Con Lenin se llamó «Iglesia viva», pero obedecía al mismo principio: la defensa del comunismo contra la Iglesia «vieja» o «burguesa». Fue un juguete en manos de la Cheka y la GPU, cuyo jefe del departamento dedicado a la Iglesia, Tuchkov, informaba así al Politburó sobre su táctica:
Se ha formado un grupo de la llamada «Iglesia
viva», compuesto principalmente por miembros del «clero blanco»
(sacerdotes casados); el «clero negro» comprende a los monjes
(necesariamente célibes), lo que nos da la oportunidad de suscitar una querella
entre los curas y los obispos, soldados contra generales, pues existen
hostilidades entre los blancos y los negros. Tenemos que eliminar a los «tijones»
del patriarcado y las parroquias. Los cambiaremos por grupos de «renovadores».
A juzgar por la homilía pronunciada por el cura Krasnitski en la Iglesia de
Cristo Salvador, al grupo se han unido doce laicos.
Nada que, tras el Concilio Vaticano II y la deriva teológica marxista,
especialmente en los jesuitas, pueda sorprender a los católicos. España, sobre
todo el País Vasco, ha sido cantera y escaparate de la identificación del clero
con el comunismo en general y el terrorismo separatista en particular, ante la
abulia o la impotencia del Vaticano, que pese a Wojtyla —gran conocedor de la
teología española— y Ratzinger ha tropezado con la abierta complicidad de los
obispos vascos y catalanes con el separatismo. El indescriptible papa
Francisco, tras simpatizar públicamente con las fatwas islamistas y abolir las
diferencias entre curas comunistas y curas, asiste mudo o complaciente a la
deriva xenófoba del cesaropapismo nacionalista catalán. En las zonas
nacionalistas, el catolicismo español está prácticamente extinguido. Y la «Teología
de la Liberación», que no tenía nada de lo primero y aproximadamente lo
mismo que el Gulag de lo segundo, nos ha ofrecido espectáculos como los de los
clérigos ministros de Nicaragua y los curas guerrilleros de El Salvador, que
celebraban misa con pistolas asomando bajo la casulla. No es raro que sus parroquias
hayan acabado repartidas entre las maras y los severos predicadores
evangélicos.
Losantos, Federico Jiménez . Memoria del comunismo (Historia) (Spanish
Edition) (pp. 354-355). La Esfera. Kindle Edition.
Comentario a pie de nota :
No era nada nuevo lo que comenzó ocurriendo en la
Iglesia en Cuba [ me refiero a aquellos que comparten una común Fe en
Jesucristo]; tan temprano como en la Cuba de los sesenta. Entonces no nos
faltaron especulaciones sobre los “tijones” [iglesia arrimada al
patriarcado y la estructura parroquial] conservadores en sí, fundamentalistas
por definición. Del otro lado, del lado de los que triunfaron; esto es el
M-26-7 convertido en PURSC [Partido Unido de la Revolución Socialista de Cuba]
que después sería el PCC [Partido Comunista de Cuba]; estarían los que se
alinearon casi de inmediato con los comunistas de nuevo cuño. Los equivalentes
cubanos de los “renovadores” serían los católicos de “Con la Cruz y con la
Patria” , los “ecuménicos” [Consejo Ecuménico de Cuba] y una amplia
variedad que se denominaban como “ modernistas” en alternancia con los “fundamentalistas”;
suma apremiante claro está de laicos, muchos laicos infiltrados o no . Yo
estaba entre estos laicos.
Como en Cuba nos había llegado la “liberación”
y así fue como el 1959 se denominó el “Año de la Liberación” no tenía
sentido comenzar a hablar de la “Teología de la Liberación” que era
receta nueva para los pueblos de Latinoamérica no liberados. Es así como un afiebrado
teólogo cubano , instruye la “Teología de la Revolución” que no fue muy
acepada por la jefatura comunista. Porque…, “de teología nada” cuando se
cuenta con tan sólida ideología como es el Marxismo Leninismo.
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