Fray Ignacio José do Vale, FCF *
“El habla es
plata, el silencio es oro”.
“En la
búsqueda del conocimiento, el primer paso es el silencio, el segundo es
escuchar, el tercero es recordar, el cuarto es practicar y el quinto es enseñar
a otros” – (Textos Judíos).
Vivimos en un
mundo dominado por el ruido, por el habla, por la comunicación dictatorial, por
las imágenes con el determinante audio invasivo. ¡La contaminación acústica es
patologizante!
Estamos
constantemente bombardeados por el ruido de altavoces, bocinas, motores de
vehículos, redes sociales, televisores, celulares, tabletas, radios y varios
otros dispositivos que nos mantienen conectados. Es imprescindible hacer una
pausa para disfrutar de un poco de silencio sagrado. Encuentra un lugar
agradable y tranquilo, recárgate de energías, redescubre tus pensamientos,
encuéntrate en el silencio, sumérgete profundamente en tú yo interior.
La meditación
y la oración proporcionan una redefinición de varias opciones, ayudando a la
persona a ser más consciente, más sabia acerca de lo que está haciendo y a
mejorar y enriquecer su experiencia profunda de vida. El silencio es liberador,
curativo e inmensamente terapéutico.
En el Tratado
sobre la verdadera devoción a la Santísima Virgen María, San Luis de
Montfort nos lleva a Nazaret para encontrar a una joven escondida. Sin miedo,
sino reservado, silencioso, delicado y sencillo. Era María. Su silencio agradó
a Dios y por su humildad fue elegida para tan perfecta misión: madre de
Jesucristo. Por el silencio sagrado de María, se generó el Verbo Encarnado.
Alguien que pasó la mayor parte de su vida en silencio. Su padre era el hombre
justo del silencio. San José es un ejemplo de dedicación silenciosa al plan de
Dios. Es un hombre de gran nobleza de alma que, en el santo silencio del amor y
de la fe, recibe el misterio que está más allá de su capacidad, pero acepta en
la confianza de su creencia silenciosa la voluntad de Dios. La Sagrada Familia
es el mayor ejemplo de la espiritualidad del silencio.
El encuentro
con Dios en el silencio es el encuentro del diálogo y de la escucha a través
del corazón. El corazón habla y escucha a través de la dimensión del amor. Esta
es la verbalización de Dios. La experiencia del silencio es una experiencia de
profundidad espiritual de unificación amorosa.
San Ignacio de
Antioquía afirma que Cristo es “la Palabra que procede del silencio”. El buen
Dios que se revela en el silencio y en las palabras, pide al hombre que escuche
y el silencio sagrado es esencial para la escucha.
Conclusión
El silencio es
un espacio sagrado, enriquecedor, poderoso e iluminador donde permanecemos en
relación con Dios, atentos a Él. Es un silencio contemplativo en el que
contemplamos Su acción amorosa en nuestras vidas y continuamos escuchándolo. En
este silencio de intimidad, nos entretenemos con Su Palabra. El silencio es de
suma importancia para recibir la sabiduría de una manera única, la experiencia
mística y la intensa intimidad con Dios y el crecimiento en la comunión con Él.
*Sociólogo en Ciencias
Religiosas Profesor de Postgrado de la Facultad Norte do Paraná. Fraternidad
Sacerdotal Jesús Cáritas del Beato Carlos de Foucault
Fuente: Vida Eremítica+
Yo hago algo nuevo, Ahora acontece;¿No lo perciben? Aun en los desiertos haré camino Y ríos en los lugares desolados. Isaías 43:19