Votar
por el totalitarismo para que nuestros amos nos exhiban como esclavos felices,
no es de cristianos y ni siquiera de personas serias.
¿Amén
al comunismo eterno?, ¡aleluya!, ¡Vivan las cadenas! Ya voté como todo un “doble moral” que sabe vivir, no soy
bobo, “quien se mete a redentor sale
crucificado” y ahora ¿me voy a mi iglesia a cantar en el coro? ¿Por qué votaría alguien por su propia
esclavización y la de sus prójimos?
Seria
provechoso si reflexionáramos cuánto han degradado a los cubanos casi sesenta
años de dictadura y de la mentalidad de supervivencia que hace renunciar a
obrar según la conciencia. Mentalidad que determina a la Iglesia, lejos de
influir la Iglesia en la sociedad.
Quien
educa a sus niños en la religión cristiana suele enseñarlos a hacer un análisis
de conciencia antes de dormir; entrenándolos para analizar por si mismos su
conducta y acciones, según juicios de valor entre el bien y el mal. Hábitos que
con los años los ayudarán a no caer en pecado o a levantarse cuando caigan.
Estudios
psicológicos sostienen que los criminales suelen ser maestros en la auto
justificación, y en engañarse a sí mismos con expulsar de su conciencia
aquellos pensamientos y recuerdos que contradicen su auto justificación (Samuel
Yochelson y Stanton Samenow). Si eso ocurre con los criminales: ¿Qué queda para
las personas decentes que le dan importancia a verse a sí mismos como
cristianos, pero obran en contra de la moral cristiana mientras “diezman la menta y la ruda”?
¿Y
los que se sentirían enfermos y en pecado de juicio temerario si pensaran que
su sonriente pastor es un mercenario incapaz de “dar su vida por las ovejas” y que la alta directiva de su amada
Iglesia “se prostituye con los príncipes
de la tierra”? (aquí mismo me dejará de leer y se refugiará en la
negación).
¿Tiemblan
los cristianos cubanos por el sentido de la responsabilidad de no cumplir sus
deberes para con Dios y para con sus prójimos o gozan de un adelanto del cielo
proporcionado por un cristianismo “pop”,
“light”; acolchado para que todos se
sientan cómodos y salvos solamente por participar los domingos de un agradable
show musical y oratorio?
El
camino fácil, amplio, sin espinas, sin la cruz de los seguidores de Cristo,
camino al que los guía amablemente algún pastor que jamás los hace cuestionarse
a sí mismos, a su conciencia (y menos cuestionarlo a él) si viven según la Ley
de Dios, que nos obliga al camino estrecho, que no nos conviene “según la sabiduría del mundo”, pero que
es el único.
Con
ese entrenamiento en la tibieza y la alienación de la sociedad en que nos tocó
vivir: Si las autoridades anticristianas retiraran “el permiso” para ser cristianos sin ser perseguidos, ¿cuántos
quedarían en la Iglesia? (pastores incluidos).
Y
“el permiso” lo dio el Ilusionista en Jefe, cuando vio su
provecho en ello y que podía utilizar y hacer sumisas a las iglesias y
corromperlas con el control estatal de donaciones, viajecitos de pastores y
ponerle agentes en la directiva.
Ahora
usted me protesta, se siente dolido: “Eso
pasará con otra iglesia, con la mía, no”. Parecido a ese sarcasmo italiano
de: “Todas las mujeres son –malas- salvo
la mía mama que es una santa”.
“Se equivoca, Jaime, calumnia, ataca a la Iglesia. Mis
pastores luchan titánicamente contra las presiones del Gobierno. No soy testigo
de ello, pero se los he oído, aunque no dan detalles. Léase: “Dios no entra en mi
oficina”.
Y
¿por qué quiere creer eso? Si creyera lo opuesto se sentiría muy mal y obligado
a acciones dolorosas que no desea obrar. ¿Ya se leyó?: “entré en el seminario con dos camisas de guajirito, tierra colorada en
los dedos de los pies y ahora tengo una casona, un maquinón, mi “primera dama”
viste como una reina, viajo a cada rato y preparo a mis hijos para continuar el
negocio familiar”.
Ni
lo leyó ni lo va a leer, nunca lo escribirán.
¡Protésteme!:
“Yo soy bueno, no tengo culpa de lo que
pasa, no puedo solucionarlo”.
¿De
verdad hace todo lo que puede o se acomodó a no hacer nada, a no arriesgar nada
por la sociedad en que vive, porque a usted no le va tan mal con el envío de la
remesa familiar o con un negocio ilegal?
Recuerde
la doctrina de la culpa colectiva. Lea en el Antiguo Testamento como cuando
ocurría algún gran pecado, todo el pueblo de Dios, en lugar de decir: “Yo no soy”, vestía cilicio, se echaba
ceniza sobre la cabeza y ayunaba pidiendo perdón.
Cuba
está llena de pecado, miseria, ancianos
y niños hambreados y desatendidos, pesas adulteradas, salarios defraudados y
que no alcanzan para alimentarse una semana, hospitales y ancianatos donde
ocurren horrores, prisiones inhumanas y mucha brujería, a la cual contribuye el
pobre testimonio cristiano y ¿alguna iglesia hace ese tipo de penitencia?
Se limitan a expender entretenimiento ligero:
“Yo no soy, hago lo que puedo”.
Muchos
pastores hasta tergiversan la Palabra de Dios, usando incompleta la cita de Pablo
de que debemos estar sumisos a la autoridad (léala entera).
Y
ahora, si votan en el fingido referéndum por la fingida Constitución, votarán
contra la Ley de Dios, soliciten o no la modificación del “matrimonio” homosexual.
La
votación será secreta, pero la gente se engaña con el absurdo por miedo cerval
o echado a rodar por el gobierno; de que sabrán quien votó en contra: “Las boletas están numeradas”,”tienen una
cámara oculta en el cuchitril”; paranoias de alma de esclavo.
El
pecador encuentra su castigo en el pecado. El pecado colectivo de este pueblo auto
engañado, esperando que Fidel Castro o el Papa o el gobierno español, u Obama…
¡hasta le dejan el asunto a Dios, siendo asunto de cada uno!; otro cualquiera,
les arregle a Cuba, para no obrar personalmente. Todos estamos en culpa.
Ese
pecado trae la consecuencia de la eternización de la Dictadura y de su posible
final sangriento, como en Rumania; cuando el grado de calamidad empuje a la
gente a la calle a matar Ceausescus y a saquear las lujosas casas de los
hombres de iglesia.
*Periodista
independiente cubano. Ha colaborado con la agencia de prensa independiente
Hablemos Press y sus notas aparecen en distintos sitios de internet sobre temas
cubano. Reside en la Ciudad de la Habana.
Nota:
Este artículo es la continuación del anterior del mismo autor: “Matrimonio
homosexual: propuesta ¿cristiana? de modificar el artículo constitucional”,
publicado en este Blog.
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