agosto 05, 2006

Castro, la Oración y el Cardenal.


Por: Guido Feliz.

En su primera epístola a Timoteo, san Pablo lo insta --a él y a la iglesia que presidía--, a cumplir con el deber cristiano de la oración.

He aquí lo que al respecto dice el Apóstol: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracia, por todos los hombres” (1 Ti. 2:1).

Es importante notar que cuando Pablo dice que los cristianos deben orar “por todos los hombres”, significa exactamente eso: por todos ellos y no sólo por los de la iglesia o de la fraternidad de creyentes.

Y porque dice que debe orarse por todos los hombres, es que el Apóstol añade que debe hacerse también “por los reyes y por todos los que están en eminencia” (v. 2).

Según Pablo, uno de los propósitos de la oración a favor de los gobernantes es “que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad” (v. 2).

Pero quizá más importante que el beneficio de la paz social es que la oración sea algo “bueno y agradable delante de Dios…el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (v. 3).

Por otra parte, san Pablo es, entre los escritores bíblicos, particularmente los del Nuevo Testamento, el que trata mejor y más ampliamente el origen divino del estado y de su órgano, que es el gobierno.

A este respecto escribe en su Epístola a los Romanos: “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas. De modo que quien se opone a la autoridad, a lo establecido por Dios resiste” (Ro. 13: 1, 2).

De ahí también que en su Epístola a Tito, diga el Apóstol: “Recuérdales (a los creyentes) que se sujeten a los gobernadores y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra” (Tit. 3: 1). Y hay que tener en cuenta --y en modo alguno olvidar-- que quien regía al mundo conocido cuando Pablo escribió esas palabras era el César de Roma y no Abraham Lincoln, precisamente.

De modo que estamos claros en que desde la perspectiva bíblica debe orarse por todos los hombres, los gobernantes inclusive, y acaso muy especialmente por ellos, dado las graves e insoslayables responsabilidades que conlleva la guía de los pueblos e implica el manejo de la cosa pública.

Quizá motivado por esa doctrina y ese noble sentimiento cristianos, el cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez ha exhortado a los dominicanos a orar por la quebrantada salud de Fidel Castro Ruz, presidente de Cuba, recientemente sometido a una intervención quirúrgica.

Al hacer su llamado a orar, y en evidente alusión a los cubanos que en Miami y en otras localidades estadounidenses se mostraron eufóricos por la noticia de la gravedad de Castro y por lo que tal vez sea su inminente deceso, el prelado católico expresó también la opinión de que es inhumano que haya quienes estén celebrando el deterioro de la salud del gobernante cubano.

Sin embargo, sin que ello implique contradicción alguna con el deber cristiano de orar por todos los hombres y particularmente por los que gobiernan en la sociedad, la Biblia también reconoce la legitimidad moral del alborozo público cuando su causa o motivo es la perdición de los malos gobernantes.

He aquí, en efecto, lo que en ese sentido se lee en el Libro de los Proverbios del rey Salomón: “En el bien de los justos la ciudad se alegra; pero cuando los impíos perecen hay fiesta” (Pr. 11: 10).

Nadie honradamente negaría que la muerte de un gobernante como Fidel Castro, que en menos de cincuenta años ha destruido a uno de los países más prósperos y prometientes de nuestra América, por quien además millones de sus compatriotas se han visto forzados a abandonar su otrora maravilloso país para irse a morar --y a morir-- en tierra extraña; su muerte, digo, debe ser legítimo motivo de celebración pública, en tanto y en cuanto esa muerte signifique la ansiada liberación del pueblo de un régimen odioso, totalitario y opresor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Grupos del exilio cubano han participado este domingo en una vigilia para mantener viva la llama de "un cambio hacia la democracia en Cuba", durante la cual abundaron las críticas a la Iglesia católica por su mensaje sobre la enfermedad del dictador Fidel Castro. "Aquí hay felicidad no porque Fidel Castro se esté muriendo, sino porque (la enfermedad) separó a un dictador del poder", ha dicho Ramón Saúl Sánchez, presidente del Movimiento Democracia. Sánchez ha manifestado que como institución religiosa la Iglesia católica debe transmitir un mensaje "consolador", pero ésta ha obviado "el dolor que vive el pueblo de Cuba y los crímenes que se han cometido contra él".

MRS dijo...

Sería usted tan amable de conseguirme la dirección de Don Guido, pues deseo escribirle una nota sobre otro tema.

mrsavinon@yahoo.com
www.mrsavinon.blogspot.com

Muchas gracias,

Mario,