Por: Eloy A
González.
Durante un
ritual de sacrificio- ofrenda se ofrece
un regalo a la divinidad para establecer, mantener o restaurar la relación del
ser humano con un orden sagrado que lo trasciende. El propósito original de
todo sacrificio-ofertorio es hacer un
don a los dioses para asegurar su favor, su buena voluntad, o minimizar su
hostilidad[1].
Fines específicos, que incluye técnicas para la propiciación; esto último es
importante.
¿Por qué me adentró
en tema tan complicado, con la nota anterior introductoria, cuando solo quiero
referirme a dos fotografías? Si de complejo y de extrema erudición es el asunto;
pues hay que seguir, aunque solo sea a la ligera.
Desde hace
buen tiempo soy testigo de algunas consagraciones en Cuba, su pueblo y sobre
todo sus dirigentes, a crear una narrativa que les favorezca y les permita
hacer uso del extenso relato de la revolución, su líder y la situación actual.
Todo esto, para crear un estado de coacción social en la población que los
lleva a rituales y ofertorios que rayan en lo ridículo. Si no fuera por la
seriedad del asunto, una prolongada carcajada nos ocuparía.
He visto de
todo, pero esa idea que le han pergeñado los ideólogos de nuevo tipo es con
mucho un acto de recuperación de una conciencia nacional descuartizada y
anodina . Resulta que ahora todos “ somos Fidel” y por ahí empieza la cosa.
De resulta de esto se establece un culto : amplio, sorprendente y revelado de reencarnación.
Se da el acto reverente por el cual, Fidel ha reencarnado en todos los cubanos
que hoy repiten como fanáticos de nuevo tipo que son hechura del Dios caído y sepultado.
El innombrable,
la piedra, sus manos, sus lúcidas ideas y su presencia en cada uno de los
cubanos es una nueva ideología que recuerda, más que nada, el paganismo y el empeño
de los bufones. De pronto aparece una secta de fanáticos que hacen vigilias con
pañuelos rojos ; otros pasean en una urna una boina del Che por pueblos y ciudades. La
secuencia de bufonadas y sainetes revolucionarios no paran .
He aquí que
una visita de algún dirigente, o el intento de un acto de reafirmación revolucionaria
en un remoto lugar de la Isla, donde el pensamiento siempre es insular,
limitado por las aguas y torpe de origen; se salva con dos o tres fotos de una
especie de ritual donde se ofrecen los frutos del campo al innombrable y su
permanente y ridículo panteón donde descansa; que no es otra cosa que un espantoso peñasco. Este no es el único
ritual que he visto pero alcanzo a solo dos fotos.
En lugar perdido,
quien sabe dónde, en la alargada
geográfica de la isla es un escenario de pobreza y abandono. Es ahí donde se instala
un altar donde dos banderas, la roja y la bandera cubana, custodian una
imitación del peñasco-tumba del innombrable que tiene detrás las fotos del
dictador ya muerto y del hermanísimo que
aún no ha cantado el manisero. Encima de la piedra los frutos del campo
que vienen escasos, pero en ofrenda: dos cocos secos, plátanos machos, una
papaya, frutas, boniatos, y un pequeño mazo de habichuelas. Todos miran sobrecogido
el altar y las ofrendas . No lejos , pero guardando la distancia, el busto de Martí
parece como abandonado sobre un montón de piedras.
No sé qué extraña
relación encuentro entre el culto a las deidades, la reencarnación colectiva en
una deidad infernal que ya nos gobernó en vida y que parece gobernarnos en la
muerte; y finalmente ese vínculo de las ofrendas de los frutos de la tierra y
la necesidad de garantizar y aumentar la producción de frutas y vegetales.
No es la única
expresión de religiosidad post revolucionaria. Es la configuración de una
religión tardocastrista donde el eje conductual es no olvidar la deidad que, habiendo
acompañado a todo un pueblo a la autodestrucción; ahora nos sorprende con la
expiación de los errores pareciéndonos y pensando como Él. Es como si los
dioses de la culpa no solo se nos echaron encima por tantos años , sino que nos
siguen acompañando como el resultado de una relación incestuosa y monstruosa en
atributo. De lo que me queda solo citar al poeta:
Que trampa tan perfecta nos han hecho…/! Que trampa tan perfecta y
adornada/con nuestro propio estilo contrahecho/[2]
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