Por Eloy A González.
Estad quietos, y conoced que yo soy Dios. Sal 46:10
El
estar atentos es, en verdad, un despertar de la consciencia, una iluminación
espiritual que el Altísimo obra en el creyente. Por medio de esta gracia, el
hombre comprende su realidad inmaterial, reconoce sus faltas y yerros, y busca
la redención que ha sido provista por medio de Jesucristo, el Cordero de Dios.
Este
despertar implica el inicio de una vida nueva, una mente instruida y educada
por la Palabra de Dios para discernir entre el bien y el mal, y una
transformación interior que nos acerca a la comunión con lo divino.
Es,
por esencia, una llamada al discernimiento: a distinguir lo que verdaderamente
acontece a nuestro alrededor y en nuestro espíritu. El Señor Jesús mismo
exhortó a sus discípulos a observar la higuera y los demás árboles, aprendiendo
de las señales manifiestas para comprender que el Reino de Dios se halla cerca.
Empero,
a menudo preferimos la comodidad de la distracción, el refugio de la costumbre
o el silencio que evita la verdad incómoda. Y la verdad incomoda a aquellos que
han normalizado el engaño, pues los obliga a confrontar la realidad de sus
obras y el verdadero estado de su alma. Difícil cosa es aceptar aquella verdad
que expone la mentira. Mas la vida, en su misma esencia, nos exige atención.
La
Palabra insta a los creyentes a permanecer vigilantes y a no ser seducidos por
la injusticia y las malas obras de los impíos. Nos advierte sobre aquellos que
se aprovechan de sus semejantes y nos recuerda que todos rendiremos cuenta por
el fraude y el engaño, sin olvidar las oportunidades que se nos dieron para
obrar con amor.
Estar
atentos y discernir las intenciones de los demás es necesario para no caer en
trampas ni enredos. Es una decisión: ver aquello que el egoísmo se afana en
ocultar, lo que el mundo enmascara y la necedad tiene por justo —tutelajes y
ventajismos—, sin olvidar la voz que el corazón se empeña en mostrar.
Como
enseña el sabio, "No es bueno hacer acepción de personas"
(Proverbios 28:21). Y la admonición de la Epístola es clara: "El
que procede con injusticia sufrirá las consecuencias del mal que ha cometido, y
eso, sin acepción de personas" (Colosenses 3:25).
Cuando
alcanzamos la claridad para ver la realidad en que vivimos, comenzamos a
vislumbrar lo que puede ser transformado. Y toda verdadera transformación
comienza con una mirada despierta y atenta, dispuesta a ver, a involucrarse y a
actuar antes que sea demasiado tarde.
12 de
diciembre de 2025

No hay comentarios:
Publicar un comentario