No, no es difícil hallar una Madre extraordinaria. Nos las encontramos a diario, se cruzan con nosotros en el camino, compartimos con ellas las difíciles jornadas y son parte de nuestro peregrinar y presencia en escenarios diversos y en caminos inhóspitos, llenos muchas veces de obstáculos insalvables que bien saben sortear.
No, encontrarse con Madres virtuosas - mujeres excepcionales no es como encontrase con una joya muy valiosa. Son como son, así de genuinas, llevan en sí la simpleza de lo bello; y mirar su rostro es como sentir una fresca briza matinal.
A pesar de todo eso, a madres así, no siempre todo le sale bien y en ocasiones las cosas le salen mal. No por eso disminuye su dedicación, su amor por su familia y su alegría. Y su bondad alcanza a los pobres y necesitados, a los que tiende la mano.
De las Madres que “como barcos mercantes” traen de lejos los alimentos y todo tipo de provisiones para su familia, les quiero hablar…,
Yo he visto las Madres de las que habla la Biblia [Proverbios 31:14] como si fueran barcos mercantes, acarreando provisiones para ellas y sus familias. Las vi en Cuba prontas a desafiar los caminos, llevando productos elaborados para intercambiar en los campos por alimentos con los campesinos. Les decían en todo despreciativo: “Las jaberas” porque venían cargando sus productos para intercambiar en grandes “jabas” de telas resistentes y tamaño variable; que sostenían con sus manos o colgadas de sus hombros. ¡Sí que andaban como naves cargadas de mercancías!
CUBA |
Esas mismas jabas en número inimaginables las llevaban cargadas de comidas elaboradas o no, no solo para sus casas, sino para los campamentos cañeros, las Escuelas en el Campo y las prisiones donde; sus hijos e hijas aguardaban por los fines de semana y los días de visita.
La inmensa población penal de Cuba esperaba y esperan con ansia, los días de visita para ver llegar a las madres, esposa e hijas cargando aquellas pesadas jabas. Eran madres que llevaban semanas preparándose, pasando noches de desvelo en las terminales de Ómnibus y caminando los terraplenes y caminos vecinales; para llevar los preciados alimentos y artículos de aseo a sus hijos en condiciones críticas en las prisiones, escuelas y campamentos agrícolas. Todavía hoy, sigue siendo una realidad la calamidad de estas madres que se revisten de fortaleza y con ánimo se disponen a buscar, gestionar, intercambiar y negociar para llevar a su familia, estén donde estén, los bienes que necesitan. Unas regresan con el rostro feliz por la satisfacción al proveer; en tanto que otras, muestran las lágrimas y el dolor de los años prolongados del presidio que sus familiares tienen que superar.
Yo he visto en Nicaragua las Madres llegando con sus jolongos a la verja de la casa pidiendo permiso para acceder al patio a buscar leña. Se arriesgan en las furnias buscando los palos de leñas y preparan sus mazos de rajas de leña para cocinar. De nuevo piden tomar algunos mangos y jocotes que van a sus jolongos. Como “barcos de mercaderes” toman el camino de terracería, que andan con pasos confiados.
Esas mismas Madres las vi en las callejas de 7 Sur en Managua, llevando sus cargas y aquellas inmensas cestas en la cabeza; camino al mercado más próximo. Las vi cargadas y dispuestas en los caminos del Mombacho, ellas con sus brazos de donde cuelgan sus preciadas cargas y nosotros con las mochilas militares y el rifle de asalto cruzado en el pecho. Sorprendidas responden a nuestros saludos. Me encontré con ellas en las carreteras de Matagalpa, Estelí y sobre todo en Boaco; donde están paradas al sol inclemente con sus inmensos mazos de cebolla que elevan para que los autos se detengan a comprar.
Madres, “como barco de mercaderes”, las vi en los caminos de Padilla, en Tamaulipas; llevando pesados sacos de naranjas para vender cerca de la carretera y en los mercados. Pero la imagen más precisa de esa descripción “cual si fueran un barco mercante” lo vi en las Madres que, temprano en la mañana, pasan el puente de la frontera camino a Hidalgo en Texas. Se muestran animadas y sonrientes, para regresar en la tarde tirando los pesados fardos, especies de grandes jabas, difíciles de llevar. Jadeantes, cansadas y con caminar penoso, superarán el espacio en la frontera, regresando al lado mexicano desfallecidas y agotadas; pero satisfechas de que llevan buena provisión de bienes para sus familias y para sus pequeños negocios. Y, sobre todo, felices de proveer y cuidar de sus familias. ¡Estás sí que ciñen de fuerza sus lomos y esfuerzan sus brazos!
MÉXICO |
Todo esto hacen, y mucho más, estas Madres cuyos hijos pueden o no llamarla bienaventurada y también pueden o no ser alabadas por sus esposos. En el trato en el seno de la familia obran con nobleza, y no llegamos a apreciar esto.
Mujeres así Dios las mira desde lo Alto, pone cuidado en ellas, y cuando completan sus dedicaciones viviendo en el temor del Señor, sin lugar a duda, serán alabadas y reconocidas entre las familias. Porque por sus obras “serán alabadas en las puertas”.
Dios bendiga estas madres, las que “como barcos de mercaderes”, he visto y probablemente seguiré viendo.
Eloy A González [5/9/2024]
Lectura en ocasión del Servicio Especial por el Día de las Madres en la IBNH el día 12 de mayo del 2024
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