Por: Alfredo
M. Cepero.*
Una ideología que hace pobres a los ricos, hace más
pobres a los pobres y los convierte a todos en esclavos. Si alguno tiene dudas
que se lo pregunte a los cubanos y los venezolanos.
"La Iglesia
en manos de Lutero" no es una expresión nueva. Ha sido usada para
referirse a momentos en que se pone en manos de sus apóstatas, de quienes
quisieran verla derrotada o dividida. La referencia es casi siempre peyorativa,
pues se parte del supuesto de que son los críticos internos los peores enemigos
de la Iglesia católica. Cada mes de octubre, las iglesias protestantes
históricas celebran el mes de la Reforma. Lo hacen para rememorar que el 31 de
octubre de 1517 un monje agustino, llamado Martín Lutero, clava sus 95 Tesis
contra la venta de indulgencias en las puertas de la capilla del castillo de
Wittemberg.
Para Lutero el perdón era sólo una prerrogativa de
Dios. La venta de las indulgencias y las absoluciones no eran aceptables. Los
cristianos debían ganarse su salvación en el seguimiento a Cristo, no por la
compra de las indulgencias. Para unos, Lutero es el ogro que destruyó la unidad
de la Iglesia, la bestia salvaje que holló la viña del Señor, un monje renegado
que se dedicó a destruir las bases de la vida monástica. Para otros, es el gran
héroe que hizo que una vez más se predicara el evangelio puro de Jesús y la
Biblia, el reformador de una iglesia corrupta.
La Iglesia católica de nuestros días está pasando por
un proceso de transformación similar con
la elección de Jorge Bergoglio como Papa Francisco I. Este Papa se formó en
seminarios influidos en gran medida por la llamada de Teología de Liberación,
cuyo objetivo fue dar respuesta a problemas crónicos de pobreza, injusticia y
mala distribución del ingreso. Fue necesaria una acción disciplinaria papal a
mediados de los años 80 para reducir su presencia y su activismo.
Sin embargo, esas ideas radicales ya estaban grabadas
en la mente del seminarista Jorge Bergoglio y cuando llegó al papado mostró su
inclinación a hacer causa común con las ideologías de izquierda. En sus
declaraciones más inquietantes ha llegado a decir que: “El comunismo es la ideología más cercana a Cristo y los comunistas son
quienes piensan como los católicos”, “debe
existir la redistribución de la riqueza” y “las empresas no deben existir para ganar dinero”.
Unas palabras que parecen haber sido copiadas de una
arenga política de Vladimir Lenin. Por lo tanto, se entiende que Francisco no
cuestiona el manual de la izquierda para tratar el tema de la pobreza y cae en
una peligrosa coincidencia con el materialismo ateo. Además, a pesar de que
Bergoglio diga que "los comunistas
robaron la bandera de la pobreza" a la iglesia, su enfoque para
solucionar el problema es claramente estatista, injerencista y anti mercado. De
todo esto podría concluirse que: "La
Iglesia en manos de Francisco corre el peligro de sufrir una transformación
similar a la que sufrió la Iglesia en manos de Lutero".
Abundando en el tema, se ha hecho evidente que el Papa
Francisco se ha dedicado a idolatrar a la izquierda y darle oxígeno a cada líder
socialista que se ha encargado de destruir países latinoamericanos. Ejemplo de
ello tenemos la visita de Francisco a Cuba y sus reuniones secretas con los
Castro mientras ignoraba a las Damas de Blanco y apresaban ciudadanos en la
isla. Los encuentros con Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y su apego
a Nicolás Maduro en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador y Evo Morales en
Bolivia, tanto así que a este último le regaló un Cristo crucificado en el
martillo del comunismo, el cual besó y mostró como una imagen religiosa.
Francisco, por otra parte, no ha dejado dudas en
cuanto a su perfil ideológico, ni deja nada sujeto a la interpretación. Para el
actual Papa el dinero es malo (más precisamente «estiércol del diablo») y la economía de mercado es un sistema que
genera exclusión, pobreza y miseria. Pero cae en una deplorable contradicción
cuando mantiene silencio sobre las fortunas grotescas y mal habidas de los
Castro, los Chávez y los Maduros que fueron robadas a sus pueblos y condena la
fortuna de Donald Trump lograda con el fruto de su trabajo en la competencia
del capitalismo y el libre mercado.
El Papa muestra asimismo sus colores rojizos a la hora
de nombrar a los prelados de la Iglesia en distintos países. Tal fue el caso
del nombramiento de Juan de la Caridad García Rodríguez como Arzobispo de La
Habana en sustitución del apóstata Jaime Ortega Alamino. Semanas después de
asumir el cargo, el nuevo arzobispo generó una enconada polémica al declarar
que no quería que en Cuba "haya un
capitalismo ni nada por el estilo, sino que el socialismo progrese"
para ir "hacia adelante en una
sociedad justa y equilibrada y de hermandad".
Ahora bien, a pesar de todos los argumentos que he
expuestos en este trabajo, no creo que Jorge Bergoglio sea un malvado que se
proponga destruir a la Iglesia Católica. Pero estoy convencido de que es un
ignorante y un fanático que pone en peligro la unidad y la integridad del
edificio milenario de la Iglesia fundada por el hijo de Dios durante su
residencia en la Tierra. Porque hay que ser un ignorante económico para
preferir la miseria del capitalismo de
estado de Cuba y Venezuela antes que la prosperidad del capitalismo de libre
mercado de Estados Unidos e Inglaterra.
Y hay que ser un fanático ideológico para hacer causa
común con una ideología fracasada que ha causado tanta hambre, miseria y muerte
dondequiera que ha sido impuesta por la violencia en el mundo. Una ideología
que hace pobres a los ricos, hace más pobres a los pobres y los convierte a
todos en esclavos. Si alguno tiene dudas que se lo pregunte a los cubanos y los
venezolanos.
*Director
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