Por: Francisco Paco Rodés.*
San
Pablo habló de una “lucha contra
principados y potestades, contra poderes de este mundo de tinieblas”
(Efesios 6.12) hoy estamos aquí en un gesto más retando a uno de los
principados y potestades más poderosos de todos los tiempos, la homofobia. (1ra
de Juan .16-21 )
Grande,
no lo dudemos, es la homofobia. Las nuevas generaciones que surgen, desde
pequeños se manifiestan agresivos, haciendo objeto de burlas a sus compañeritos
que tienen rasgos feminoides. En Uganda se discute una ley de condena de muerte
a los homosexuales, el mundo islam es fuertemente homofóbico. Pero el mundo
cristiano no es mucho mejor. La condena al infierno eterno es esgrimida sin
ninguna misericordia. Las denominaciones conservadoras que no se levantan para
condenar la injusticia y la guerra si lo hacen ante la menor señal de cambios
en la legislación a favor de este sector discriminado.
La
homofobia la tenemos en nuestra sangre, como el racismo en otros tiempos, y aún
hoy. Un padre siente horror de saber que su hija o hijo es homosexual. Es un
poder muy grande en este mundo de tinieblas.
Pablo
propone la “transformación por la
renovación del entendimiento´ para poder conocer la buena voluntad de Dios,
agradable y perfecta. Los prejuicios ceden ante la luz de la verdad. Y la
información, la educación juegan un papel muy importante, para empezar a
expulsar las tinieblas. No dudamos que es muy importante la educación en esto.
Jesús oró en la cruz, “Perdónalos, porque
no saben lo que hacen”. Y esta ignorancia que crucifica a otros, es un
pecado, que necesita perdón, pero también es un desafío a la paciencia y la
educación.
Para
Juan, en cambio, la cuestión va a raíces profundas de la espiritualidad humana.
“En el amor no hay temor”. La
homofobia es temor. Es el temor que hace ver al otro/a como una potencial
amenaza, nos hace sentir inseguros. Ese temor se convierte en rechazo,
desprecio y agresión.
Eso
sucede con todas las fobias. En algunos países la xenofobia está afectando la
sociedad fuertemente.
Juan ve
en el fondo una carencia de amor. El amor de Dios abre los ojos para ver por
encima de los prejuicios y las barreras (Martí decía el amor es el que ve).
Ciertamente, en el amor no hay temor. El que teme no está perfeccionado en el
amor, así concluye Juan.
Vivimos
en un mundo lleno de temor. Temor que habita en lo profundo del ser, que no
reconocemos. Somos víctimas de este principado. Jesús, la fe nos ayuda a vencer
los temores, a crecernos. Todos y todas necesitamos cuidarnos de esto. Porque
pudiéramos ser arrogantes los que tenemos una visión más amplia y comprensiva
de este tema, y mirar con desprecio a los que todavía no les ha amanecido.
Cuidado, el amor es algo delicado y hay que velar que no nos alcance el veneno
de la intolerancia y el irrespeto también a los que nos creemos libres de
ellos.
Por eso
hay que apostar por Pablo y por Juan, transformación y amor. Dios nos dé su
mano en este largo caminar. Amén.
Fuente: ALC-Scribd
* Fue por muchos años Pastor de la Primera Iglesia
Bautista de Matanzas, Cuba. Después de
jubilarse de ese pastorado, entró en un ministerio como coordinador nacional de
capellanes evangélicos/as en las cárceles de toda la isla.
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