“En relación con el matrimonio, se modifica la actual
concepción de que solo es posible “entre un hombre y una mujer” y se define que
es entre dos personas”. (Proyecto de Constitución de la República de Cuba.
Análisis/…).
El
emperador Nerón, loco como una cafetera y depravado como algunos gobernantes
actuales seguros de que todo les está permitido, se casó con un soldado de su
guardia y hasta le hizo amputar sus partes viriles. Pero no decretó que se
generalizara ese tipo de actos legales.
La
hija del general que manda en Cuba, que no parece loca, lo impone a la nación
por la autoridad que le ha sido conferida por su nacimiento. No sin simulacro
de referéndum.
No
gusta a la mayoría; pero nos guste o no y votemos o no, todos sabemos el caso
que hacen de nuestros votos: La sexóloga en jefe hará “constitucional” para Cuba, el mal llamado “matrimonio” homosexual.
Mal
llamado, porque “matrimonio” viene de
“madre”, es la unión legal entre un
hombre y una mujer y otra cosa no es matrimonio, se empeñe quien se empeñe.
Mariela Castro |
Ya
Mariela
Castro Espín, inconstitucionalmente, casó homosexuales por simple
voluntarismo: Jorobarle el debilucho brazo a la Ley, que en Cuba ni es ciega,
ni independiente, ni puede decir “no”
a una persona del abolengo “Castro de Birán”.
Su
sencillo expediente para torcer la Ley, fue hacer inscribir como de “sexo femenino” en el Registro de
Direcciones, a los hombres operados quirúrgicamente a expensas del Estado (tan
escaso de recursos para el sistema de atención médica a la población como
escaso escasez de cirujanos; pues los exporta en alquiler).
Operados
para castrarlos, fabricarles algo que recuerde la vulva, los pechos, etc.,
arruinarles la salud y hacerlos dependientes de por vida de consumir las
hormonas masculinas que producían naturalmente las glándulas que les amputaron
(medicación a cuenta del Estado, tan escaso en recursos para vender medicinas a
la población y surtir de ellas a los hospitales).
Predicadora
de que la homosexualidad, es “una preferencia”, opinión no aceptada por la
comunidad médica, lleva años dedicada a una campaña muy agresiva en T.V. y
programas escolares, propagandizando la homosexualidad con el pretexto de
combatir la homofobia, lo cual si sería correcto.
La
hija del General, no tiene la última palabra, ¡sino la única! sobre el tema
sexual, sin permitir al público acceso a opiniones médicas en contradicción con
las que ella predica. El pueblo ignora
que existen otros puntos de vista profesionales con diferente enfoque sobre el
tema.
Y
de tantos derechos violados en Cuba, únicamente preocupa a su dictadura
legislar los derechos “de la cintura para
abajo” y ello únicamente en lo contra natura.
No
el derecho de los matrimonios a un salario digno que les permita fundar y
sostener su familia en vez de depender del abortismo, práctica estatal
maltusiana, y convivir varias generaciones hacinadas; por la carencia de
viviendas. Con un promedio de siete dólares de salario mensuales, una pobre
canastilla les cuesta unos cuatrocientos dólares: y el Estado, es quien fija
omnipotentemente los salarios, los precios y facilita los abortos.
Jamás
legislará a favor de los derechos a pensar y a expresar pensamientos sin ser
encarcelado ni marginado laboral y socialmente. Ni contra el que peguen o
arrastren a las Damas de Blanco y acosen a los niños de los opositores en las
escuelas. Derechos tan despreciables para la cúpula, como apreciable les parece
el dar espacio a la homosexualidad.
Baja nupcialidad y crisis del matrimonio en Cuba.
Cuando
era posible vivir de un salario a pesar de las escaseces, durante los años de
la década del 1980, sectores sociales que históricamente se vinculaban mediante
el concubinato acudieron al matrimonio por varios incentivos.
Que
incluían dos días en un hotel, derechos a comprar alguna ropa y una caja de
cerveza y otros pocos “lujos”
similares, a precios asequibles y según el racionamiento.
Desde
1990 ocurre al revés, la nupcialidad es bajísima, sectores sociales que
tradicionalmente fundaban familia sobre el vínculo del matrimonio, ahora se
unen en concubinato; por la carencia de economía, la intención de emigrar y el
peligro de tener que compartir el
derecho a la vivienda, en caso de divorcio.
Decididos
a romper su relación cuando a uno de los dos se le presente la oportunidad de
abandonar el País.
En
los 2000, las pocas veces que vemos una boda, casi siempre se trata de “un pepe” (extranjero, casi siempre
español) que se casa con una cubana, casi siempre negra o mestiza y casi
siempre “jinetera” (prostituta con
extranjeros). Medio para emigrar que encuentran unas y, también, reclutamiento
de cubanas para prostituirlas en Europa. Ese
es el clima en que “el socialismo de
derecho” legalizará como matrimonios las uniones homosexuales.
Los derechos nunca pueden entrar en conflicto unos con
otros.
