septiembre 08, 2013

La Libertad y Nuestra Señora de la Caridad.

Por: Mario Hechavarria Driggs.
No puedo olvidar aquellos presos, sus manos tras el muro alto, los rostros saltando para, en unos segundos, ver a la virgen, separada de ellos por las autoridades de la prisión ¨Combinado del Este¨, temerosas del encuentro de una madre con sus hijos, sean lo que sean, estén donde estén, simplemente sus hijos.
Esta vez, ante las prisiones, la hipocresía de las autoridades cubanas quedó en evidencia, no aceptaron la entrada de la Caridad a los recintos penales. Como se sabe, un amplio despliegue policial acompañó el recorrido de su imagen bendita por todo el país.
Según la historia, la virgen de la Caridad se apareció a tres cubanos que remaban desesperados en medio de una tormenta, intentando alcanzar tierra salvadora en la bahía de Nipe, la mayor de su tipo en Cuba, ubicada al norte de la oriental provincia de Holguín. La fecha fue fijada en 1612, cumpliéndose los cuatro siglos de aquel milagro.
Un altar a la Virgen de la Caridad del Cobre
Desde esa fecha la imagen y devoción a nuestra Señora de la Caridad del Cobre se  enmarcó en nuestra historia como símbolo de nuestra  cubania. Los patriotas mambises se la llevaron a la manigua y rezaron  ante ella por la libertad de Cuba. En los duros momentos de intolerancia y represión, el cubano libre se la llevó al exilio como señal de nuestra rebeldía. Una  madre nunca abandona a sus hijos.
Tales razones motivaron el peregrinar de la sagrada imagen, encontrada cuatrocientos años atrás, posteriormente ubicada en una iglesia junto a las minas de cobre cercanas a Santiago de Cuba. La procesión fue un suceso nacional que movilizó a millones de cubanos sin distinción de ideologías, afinidades políticas u otras acostumbradas maneras de dividir a las personas.
Caridad y Libertad se unen  ante su altar. Es uno de esos pocos símbolos que nunca han podido quitarnos los comunistas hipócritas que gobiernan nuestra nación. Dos décadas atrás, cuando el llamado socialismo real se derrumbaba como torre de Babel, apurados en captar adeptos ante la debacle ideológica y política, aceptaron a los creyentes en las filas del Partido Comunista de Cuba.
Desde entonces las autoridades gubernamentales rinden pleitesía a la imagen de la patrona nacional, asociada en los cultos sincréticos de la santería con Ochún, deidad del amor, el vientre materno y las aguas de los ríos. Como buena madre criolla, no distingue de filosofías a la hora de proteger a sus hijos. ¿Cómo se las arreglan entonces estos proclamados ateos marxistas-leninistas?
La inmensa mayoría del pueblo, ajeno a los aburridos discursos, clama ante su virgencita en medio de la desgracia. Múltiples asuntos nos conminan, el prometido bienestar que habría de darnos la revolución socialista no acaba de llegar. Las quejas que nos agobian son muchas, de ellas hablamos en silencio porque nos falta la libertad para gritarlas en las cuatro esquinas.
Caridad y Libertad en una patria que debiera ser con todos y para el bien de todos, como soñara Martí. Tales conceptos no admiten el liderazgo impuesto a la fuerza por un partido único, proclamado comunista. La Virgen del Cobre nos espera desde su altar, aceptando nuestros rezos en pos de una sociedad abierta a la participación de todos los cubanos.


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