Por tanto, no te
avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino
participa de las aflicciones por el evangelio, según el poder de Dios. (2
Timoteo 1.8)
Toda acción que yo he
realizado es consecuencia de la fe en Dios. La fe ha sido la primera
motivación. (Oswaldo Payá, 1952-2012)
2 Timoteo es la segunda de las dos cartas que tenemos en el Nuevo
Testamento dirigidas por el apóstol Pablo a su hijo espiritual Timoteo. También
es la última de las trece epístolas adjudicadas a este gran hombre de Dios
incluidas en la Biblia y considerada como el documento póstumo del apóstol, su
testamento de despedida. Si no se poseyera una cosmovisión cristiana pareciera
desconcertante el legado que el insigne misionero ofrece en ella al joven
Timoteo, especialmente al ser releída hoy, en tiempos en que la palabra
satisfacción y éxito resultan ser la máxima aspiración promovida por la
sociedad del confort y el consumismo, aún en ámbitos donde estas palabras
resultan ser pura utopía. Participa de las aflicciones, es la invitación que un
reo de muerte realiza despidiéndose de su amado hijo, y aunque tal propuesta va
en contra total de la más mínima noción de pragmatismo, incluso del más básico
instinto de preservación y autoconservación que Dios mismo colocó de forma
innata en cada ser humano, es esta, y solo esta, la que Pablo tiene para el
destinatario de su carta, a punto él mismo cuando escribía de ser asesinado por
Nerón en el circo romano.
¡Cuán formidable sería la relectura de esta carta en estos tiempos donde
priman otros propósitos, intereses y
aspiraciones, incluso en las iglesias que se hacen llamar como de Jesucristo
pero que en la práctica resultan ser consorcios dirigidos abiertamente por la
filosofía del marketing, la autosatisfacción y el tan anhelado éxito medido
exclusivamente por frías estadísticas donde las personas dejan de ser vistas y
tratadas como seres humanos para convertirse en simples números! ¡Cómo rompería
una auténtica lectura de esta epístola con los esquemas y paradigmas que están
dirigiendo la praxis de lo que ha dejado de ser genuino cuerpo de Cristo para
ser en la realidad meras instituciones de poder!
Pero, cómo aplicar las palabras de Pablo en el controversial contexto
cubano, en una sociedad tan alejada, al menos para la mayoría, de un ambiente
de confort o consumismo. La invitación de Pablo de participar en las
aflicciones es aún más pertinente en esta sociedad puesto que el mero hecho de
decir en ella la verdad, y nada más que la verdad, como es totalmente inherente
e imprescindible a la ética no negociable del evangelio, puede ser pagado con
la prisión o con todo tipo añadido de ultrajes y vejaciones; incluyendo, como
hemos visto desfilar en los últimos meses, la represión desatada mediante
ejecuciones extrajudiciales, tras el visto bueno que diera el General que funge
como máximo líder cuando en su discurso de
clausura del último Congreso del Partido Único autorizó a defender Su
Revolución en las plazas y calles. Es cierto que no es todavía una sociedad de
consumo, el problema al que se enfrentan las iglesias enclavadas en las
democracias occidentales, es peor, se trata de una sociedad en sobrevivencia,
apabullada por un desgobierno que concuerda perfectamente con las
características de los tipos de anticristos que describe la Biblia, donde no
dejarse marcar por el poder político equivale como mínimo a no poder comprar ni
vender.
Resulta triste ver como se negocia entre el pragmatismo de un sistema al
que ahora le conviene ofrecer al mundo, del que depende económicamente para
sobrevivir, una imagen de respeto a las creencias religiosas, irrespetadas y
reprimidas durante décadas por él mismo; y entre el pragmatismo de meras
instituciones de poder con el nombre de iglesias que dependen a su vez de un
marco de legalidad que el régimen les proporciona como migajas para sobrevivir
a cambio de complicidad, o de que le hagan el trabajo de suministrar opio al
pueblo que necesita adormecer y alienar. Nada nuevo, se trata del mismo
concubinato antiguo de los reyes despóticos con los falsos profetas, estos
últimos siempre dispuestos a ofrecer loas a los oídos de los poderosos, y
abiertos siempre a realizar concordatos para asegurar las limosnas del poder político.
Las recientes amenazas de encarcelamiento que me ha realizado la señora Caridad
Diego Bello, Jefa de la Oficina de la Atención a los Asuntos Religiosos del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba, cuando advirtió a la Convención
Bautista de Cuba Occidental, de la que gustosamente soy pastor en oficio, de
que no recibirá reclamaciones de esta institución cuando mi apresamiento tenga
efecto, dándolo por hecho, no me amedrentan. Agradezco por igual tanto a
hermanos como a enemigos que con diferentes intenciones me piden cada día que
me cuide. Hace tiempo acepté el reto de Pablo de participar de las aflicciones
que faltan por añadir al sacrificio de Jesús, si de vivir acorde a mi
conciencia cristiana se trata, intentando vivir coherentemente con el evangelio
que predico, liberador de todo lo que oprime y agobia.
El sacrificio de la vida preciosa de Oswaldo Payá Sardiñas,
y de otros mártires que le han precedido en esta modalidad de asesinatos
selectivos, lejos de atemorizarme, me estimula a seguir adelante en mi
ministerio que no puede excluir la condena a este régimen despótico. Cuando me
despedía de mi amigo Juan
Wilfredo Soto García, asesinado en mayo de 2011, ya preguntaba en uno de
los post que entonces escribí que quién sería la próxima víctima, y hemos
sepultado tras él a Laura
Pollán (octubre, 2011), a Wilman
Villar Mendoza (enero, 2012) y ahora a Payá (Julio, 2012). Soy heredero de
una multitud incontable de mártires que, incluyendo a Pablo, desde el siglo
primero, prefirieron morir a negarse a predicar o a vivir la fe liberadora de
Jesucristo. En este sentido, como seguidor de un Jesús que me dio ejemplo al no
rehuir la cruz, y que nos pide seguirle cargando también la nuestra, hago suya
sus propias palabras de respuesta ante las amenazas de muerte enviadas por
Herodes: Vayan y díganle a esa zorra que hoy y mañana estaré expulsando
demonios y curando a los enfermos, y que el tercer día ya habré terminado.
Aunque, en verdad, hoy y mañana y pasado mañana deberé seguir mi viaje hasta
llegar a Jerusalén. Después de todo, allí es donde matan a los profetas (Lucas
13.32-33, TLA).
* Es Pastor de las iglesias
bautistas en las comunidades de Taguayabón y de Rosalía, en Villa Clara.
Profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Bautista Luis Manuel
González Peña. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de
la Habana y Máster en Teología por el Seminario Evangélico Los Pinos Nuevos y
por la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos (FLET, hoy Laurel
University).Su mensaje profético es ejercido desde su blog personal www.cubanoconfesante.com y desde su
cuenta twitter @maritovoz
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