enero 12, 2022

Pastores del 11J: Cómo líderes protestantes se convirtieron en blancos de la represión en Cuba.

 

Aunque los choques entre el Estado y las iglesias se han multiplicado en los últimos años, no habían escalado hasta el punto de tantos pastores encarcelados por días, semanas o meses. Hasta que llegó el 11J.

Por: Yoe Suárez 

LA HABANA, Cuba. – El 11 de julio de 2021, Carlos Macías vivió las grandes manifestaciones antisistema ocurridas en Cuba entre dos disyuntivas. La primera, relacionada con su vocación: “ser pastor de una denominación histórica como la Metodista, bajo el estigma de que los cristianos no participan en política, y a la vez querer ejercer como ciudadano mis derechos civiles y libertades”, dijo en una entrevista.

La otra disyuntiva gravitó “entre la necesidad de expresarse y hacer uso de la libertad de pensamiento” y “el temor a las consecuencias que eso podría traer al ámbito personal”. En otro tiempo, como hicieron siempre tantos cubanos, el pastor quizá hubiese optado por autocensurarse, por quedarse en casa. Pero aquel 11 de julio de 2021, conocido como 11J, algo pareció moverse.

Por las maltratadas calles de Jovellanos, provincia de Matanzas, una multitud coreaba libertad. Lo mismo sucedía en más de 60 localidades de todo el país. Carlos y su hijo mayor salieron de la casa pastoral para sumarse. Él entiende que, como líder religioso, no tiene por misión convocar a una protesta. Al creyente, por supuesto, le reconoce “el derecho a participar en una manifestación reclamando justicia”.

El 11J salieron a la calle miles de personas de todo tipo con reclamaciones diversas. Ha sido, hasta el momento, la mayor exhibición del poder de la sociedad civil en un país totalitario, en el que el Estado socialista trata de controlar todo lo posible a sus ciudadanos.



Es imposible saber quiénes eran exactamente las personas que se manifestaron, pero una parte de ellas forma parte de la creciente comunidad de cristianos evangélicos o protestantes, quienes, según una encuesta de 2015, representan alrededor del 7 por ciento de la población.

La tensión entre algunos de los líderes de esta comunidad y el Estado había aumentado durante los últimos tres años. Desde 2018, las principales iglesias protestantes reclamaban más independencia de las organizaciones estatales que tratan de controlarlas o que no les reconocen estatus legal. También habían rechazado de manera enérgica mandatos estatales como, por ejemplo, el llamado “Programa de Educación Integral en Sexualidad con enfoque de género y derechos sexuales y reproductivos en el Sistema Nacional de Educación”, y habían exigido el derecho a vivir y educar a sus hijos de acuerdo con sus principios y creencias religiosas.

Aunque los choques con el Estado y los actos de castigo o intimidación a estas iglesias se habían multiplicado desde entonces, no habían escalado hasta el punto de tantos pastores encarcelados por días, semanas o meses. Hasta que llegó el 11J.

Ese día, Carlos Macías y otros líderes protestantes que nunca habían salido a las calles a protestar, lo hicieron. Se unieron a miles de otros ciudadanos, que tampoco antes se habían manifestado. Y esta vez, los líderes religiosos no se manifestaron solo por los motivos anteriores, se sumaron como parte de una población que pedía alimentos, medicinas y, sobre todo, que gritaba “libertad”.

Desde entonces se ha desatado una persecución contra algunos pastores que dura hasta hoy y que ha contribuido a que cada vez más religiosos o iglesias cuestionen la represión policial o se pronuncien contra el régimen. 

Los protestantes fueron, de hecho, el colectivo religioso con más líderes reprimidos a consecuencia del 11J, de acuerdo con un recuento del grupo Justicia 11J, que realiza el inventario de las detenciones y procesos judiciales que están sufriendo quienes se manifestaron aquel día.

Posteriormente, a finales de agosto, otro líder de la comunidad, que había sido abiertamente crítico con el régimen y compartió en redes sociales imágenes de las protestas del 11J, también fue capturado y procesado.

En todos estos casos, los pastores no fueron detenidos como parte de grupos más grandes. O bien las autoridades los estaban esperando en sus casas o iglesias, o bien fueron capturados entre la multitud.

Aunque todos ellos salieron a título individual, sin incitar a sus fieles a manifestarse, recibieron el mismo tratamiento que otros líderes de la sociedad civil u opositores más abiertamente políticos: detenciones y procesos penales.

“El gobierno considera a los grupos religiosos como el sector de la sociedad civil independiente más grande y teme su potencial para movilizar grupos numerosos de personas. La participación de creyentes y algunos líderes religiosos en las protestas del 11J alimentó la paranoia gubernamental”, afirmó en una entrevista para este reportaje una vocera de Christian Solidarity Worldwide (CSW), organización internacional que promueve la libertad religiosa.

“El gobierno quiere casos ejemplarizantes, que muestren a otros líderes religiosos cuáles serán las consecuencias si no siguen las reglas”, aseguró la fuente, que pidió no ser identificada por el trabajo que realiza CSW en Cuba.

Además de las seis detenciones mencionadas, hubo casos como el de Carlos Macías. Él recuerda cómo aquel día “cada cual decía lo que quería decir: básicamente la desesperanza y el desacuerdo con lo que está pasando. Mucha gente, casi 1 500 personas de diferentes edades, comenzaron a caminar de manera pacífica por las calles de Jovellanos”, narró en un video en redes sociales.

Según su testimonio, en la protesta “no hubo violencia por parte de los manifestantes”. Sin embargo, eso no evitó que “un grupo de simpatizantes del Gobierno cubano y oficiales de civil” entraran a la concentración para intentar detenerlo a él y a su hijo. “Nos insultaron, blasfemaron y llamaron ‘perros’. Trataban de desestabilizarnos mentalmente, buscaban contienda”, dijo el pastor.

En medio de la multitud, Carlos recuerda que alguien gritó “¡se quieren llevar al pastor!”. Entonces “parte del pueblo intervino y frustró la detención. Ahí entendimos que debíamos salir del caos que emergía en el lugar y regresar con mi esposa y mi hijo menor”.

Tras regresar, la casa pastoral fue vigilada por efectivos del Ministerio del Interior (MININT). A Carlos le advirtieron que, de salir, sería encarcelado. Estaba en reclusión domiciliaria sin cargos.

Carlos ya se había pronunciado antes contra desafueros del Estado mediante enseñanzas y posts en redes sociales. Cuando el artista del Movimiento San Isidro Luis Manuel Otero Alcántara se declaró en huelga de hambre en abril de 2021, expresó su solidaridad con él en redes sociales. 

De ahí que el 11J fuera natural para él salir a la calle. En un video en su perfil de Facebook aclaró: “Hoy tuve el honor de participar en una manifestación espontánea. Quiero decir que aquí a nadie se le pagó un quilo por participar”.

“Díaz-Canel, un presidente que no elegí, en el marco de estas manifestaciones hizo un llamado al derramamiento de sangre, al enfrentamiento denunció, y sobre él recaerá la responsabilidad por cada gota de sangre de cubanos que por pensar diferente sean heridos o mueran en el intento.

“Ha llegado el momento de alzar la voz, es peligroso porque vivimos en una dictadura. Pero creo que no podemos aguantar más”, espetó. “En Cuba vivimos cubanos dignos que no estamos dispuestos a seguir guardando silencio para complacer a una familia”. Los Castro.

Su motivación, según él mismo, no obedeció a “cuestiones políticas o ideológicas”, sino a “principios bíblicos, teológicos y doctrinales relacionados con la libertad y la verdad”.

Preso en su casa, Carlos vivió las horas como dentro de una gran gota de ámbar. El calor y la incertidumbre de qué ocurriría con él y los suyos ralentizaban el tiempo.

Mientras, Ricardo Pereira, obispo de la Iglesia Metodista, contactó en persona con las autoridades para cabildear por su liberación. Tras dos días de reclusión, el pastor fue citado a la estación policial de Jovellanos. Varios oficiales, de civil y uniformados, le amenazaron con represalias si volvía a manifestarse públicamente, y levantaron la prisión domiciliaria.

Algunos días después, la junta directiva de la Iglesia Metodista publicó en sus redes sociales un comunicado con un lenguaje inusualmente directo y crítico con el Gobierno. En él aseguraron rechazar “la forma represiva usada contra la población que se manifestaba”. 

“Cuba debe ser un país libre y soberano, donde todos sus hijos sean respetados, tanto los que comulgan con la Revolución, como aquellos que no simpatizan con el sistema sociopolítico”, reclamaron.

Otras grandes iglesias emitieron comunicados similares. La pentecostal Asambleas de Dios interpeló directamente a Díaz-Canel, atribuyéndole la responsabilidad de la violencia ocurrida el 11J. “Un gobierno que proclama la inclusión de todos los ciudadanos ha de tener la sabiduría de propiciar el diálogo y no la confrontación. Creemos que consignas carentes de paz y cordura no resolverán la situación en la que el país se encuentra, sino que destinan a la nación a un total caos y destrucción”, afirmó el texto.

Continuará en el siguiente post….,



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