El imposible
diálogo con el Islam.
P. Custodio Ballester
¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la Escritura,
no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y Su Enviado han
prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el
tributo directamente! (Mahoma. El Corán. Sura 9:29)
No creo que monseñor Juan José Omella estuviese demasiado
bien inspirado cuando escribió su carta dominical titulada El
necesario diálogo con el islam. Esa nueva reactivación del diálogo
cristiano-musulmán, paralizado por las supuestas “imprudencias” del añorado
Benedicto XVI, está muy lejos de hacerse realidad. Y es que el islam no admite
diálogo. O crees, o eres un infiel que debe ser sometido de una manera o de
otra.
Es igual que afirmar, con toda la buena voluntad del
mundo, que los católicos hemos de mantener un diálogo abierto y conciliador con
los abortistas, las eutanasitas y los promotores de la ideología de género.
Pues no, no es eso. Una cosa es que no despreciemos a las personas por lo que
creen y piensan y no las persigamos por ello, y otra bien distinta que tengamos
que poner a hibernar nuestra fe para que no choque con el dogma progre y con la
ideología que le ha declarado la guerra a nuestra fe. Con el gravísimo
inconveniente añadido de que se la han declarado también a las personas. En los
países donde los musulmanes tienen el poder, los cristianos son brutalmente perseguidos
y asesinados. ¿De qué diálogo hablamos pues? Y ya el colmo es que puestos a ser
dialogantes, además de silenciar “por prudencia” nuestra fe, tengamos que
hacerle reverencias a la suya. Es el nuevo estilo de la nueva época: diálogo no
solo con el islam (con la fe islámica), sino también con la nueva ingeniería
social y moral y con sus aberraciones. ¡Es lo que se lleva!
Cuando en enero del 2011 un coche bomba, detonado por
islamistas en las puertas de la catedral copta de Alejandría, dejó 21 muertos y
más de 70 heridos entre los fieles que asistían a la Misa de Fin de Año, el
Papa Benedicto XVI alzó su voz para denunciar lo que tantos entonces y ahora
quieren callar o maquillar: la feroz persecución de los cristianos en los
países musulmanes.
Este acto –afirmó Benedicto- ofende a Dios y a toda la
humanidad. Este vil gesto de muerte, como colocar bombas ahora cerca de las
casas de los cristianos en Irak para obligarlos a irse, ofende a Dios y toda la
humanidad, que justamente ayer oró por la paz e inició con esperanza un nuevo
año.
La respuesta islámica no se hizo esperar: el gran imán de
la universidad de Al-Azhar consideró estas palabras como una injerencia
inaceptable: No estoy de acuerdo con el punto de vista del Papa -afirmó-, y me
pregunto por qué el Papa no ha llamado a proteger a los musulmanes cuando los
matan en Irak. Se refería al líder máximo de los cristianos, y le parecía fatal
que los defendiese cuando los mataban los musulmanes…
Y es que hay que meterse en la cabezota de los moros para
entenderlos. Los cristianos en territorio musulmán son tolerados y
“protegidos”, son dhimmi, es decir, si tributan al poder islámico pagando la
Jizya, un impuesto especial que pagan solo los cristianos para poder practicar
su fe sin que se les persiga y se les condene por ello. Las minorías cristianas
de países con mayoría musulmana como Siria o Irak son obligados a pagar la
Jizya para evitar ser asesinados o esclavizados. Y ésta, por supuesto, es una
situación especial de gracia que puede terminarse cuando el poder religioso o
el político lo crean conveniente. Por eso consideran que es una injerencia
intolerable de Benedicto XVI meterse en los asuntos internos de un país
musulmán por muchos dhimmi –cristianos- que asesinen. Los infieles son
propiedad del Estado, que puede disponer de ellos como le convenga: o
cobrándoles el impuesto de los infieles o exterminándolos. ¡Qué se habrá creído
el Papa pretendiendo imponerles normas de conducta a los países musulmanes!
Luego vendrá el gran imán de la Universidad de Al-Azhar
(el mismo que criticó duramente a Benedicto XVI), Ahmad Al-Tayeb y abrazará al
papa Francisco. Pero eso no cambiará la naturaleza de un islam fundamentado en
una revelación directa e inmediata que se hace libro -el Corán- indiscutible e
ininterpretable. Tal cual está escrito, hay que creerlo. La oración, la
limosna, la peregrinación a la Meca y… ¡también la yihad y el exterminio de los
infieles!
Y es que el encuentro mismo no es el mensaje. El
encuentro entre Francisco y el gran imán no transforma por sí mismo una
realidad de cientos de años, ni la historia de Mahoma: el profeta que se pasó
toda la vida de razzia en razzia sometiendo a sangre y fuego a los que le
llevaban la contraria. El encuentro no puede ser el mensaje: un abrazo y una
foto no significan nada, si no se tiene el valor de decir que el Islam tiene
evidentes elementos de violencia en el Corán y en la vida de Mahoma. Si se
continúa diciendo que «el islam es una religión de paz» solamente creamos
confusión y perplejidad. Y sobre todo si no se tiene el coraje de poner, frente
a la figura de Mahoma el guerrero, la imagen del Crucificado, el Señor del
Universo. Buena diferencia, ¿no? ¿O es una imprudencia recordarles a los
musulmanes la distinta naturaleza de la religión cristiana?
Y que no me venga nadie con la cantinela de que en el
cristianismo también hay violencia porque hay cristianos que matan a la suegra,
pues la violación de los mandamientos no ha estado avalada nunca por la Sagrada
Escritura ni ahora ni nunca. Y que no nos cuenten hoy lo que fue el
cristianismo ayer (que muchos episodios cuentan en que también se impuso por la
espada), condenándolo ferozmente, por supuesto: ¿para argumentar que lo del
cristianismo estuvo muy mal, pero lo del islam es pura paz? No nos engañemos,
el Islam de hoy y de siempre, que es lo que estamos intentando cohonestar con
el cristianismo, con una mano impulsa las obras de caridad, mientras arma la
otra mano para aniquilar a todos aquellos que se niegan a reconocer a Alá, y a
Mahoma como el último y definitivo profeta de Dios.
Custodio
Ballester Bielsa, pbro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario