Pensaba escribir un artículo sobre la Navidad, citando
a la Biblia, empleando la afectividad del momento que siempre enriquece este
tiempo ; aproximando a los lectores al mensaje de Navidad y trayendo un poco de
esperanza a tanta gente afligida y en especial a los cubanos.
No lo voy a
hacer. Lo siento.
Me detengo en lo que significó que miles de cubanos
tomaran las calles en Cuba el 11 de julio pasado y gritaran ¡Libertad!. Condenaran
a un régimen dictatorial que nos ha pisoteado durante 62 años y repitieran y
cantaran una y otra vez: ¡“Patria y Vida”!. Todo un pueblo celebró con
antelación una Navidad que honraba al que vino a traer vida en abundancia.
Todo terminó mal. Lo jenízaros se empeñaron en acallar
las voces de tantos, la mayoría jóvenes, mujeres y buena parte de ellos negros;
aquellos que, desprovistos de todo, buscaban un soplo de libertad y clamaban
por mejores tiempos. Reprimieron , golpearon, detuvieron y mostraron su
vocación para la violencia y la muerte. Fue una manifestación masiva, pacifica
en lo posible y de condena al régimen.
Hasta finales del mes pasado, los represores del régimen
habían arrestado a 1.281 personas y de este número 551 han sido liberadas. Un
total de 662 manifestantes continúan detenidos en las cárceles del régimen
comunista y de esta cifra 21 tienen 18 años o son menores de edad. Esto es más que
una estadística. El tejido social de la nación esta dañado, ha sido deshecho y a
partir de ahora nada será igual. El quebranto de tantas familias rotas ha sido
tal que no hay palaba para describir lo que hemos visto. El empeño en un ajuste
de cuentas que pasa por un entramado de supuesta legalidad, pero vengativo
en sí; ha llevado a que, cientos de detenidos
han sido juzgados y condenados sin garantías procesales.
A todo esto, se suma el deterioro económico y social
de un país ya depauperado, la fuga de
miles de jóvenes a lugares distantes y peligrosos donde no son aceptados. Toda
una generación de jóvenes encarcelados en inmundos calabozos; otros alistándose
para abandonar el país o inmersos en una vida de vicios , desdén y abandono.
Sin esperanza alguna todo un pueblo que, en un instante clamó en las calles ,
hoy asume el miedo , la desesperanza y la pobreza.
Es tal la dejadez que no vemos nada que nos recuerde esa noche de Belén, plena de gloria, esperanzas, cánticos , honra y sencillez .
No hay manera de mirar al recién nacido; todo es desolación y tinieblas. En
nuestro acre territorio insular no hay paz alguna y menos buena voluntad.., por
ahora.
En estos tiempos he visto jóvenes sufriendo, corriendo
por los manglares y las playas distantes y gritando en los aeropuertos.
He visto familias completas en difícil caminar por
selvas impenetrables y caminos difíciles y peligrosos.
He visto multitudes en fila, agrediéndose y luchando
por alcanzar algún que otro alimento, un medicamento o algún bien de consumo.
He visto la desesperanza y el enojo en muchos cubanos
del exilio que , terminada las jornadas de manifestaciones solidarias, regresan
a sus vidas de exiliados angustiados por la duda y el recuerdo de sus familias
en Cuba.
No tengo Navidad para mis presos, torturados,
golpeados y condenados. No tengo Navidad para las madres que sufren en Cuba, No
tengo Navidad para los que huyen y emigran a donde de lugar. No tengo Navidad
para tantos jóvenes artistas cuyas creaciones ya nacen mutiladas. No tengo
Navidad para los escasos pero nobles cristianos que han decidido caminar con
los atormentados y menesterosos. No tengo Navidad para con la familia cubana ,
los de allá rehenes y los de aquí fracturados y penando en un exilio de
presunciones y recuerdos. Al menos no la
Navidad en la que siempre pensamos.
Por eso dejo aquí mi árbol de Navidad, el de este año
porque no tengo otro. Es el de los presos ,los menesterosos y los carentes de
justicia. Es el árbol de los que salieron a gritar ¡Libertad! y cantaron
¡Patria y Vida!; aquel aciago día de julio en este año del Señor.
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