Por: Eloy A
González.
Francisco Franco – El Caudillo - fue visto como el
militar victorioso de la Guerra Civil (1936-1939).Se le atribuye haber salvado
a España de caer bajo una dictadura comunista de influencia soviética (Stalin),
lo cual era una preocupación en el contexto europeo de preguerra. Adoptó la actitud
del caudillo y concentró el poder del Estado en una autocracia, lo que
significa que el gobierno bajo su mando carecía de límites constitucionales o
democráticos. Su liderazgo se basó en promover una ideología fuertemente
conservadora, tradicionalista y anticomunista. Apoyando resueltamente la religión
católica que profesan los españoles.
Su adversario fue La República, de inspiración
social comunista que impulsó reformas sociales profundas y actitudes
anticlericales que generaron un fuerte rechazo en sectores conservadores
(Iglesia, militares, terratenientes y monárquicos). Y a no dudar una buena
parte del pueblo español, que conformo una ejército nacionalista y
anticomunista , que enfrentó a una parte de la población proclive al comunismo
a la que se sumaron las brigadas internacionales ( de ideologías comunistas) y
el amplio apoyo de la exUnion Soviética que se sumó con asesores militares y de
inteligencia, armas y pertrechos de todo tipo e ideólogos y rateros que, en su
momento, se robaron hasta el tesoro público en oro (el oro del España) que fue
a parar a Moscú.
La Guerra Civil partió España en dos, y esa grieta
atravesó pueblos, amistades y hasta las mismas familias; aún quedan ecos de
aquellas “dos Españas” en debates políticos y familiares. La Guerra Civil no
fue solo una lucha de ejércitos, sino una desintegración del núcleo familiar
donde los lazos de parentesco fueron superados por la lealtad ideológica. El
resultado es una herida que persiste y se manifiestan en los debates políticos
y, significativamente, en los debates familiares demostrando que la cicatriz de
la división social se transmitió de generación en generación.
Es aquí donde asumo un protagonismo que no me toca, en
este entramado de lastimaduras y encontronazos ideológicos de la España del
siglo pasado y la Cuba de la segunda mitad de ese siglo, de la cual soy parte,
como cubano y como exiliado de una la dictadura Castro comunista aún en el
poder.
Hace algunos años conocí aquí en Fort Worth Texas, a un
reconocido pastor, escritor y comunicador español de confesión bautista que
estaba como Profesor invitado en el Seminario Southwestern de Dallas-FortWorth. Siendo así se le extendió una invitación para que trabajara como pastor
interino en la Iglesia Bautista a la cual entendía junto a mi familia.
En muy poco tiempo los servicios del domingo se hicieron
muy concurrido y sin lugar a dudas estábamos en presencia de un pastor que
sabía como comunicar un menaje asequible para los congregados y visitantes. En
ese tiempo le invite y compartimos buenos momentos, conversaciones amenas y la
mesa familiar. No dude nunca en compartir mis criterios políticos y le expliqué
el porque de mi condición de exiliado político. Escuchaba pero no opinaba. Me
dejó de regalo un libro que había escrito y que nunca llegué a leer.
Fue así que en la celebración de despedida cuando llevaba
un año compartiendo con la iglesia y terminado los homenajes y regalos, se
acercó a la mesa y se sentó a mi lado; fue entonces que sucedió lo que nunca
hubiera imaginado. Ese pastor, bondadoso y cultivador de las mejores maneras y
objetivos de comprensión, nobleza y compasión, me expresó lo siguiente en un
acto de resentimiento abierto y emboscada:
“ Usted representa para mí , lo que mi abuelo y mi padre combatieron
durante la Guerra Civil Española , del lado de la república”. No dijo nada más, no le respondí y
se fue para recoger los presentes que le dimos.
En otras palabras, ese individuo —me refiero al pastor
evangélico— optó por permanecer callado de manera cobarde y conveniente durante
meses, aguardando el instante del "hasta luego" para recordarme que
su familia estaba, efectivamente, alineada con el comunismo.
Hubiera podido contestarle de la manera más simple, con
alguna frase corta; no obstante, no me atraía la tendencia a lo soez. Nací en
el año 1949 en la Cuba de la democracia, mucho después de la terminación de la
Guerra Civil Española en el 1939. Lo que me es ajena en tiempo. No obstante,
este individuo confiesa que, al ser yo un exiliado de Cuba y víctima del
comunismo de Castro, me vuelve adversario de sus familiares y, por lo tanto, de
lo que él considera la ideología de sus antepasados. Todo como para dejarme una
sensación de culpa histórica.
El sujeto de marras, fue – porque ya murió- un
distinguido teólogo, comunicador etc., etc., pero eso sí me dejó un amargo
recuerdo con esa su última afirmación.
Me doy cuenta de que, siendo víctima exiliada de un
régimen al que probablemente sus ancestros admiraban mucho, me siento culpable
de la derrota ideológica de sus familiares y me transporta a una España en la
que participo en el debate político de los años 30 del siglo pasado y en el
debate familiar y de parentesco de esa época para aceptar que estoy equivocado
por ser víctima de un régimen comunista.
Todo esto sin ser español ni estar involucrado en esa
historia, y habiendo estado por muchos meses oyendo sus mensajes de compasión
hacia aquellos con quienes compartimos una fe común, sustentados por los
mandatos bíblicos que nos trajo a nuestra congregación desde el púlpito que les
proporcionamos.
El pastor cometió un grave error al relacionarme con el
caudillo español y encomendarme una responsabilidad histórica a causa de lo que
ocurrió a sus antepasados, quienes en su momento concordaron con el lado oscuro
de la historia.
[21 de noviembre de 2025]

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