Por: Nilda C Estévez.
Meditación sobre la Luz en tiempos de oscuridad (Juan
12:44-50) :
Jesús
clamó y dijo: El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió; y el
que me ve, ve al que me envió. Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo
aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. Al que oye mis palabras, y no
las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a
salvar al mundo. El que me rechaza, y no recibe mis palabras, tiene quien le
juzgue; la palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrero. Porque
yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio
mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar. Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así
pues, lo que yo hablo, lo hablo como el Padre me lo ha dicho.
“Yo, la luz, he venido
al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas”.
La Revelación de la Unidad Divina
En este pasaje, Cristo no solo habla; Él clama. Es un
grito de verdad que descorre el velo del misterio trinitario: Quien contempla
al Hijo, se abisma en la presencia del Padre. Jesús se presenta como la Luz
Primordial, no como un juez sentencioso, sino como el Redentor que ofrece el
paso de la sombra a la claridad. Creer en Él es un acto de suprema libertad,
pues es reconocer que Su Palabra no es un decreto humano, sino el mandato del
Padre que es, en esencia, Vida Eterna.
Esta doctrina nos invita a una introspección necesaria:
como portadores de Su nombre, ¿somos verdaderos reflejos de esa Luz, o
permitimos que las tinieblas del mundo nublen nuestro testimonio?
El Contraste de las Sombras: Un Clamor por Cuba
Esta reflexión cobra una urgencia dolorosa al mirar hacia
la tierra que me vio nacer. Durante más de seis décadas, Cuba ha sido envuelta
en un manto de tinieblas ideológicas. Desde la infancia, se intentó imponer el
silencio de Dios a través de una doctrina atea que pretendía arrancar la fe del
alma. Se nos privó del don más sagrado otorgado por el Creador: la libertad.
Aquel derecho divino de elegir, decidir y caminar hacia la Verdad fue
sustituido por la opresión.
Hoy, mientras el mundo se prepara para celebrar el
Misterio de la Encarnación y el nacimiento de nuestro Salvador, mi corazón se
ensombrece de tristeza. Cuba permanece atada, sometida a ídolos de barro que
gobiernan mediante la manipulación y el terror, extendiendo su mano incluso
contra aquellos que confiesan a Cristo. Es una noche larga que clama por un
nuevo amanecer.
Un Llamado a la Reconciliación y la Luz
Sin embargo, la luz brilla en las tinieblas, y las
tinieblas no prevalecieron contra ella. Elevo esta humilde invitación a todo
aquel que lea estas líneas: acérquese al Trono de la Gracia. Entregue su alma a
Cristo, pues solo en Él nos convertimos en Hijos de la Luz. Solo a través de Su
mirada podemos distinguir el camino verdadero y comenzar una vida nueva,
redimida y reconciliada con nuestro Padre Celestial.
Que en esta Navidad, el resplandor de Juan 12 disipe el
miedo y rompa las cadenas de la opresión. Porque la Palabra que juzga es la
misma que salva, y Su mandato es, irrevocablemente, la Vida.
¡Gloria sea al Señor por los siglos de los siglos!

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