia piel y hacerse cargo. Fue sorprendente como
un hombre marcado por la enfermedad y viendo acercarse la muerte paso a paso tenía tiempo para preocuparse
por los pesares, sobresaltos y desdichas del otro; pero sobre todo cuando escuchaba algún descargo,
asentía diciendo, “comprendo perfectamente
bien”, “te entiendo.., te entiendo”
…, y era cierto.
No
tengo la intención de entrar en consideraciones trascendentales y filosóficas
ante la realidad de la muerte, ni aun las
necesarias interpretaciones de una fe que compartíamos, todo lo cual tuvimos tiempo de hablar mucho
antes de su esperado deceso. Mi propósito es recordar algo que también hablamos una y otra vez, y es
la esperanzadora virtud que nos hace considerar que la amistad no es una
experiencia acabada, que la ruindad que nos acecha no puede o no debe acabar
con una dedicación tan noble y enriquecedora.
Artemio
fue el amigo oportuno del vencido,
alguien que supo escuchar, quien se interesó y busco aliviar tanta carga aun
cuando el llevaba en trabajoso andar las suyas; fue también quien mostró una generosidad,
al menos con la paciencia con que escuchaba, que fue suficiente. Fue el amigo
que llegó y el amigo que se fue esbozando una sonrisa amable hasta el último
instante.
El
poeta afirma cuando traba de definir la palabra amigo en estos términos: decir amigo se me figura, que decir amigo es decir ternura…. Y en un juego de
versos, -que no son míos-, es que termino:
…, y yo quiero eternizar la ternura /de seres abiertos
a la acogida, / fiel sin quebrantos a la amistad, /en los todavía oscuros
cielos de la soledad.
Noviembre del
2013
Artemio
Ávila falleció en la mañana del 24 de octubre
del 2013 en la ciudad de Fort Worth,
Texas, a su lado se encontraban su esposa, hijo e hija…., Artemio dedicó
varios de sus años de jubilación como voluntario de Catholic Charities en Fort
Worth, Texas. Era un miembro activo de la Iglesia Bautista Génesis. (Nota en
ocasión del servicio memorial celebrado el 9 de noviembre del 2013 en Gambrell
Street Baptist Church)
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