"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece." (Filipenses 4:13).
Siempre cada Navidad nos trae un renuevo de Fe y buena
voluntad. Viene dada por experiencias de todo un año transcurrido que nos
motiva al buen testimonio del Cristo nacido y de la Fe del Señorío del Cristo
niño. Para los cristianos que compartimos una común Fe, el significado
permanente y central de la Navidad es la celebración del nacimiento de
Jesucristo, el Hijo de Dios, que vino al mundo para traer amor, esperanza,
salvación y vida eterna, encarnando a Dios mismo y permitiendo la
reconciliación humana con Él, un mensaje atemporal que va más allá de la fecha
del 25 de diciembre y las tradiciones, enfocándose en la fe, la humildad y el
servicio al prójimo.
El verdadero significado de la Navidad es amor. Dios amó
a los suyos y proveyó el camino – el único Camino – para que pasemos la
eternidad con Él. Dios dio a Su único Hijo para ejecutar en Él el castigo por
nuestros pecados. Él pagó el precio completo y por eso estamos libres de
condenación cuando aceptamos este regalo gratuito de amor. “Más Dios muestra su
amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por
nosotros.” (Romanos 5:8).
La Navidad, en su corazón, es la historia de un amor que
lo da todo, de una Fe que lo renueva todo. Pero, ¿qué pasa cuando esa luz llega
a lugares lastimados, incluso dentro de la Iglesia?
Por estos días de celebración del Nacimiento de Cristo ,
soy parte de una iglesia en crisis, lastimada por la maldad sin superar. Hace
dos meses escribí : “Animémonos
y tengamos confianza mutua en medio de una Iglesia desolada”, donde señalé
lo siguiente:
"El dolor causado en y por una iglesia es algo que golpea
la conciencia. Esto no significa que las palabras y las situaciones, que hieren
el corazón y generan situaciones muy desagradables y notorias, nos hagan
sucumbir. Pero sí actúa en las mentes de los congregados, en su menguado
corazón y en el alma de aquellos que han sido lastimados. Si esto no se trata,
destruirá la felicidad, el gozo y el bienestar en un futuro’.
Este año, muchos de nosotros miramos a nuestro alrededor
y vemos que la maldad y el dolor han dejado heridas. La celebración corre el
riesgo de volverse vacía, un aquelarre hipócrita, si no la anclamos en la
verdad fundamental: Dios muestra Su amor para con nosotros, en que siendo aún
pecadores, Cristo murió por nosotros (Romanos 5:8).La verdadera renovación no
está en las luces, sino en la humildad.
Hace unos días una persona de esas que se muestran la
sencillez a flor de piel, se me acercó en la Iglesia para preguntarme, ¿cómo le
hacía en eso de la oración en la congregación? Le dije que había aprendido de
una vez cuando, cuando vii orando y dando Gracias a Dios a un anciano enfermo y
desvalido en una sala de un hospital. Esto fue en vísperas de la Navidad
del 2007, y yo también estaba allí.
Entonces escribí de aquello en un artículo titulado: “La
oración del viejo Santiago”, se lo busqué en mi archivo , lo imprimí y se
lo regalé. Creo que será el mejor regalo que hago o haré en esta Navidad. Que
el encuentro con "La oración del viejo Santiago" sea el renuevo que
tu alma necesita para este y el próximo año. Descubre el regalo de una fe que
sana.

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