Está servida la polémica en Cuba con la puesta en
escena de una obra: “Afrodita, ¡oh, espejo!, de la coreógrafa Rosario Cárdenas.
Las opiniones del Cardenal Jaime Ortega y Alamino ponen en perspectivas las
complicadas relaciones entre la Iglesia Católica Cuba y la Santería. El sincretismo,
el folclorismo, los intereses económicos, el erotismo y la imagen de la Virgen
de la Caridad del Cobre. De este documento ya se dice y se dirá mucho, hasta
tanto lo incluimos aquí de manera íntegra para que los lectores tengan todos
los elementos, y si opinar se trata, pueden enviarnos sus colaboraciones.
Por S.E.R. Cardenal Jaime Ortega
26 de septiembre de 2017.
De toda mi consideración:
A la presentación de “Afrodita,
¡oh, espejo!”, obra danzaria en la cual, utilizando entes deificados por la
santería, para desencadenar entre ellos pasiones afrodisíacas, se han referido
en más de una ocasión los medios, que para la difusión de la propaganda de la
obra, asumen al orisha ochún identificándolo con “nuestra Patrona”, la Patrona de Cuba, nada menos que en el contexto
de una teomaquia, digna de los mitos griegos, en la que changó y ochún se
enfrentan por celos.
En la sincretización que la santería en Cuba ha hecho del orisha ochún
con la Virgen de la Caridad hay una crasa confusión como pasa siempre, cuando
los pueblos sometidos de África que traían sus mitos propios, ven sólo una
imagen nueva que no reconocen, pero les recuerda algún fetiche propio, en este
caso de una diosa de la sensualidad y de pasiones amorosas, que ellos llamaban
ochún, y aplicaron ese nombre a la representación artística de la Virgen María
de la Caridad.
Que los pobres esclavos hayan sincretizado así su orisha es
comprensible. Todo se comprende cuando la violencia de la opresión pone al ser
humano en condiciones inhumanas de destierro y esclavitud. Que después estas
creencias ancestrales, sincretizadas aquí, se hayan difundido al pueblo cubano
en general, sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado y hasta nuestros
días, es poco afortunado y a menudo penoso. En esto ha intervenido
progresivamente, y de modo lamentable, un marcado folclorismo de “lo cubano”, que abarca también otros ámbitos
de la vida nacional, y en el cual se le ha dado a la santería un papel
protagónico, teniendo al turismo como espectador y consumidor privilegiado. A
esto se añaden intereses económicos espurios de quienes son capaces de crear
modas a partir de la droga, del tatuaje, del uso de objetos metálicos
incrustados en el cuerpo humano, de collares, de pulsos. Todo puede ser
utilizado como negocio, desde la cría de chivos para sacrificios rituales,
hasta la venta de paraguas blancos. Hasta aquí la realidad sociológica con sus
muchas sombras.
Pero resulta inadmisible que la autora, coreógrafa, y directora de la
obra teatral “Afrodita, ¡oh, espejo!”,
diga ante las cámaras de televisión que la danza presenta las pasiones
desatadas entre changó y nuestra Patrona por cuestiones de celos. ¿Hasta dónde
vamos a llegar en la legitimación del absurdo, en este camino emprendido hacia
el primitivismo?
La Virgen María de la Caridad, cuya imagen, que está en la Basílica de
El Cobre, es la misma imagen que flotaba sobre las aguas de la Bahía de Nipe
hace más de 400 años, la que fue encontrada por aquellos tres buscadores de sal
de origen mestizo indocubano. Ya ellos estaban catequizados y reconocieron que
se trataba de una imagen de la Virgen María que concibió por obra del Espíritu
Santo a Jesús, el Hijo de Dios, a quien traía en brazos. Y en la tabla a la que
estaba unida la imagen de María, se leía “Yo
soy la Virgen de la Caridad”. Enseguida le rezaron con la oración del
avemaría que ya habían aprendido y trataron de levantarle cuanto antes una
capilla.
Así comenzó la veneración de la
Virgen de la Caridad desde los inicios de nuestra historia, cuando Cuba no era
aún más que un esbozo como nación. Así la veneraron los esclavos de El Cobre,
que, al rebelarse, alentados por el Padre Alejandro Ascanio obtuvieron su
libertad del Rey de España, por cédula Real de 1801, es decir, mucho antes de
la Guerra del 68. Ella es la Virgen mambisa que acompañó a nuestros
libertadores en la manigua. A los pies de la Virgen de la Caridad fue el
Ejército Libertador y a su frente el General Agustín Cebreco, enviado por el
Mayor General Calixto García, a celebrar la independencia de Cuba con una misa,
cuando el alto mando norteamericano no permitió que las tropas cubanas
desfilaran junto al Ejército norteamericano al caer la Plaza de Santiago de
Cuba al final de la guerra. Esos mismos veteranos pidieron después, en carta
escrita al Papa Benedicto XV, que declarara a la Virgen de la Caridad, Patrona
de Cuba, y así lo hizo el Santo Padre.
Luego, ni por razones propias de la fe cristiana, ni por razones de
similitudes teológicas inexistentes, ni por razones históricas, la advocación
de la Virgen de la Caridad, que hace presente a la Virgen María, modelo de amor
puro, de Virgen y de Madre, puede ser comparada con el orisha ochún, que es
diosa de pasiones sexuales. Comprensible la confusión, repito, en aquellos
pobres africanos esclavizados, pero no es admisible en un cubano culto del
siglo XXI, aún menos para difundirlo de ese modo, con el título con que nuestro
pueblo y el Papa Benedicto XV la han honrado: Patrona de Cuba.
Si se quiere homenajear por simpatía religiosa, por gustos artísticos o
por entrar en la corriente folclorista a la moda, al orisha ochún, eso depende
de la decisión y el gusto de un autor, pero no se identifique a este ente
mágico con la Patrona de Cuba, lo cual constituye, además de un absurdo
histórico, un pecado patriótico.
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Cardenal Jaime Ortega Alamino
P.S.: La publicación de esta carta sería un buen paso
para superar ciertos males.
…., opino que Su Excelencia, debería escribir aclarando que se equivocó cuando, fingiendo ser un observador independiente, neutral y usando el prestigio de la Iglesia (que así la desprestigian) garantizo en el 2007 las ‘intenciones de cambio, muy serias’ de Raúl Castro. Y pedir perdón a Dios y al pueblo por traicionarlos sirviendo de muñeco de ventrílocuo a los Castro y al canciller español Moratinos, cuando el gobierno de Zapatero, hacia malabarismos por venderle al mundo que Castro cambiaba, derechito a una “solución como la del tránsito en España y que no debían presionarlo”, supongo, que escribió sobre algo cultural alambicado. Porque Su Excelencia nació fuera de época. No es para la Cuba de la Iglesia perseguida, primero, y sumisa, ahora, y menos de la época de los primeros cristianos. Necesita un Luis XV y una Madame Pompadur a cuyos pies derramar mieles con la cara empolvada. Dios tenga misericordia de él y le de convertirse de su idolatría al dios miedo al Estado. Si esta opinión le viene bien, publíquela. Salud.
ResponderEliminarJaime Leygonier.