Por: Eloy A González.
Hace 20 años que llegamos a la ciudad de Fort Worth en Texas desde Cuba.
Ya era dedicación y perseverancia, como fe también, el asistir a la Iglesia.
Desde los primeros días recorriendo la ciudad, vimos a un hombre de mediana
edad, la mayoría de las veces vistiendo un overol y sombrero de ala ancha para protegerse
del sol. Parado en algunas de las transitadas intersecciones de la ciudad,
tiene en la mano varios ejemplaren de la Biblia. Se acompaña de carteles que
ofrecen esas biblias gratis, en tanto que, un carrito como una hielera esta a
sus pies con más ejemplares de las Biblia. No lejos parqueado un modesto auto
con inscripciones sobre su actividad; que no es otra que la de promover y regalar
biblias.
Lo he visto en todos estos años, no ceja en su empeño de llevar la Palabra
a los que les interese tomar una Biblia mientras transitan. Algo difícil porque
entre el desinterés y lo problemático de alcanzar una biblia a alguien que esta manejando hace casi
imposible su tesonera labor. Pero sigue haciéndolo, de esto soy testigo desde
hace 20 años.
Pensaba extenderme en escribir un articulo sobre la libertad religiosa,
la predicación de la palabra y la importancia de leer la Biblia. No lo voy a
hacer. Porque este hombre tal vez en los setenta se para en una esquina y
brinda, sin costo alguno, una Biblia a quien le interese. Nada más. La Biblia
sigue siendo el libro mas prohibido del mundo. Anoto….,
El hombre de la Biblia dedica tiempo, recursos y constancia en hacerla
llegar. No predica, no lo asume como un ministerio más, no se hace acompañar de
otros y no impone. Se acerca, sonríe y te extiende una Biblia para que la alcances,
si así lo deseas. Para él es un acto de Fe y un compromiso. Su perseverancia
supera el tiempo y la desidia.
Hoy salí temprano y lo vi, haciendo lo que siempre hace. De regreso estaba en la esquina de las calles Sycamore School Rd. y S. Hulen St. cartel en mano, y a sus pies una buena provisión de biblias. Entré al parqueo y se dirigió a mí; me bajé del auto y me encontré con su sonrisa. Le pedí autorización para tomarle unas fotos y le dije que las publicaría en un Blog y en las redes. Esto no le interesó, pero si se mostró interesado cuando le dije que era de Cuba. Siguió en su consagración, extendiéndome una Biblia; tal vez no fui amable, pero le dije que ya tenía, entendió y me dijo: Dios le bendiga.
Cuando me incorporo a la transitada avenida, alcance a tomar una ultima
foto.
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