Por: Osvaldo Sánchez.
Llevo
días maquinando escribir algo para y por la Navidad.... ¡Porque no le voy a dar
el gustazo a nadie de no hacerlo!... ¡Digo!, si a estas alturas pudiera haber
alguien que se sintiera bien, si no se escribe sobre ella.
En
primer lugar, nací en un hogar donde siempre se celebró la Navidad, la
verdadera, aquella sin arbolito ni guirnaldas, pues una década de Marxismo
había socavado los cimientos mismos de dicha celebración tradicional que nos
había llegado en Carabelas y afianzado con los Acorazados.
De
manera que cuando comencé mi contacto íntimo con el entorno, por allá por los setentas,
ya en mi casa quedaban solamente un par de tarjetas navideñas de los cincuentas
que aún recuerdo perfectamente y un par de bolitas de vidrio medio rotas y nada
de la abundancia que caracterizaba esa época del año, según nos contaban
nuestros padres, que como padres, nos lo cuentan todo.
Irónicamente
(y esto no se me podía quedar), volví a ver tarjetas navideñas nada más y nada
menos que traídas de la extinta Unión Soviética, porque hasta en eso le
aventajamos en la ortodoxia marxista (lo que bien pudiera tacharse de
fundamentalismo marxista) y supimos llevar con más austeridad la máxima de
aquel joven Hegeliano de que "la
religión es el Opio de los Pueblos"..... Jamás he visto tanta tontería
humana concentrada, como en tal sentencia ¡Pobre Marx!
Con
el paso de los años, nos acostumbramos a una frugal celebración, donde sin
embargo, siempre (o casi siempre) había lugar para un pedazo de lechón asado y
alguna cena más o menos especial con algunos dulces caseros como el de toronja
o naranja agria, frutas casi extintas (inexplicablemente) en la actualidad.
Todo acompañado de un clima generalizado de añoranza y melancolía.
Pero,
en mi caso, me fui adaptando a la idea de que cuando quieres celebrar algo de
un profundo significado, no importan las carencias, pues ¡lo importante es
celebrarlo!
Después
de los noventas, cuando el zapato apretó
(un poco más), hubo un avivamiento de la "religiosidad" y la gente comenzó a desempolvar viejos arbolitos
y adornos navideños. Sería un mentiroso si dijera que me atrae sobremanera todo
el alboroto que rodea la celebración, pues por fuerza, me adapté a ese modo de
celebración más sobria y menos bulliciosa y más identificada con el verdadero
significado.
Se
ha debatido mucho si es correcto celebrar la Navidad, por no ser ordenada por
el mismo Jesús a sus discípulos o a veces hasta el origen pagano de dicha
celebración. Pero la misma descripción bíblica del Nacimiento mienta a personas
(incluso paganas) que vinieron a adorar con presentes y reverencias al Rey que
había nacido.
Hoy
quiero desear a tantas personas, de aquí y de allá, todos en fin de Acá, una Feliz Navidad 2019, en
espera de una nueva década, que se nos presenta a los cubanos incierta, pero
esperanzada, sólo porque la esperanza es
lo último que se pierde.
Y
a falta de algo extraordinario que añadir, terminar con un fragmento de la que
considero la más bella canción navideña de todos los tiempos y que tanto he
oído en un sinnúmero de versiones, comenzando por la del Gran Nat King Cole,
que se titula precisamente "The
Christmas Song", La Canción de
la Navidad.
"AUNQUE SE HAYA
DICHO MUCHAS VECES Y DE TANTAS FORMAS,... FELIZ
NAVIDAD PARA TI"
Fuente:
Facebook
No hay comentarios:
Publicar un comentario