Eloy A González.
..., en su casa hay olor a azufre porque el fuego la
consume. Los malvados son como un árbol, al que se le secan las raíces y se le
marchitan las ramas. Job 18:15-16
Hoy me gustaría centrarme en un tema inusual y hasta repugnante: los olores
nauseabundos. No me refiero a fragancias agradables, sino a aquellos que
resultan francamente desagradables, repulsivos o que provocan náuseas, como el
hedor de la descomposición (basura o comida podrida), las aguas residuales, el
gas, el sulfuro (similar a huevos podridos) o los animales muertos. Dentro de
esta categoría, el olor a azufre tiene un significado especial en mi memoria.
Fue precisamente el azufre y el infierno lo que me trajo a la mente un
recuerdo inolvidable de principios de los años 70. En aquella época, en una
pequeña iglesia en la periferia de La Habana, fui testigo inesperado de una
reunión de religiosos que rápidamente se transformó en un encuentro sumamente
intenso, casi un aquelarre.
Asistían miembros de una denominación evangélica y algunos participantes
externos, incluyéndome a mí, un joven en aquel momento. La reunión se había
convocado para discutir la responsabilidad social de los cristianos. Sin
embargo, en cuanto comenzó la presentación, escuché la voz de un pastor detrás
de mí invocar, con una intensidad aterradora, el olor a azufre, el juicio
divino y la destrucción inminente. La atmósfera se volvió tan cargada que,
sentado en medio del salón, me pareció que el orador hablaba en lenguas y me
asusté de verdad.
Esa reunión trascendió el evento programado. Terminó definiendo una postura
influenciada por las desavenencias de la historia de Cuba en ese periodo, una
época en la que las ideologías políticas y la Fe religiosa se corrompían
mutuamente.
El azufre en la Biblia es un símbolo recurrente y poderoso del juicio
divino, la retribución y la destrucción absoluta contra la iniquidad, tal como
se establece en la primera gran referencia de Génesis 19:24, donde Jehová usó
"azufre y fuego" para aniquilar Sodoma y Gomorra. A lo largo
de las Escrituras, este elemento altamente inflamable se asocia con la
desolación en la Tierra (Job 18:15) y, más prominentemente, con la condenación
eterna en el libro de Apocalipsis, donde se describe el "lago de fuego
que arde con azufre" como la morada final para los no salvos,
simbolizando el tormento perpetuo y el poder irrevocable de la ira de Dios.
Otro de los olores lo asocio con una cita literaria y el queso, veamos:
En el año 2015 las Brigidinas ‒congregación creada en 1911 en Suecia por la beata María Elisabet Hesselbald‒ inauguró un nuevo convento en Cuba. Un poco más de una década después de
estrenar una impresionante sede habanera que ha sido posible gracias a la vieja
alianza entre la abadesa y el régimen Castro comunista.
Pocos días después de que las monjas se instalaran, comenzaron las
reformas, atrayendo la atención de los vecinos pobres de la zona. Una vez
terminada la capilla, se reveló que la obra también incluiría un hostal de diez
habitaciones para complementar su labor pastoral con ancianos y pobres.
Actualmente, los turistas pueden reservar habitaciones dobles por 50 CUC (con
desayuno) o una suite por 65 CUC mediante correo electrónico.
Escribí un artículo sobre el extraño acuerdo entre la Orden del Santísimo
Salvador – Brigidinas- y el innombrable Jefe, a quien se le concedieron
prerrogativas. En ese momento, mencioné la frase: "Algo huele mal en
Dinamarca" (de Hamlet de Shakespeare), que significa que hay algo
profundamente corrupto, sospechoso o incorrecto en una situación, especialmente
a nivel político o moral, señalando un mal gobierno o problemas subyacentes en
el sistema.
Un personero de la Orden de las Brigidinas, algo molesto, respondió a mi
artículo con la frase: “está oscuro y huele a queso". Esta
expresión, aunque vulgar, se utiliza para dar una respuesta, "está oscuro y
huele a queso”, parece relacionada con la pregunta, pero en realidad no tiene
nada que ver, reflejando la confusión de su réplica en ese momento. Confieso
que me divertí mucho con su respuesta.
La confluencia de estas tres expresiones enmarca la podredumbre moral que,
a menudo, corroe el corazón de la Fe y el poder.
La conducta de los cristianos hipócritas no es un simple desliz, sino un
hedor que asciende hasta el umbral del Juicio Divino. El olor desagradable a
azufre no es una metáfora suave; es la ineludible promesa bíblica de
retribución y destrucción absoluta (Génesis 19:24, Apocalipsis 20:10). Es la
sentencia ardiente contra la iniquidad de aquellos que visten piedad mientras
practican la falsedad.
Y es precisamente en este escenario donde resuena el eco shakesperiano: "Algo
huele mal en Dinamarca". Esta frase no apunta a un error trivial, sino
a una corrupción profunda, sospechosa e incorrecta a nivel político y moral.
Señala esa podredumbre subyacente en el sistema, la intriga oculta en los
pasillos de las instituciones que deberían ser puras. El hipócrita es el
sepulcro blanqueado que por fuera luce intachable, pero por dentro está podrido
(Mateo 23:27).
Lo más patético de este cuadro de decadencia es la respuesta del
confrontado. Frente a la verdad desnuda de la crítica, el personero religioso
no ofreció redención ni defensa honesta, sino una evasiva burda y prosaica:
"está oscuro y huele a queso". Esta frase, aunque nos divierta por su
vulgaridad, es el epítome de la cobardía intelectual. Es la réplica que
pretende ser ingeniosa pero que solo consigue ser completamente irrelevante; la
negación absoluta del diálogo y la confesión. Es la patética cortina de humo
lanzada por quien, al ser descubierto oliendo a podrido
("Dinamarca"), intenta cubrir el hedor con una respuesta que solo
huele a excusa barata.
En este único texto, tenemos la denuncia de la corrupción ("Huele
mal..."), la defensa evasiva de los culpables ("...Huele a
queso"), y la advertencia profética de la consecuencia final
("...Huele a azufre").
Es la trágica secuencia del hipócrita.
Eloy A Gonzalez [5 de diciembre de 2025]
Foto: 👇
El
Tormento de San Antonio o La Tentación de San Antonio, c. 1487-1488 Es una
pintura de Miguel Ángel. Esta pintura se encuentra actualmente en el Museo de
Arte Kimbell de Fort Worth, Texas.

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