Equiparar
la unión entre homosexuales al matrimonio verdadero entre un hombre y una
mujer, no es asunto privado de los homosexuales, como ocurre con sus relaciones
personales no vinculadas legalmente (y discretas, no exhibicionistas).Lesiona
los derechos de muchos: Desprestigia
a los ya bastante destruidos matrimonio y familia, que padecen la falta
de condiciones sociales y de economía para sostenerse y funcionar.
Los
casados tienen derecho a que el matrimonio no sea degradado a “unión entre dos personas”, a que su
matrimonio no sea equiparado legal y moralmente a una relación contraria a la
naturaleza (por más que acumulen sofismas para afirmar que es “normal”, es verdad de Perogrullo que la
carencia de los órganos sexuales opuestos impide considerarlo natural).
El
derecho de los homosexuales no es otro que el que tiene todo ser humano a no
ser agredido y acosado y al respeto según su conducta personal, laboral,
social, unido al deber de respetar los derechos de otros.
Y
el público, más que rechazar a los homosexuales, rechaza la promiscuidad, la
provocación a transeúntes no homosexuales con miradas y palabras libidinosas y
el exhibicionismo de muchos de ellos. Consecuencias de la promoción de la Princesa.
Los
“espacios” para los homosexuales, no
deben privar de espacio al resto de la gente ni exponerlos a solicitaciones
sexuales no deseadas, si transitan por ahí. Se trata de conductas que provocan
justo rechazo, también, cuando las ejecutan heterosexuales.
Semejante
clima, aun sin el “matrimonio”,
confunde a los niños sobre el sexo y la sexualidad normales, va contra el
derecho de los niños a la educación y de los padres a educarlos sin injerencia
del Estado en la moral (palabra tabú, “anticientífica”
para psicólogos populistas).
Va
contra los derechos de los cristianos a ejercer su Fe, y de éstos y de los no
cristianos, a transmitir enseñanzas morales a sus hijos sin que la infancia sea
bombardeada en la escuela y la televisión con propagandas estatales opuestas a esa
moral; porque tal sea el capricho de una persona en el poder.
O,
como ocurre hoy día, que en el ómnibus se besen en la boca y toqueteen a la
vista de los niños y de todos, lesbianas, homosexuales y hasta adolescentes en
uniforme escolar. También es contra el derecho de empleados de notaría o de
diversas oficinas civiles, cristianos o no, quienes contra su conciencia
deberán legalizar “matrimonios”
homosexuales. El Gobierno no les reconocerá la objeción de conciencia.
Silencio cómplice de la Iglesia
Y
la Iglesia, ¿Qué dice a su rebaño…? Jamás dice nada que recuerde a los fieles
que son ciudadanos con deberes cívicos, que no pueden votar contra la Ley de
Dios y contra su conciencia y por conveniencia o temor admitir una depravación
en silencio y votando a favor.
El
cristiano, no puede prescindir de su conciencia, como prescindieron hace rato
los profesionales de la Fe, particularmente los que prefieren imitar a los
primeros cristianos, no en el martirio ni en la denuncia del pecado, sino en
ponerse cosas raras sobre la cabeza. Al
incluirlos a todos, personas bien intencionadas me censurarán por generalizar.
En
todo grupo profesional hay “buenos, malos
y regulares”; pero me niego a escribir diplomáticamente “la mayoría” y
generalizo “todos”, porque “los buenos y regulares”, marchan en el
mismo equipo que “los malos” al no
denunciarlos y aun obedecerlos:
Escudados
en la disciplina, la obediencia, el “no
juzgar”, “no dar escándalo· “que dirán los del mundo”, “comprometería la Obra” y otras coartadas
del no hacer lo que manda Dios, sin sentirse responsables personalmente: porque
la responsabilidad moral personal se diluye en la multitud o la asume la
jefatura de la institución:
“¡Qué
bueno!, obro contra mi conciencia y contra la Ley de Dios, y así no me busco
problemas, no me sancionarán ni botarán de mi empleo pastoral; pero no soy
responsable, no peco, pienso lo contrario porque soy bueno; pero hay “razones de estado” y otros asumen por
mí, mi pecado. Mi deber es predicar o dar misa, sin meterme en líos, como si
fuera un proyeccionista de cine, no soy responsable por la película, les doy
entretenimiento y mañana me iré derecho al Cielo y, entretanto, me premiarán
con su equivalente terrenal: Viajes a predicar al “Primer Mundo” y una
congregación mejor”.
Sin
injusticia acuso a los clericales “yo no
soy, ¿qué puedo hacer yo?, no se puede” y afirmo sobre el Cristo cubano: “Todos pusieron su mano en él”.
Las
raras excepciones, que duran poco por el acoso de sus propios superiores y
colegas, lejos de ofenderse me darán la
razón en que el mejor de “los buenos”
es incapaz de decir una Palabra de Dios, que roce al Cesar, ni con el pétalo de
una rosa. Excepto en algún cortés paripé de cartita de queja. (Continuará)
*Periodista
independiente cubano. Ha colaborado con la agencia de prensa independiente
Hablemos Press y sus notas aparecen en distintos sitios de internet sobre temas
cubano. Reside en la Ciudad de la Habana.
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